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La matanza de Totolapan, ¿como anillo al dedo?


* Prueba de fuego para la gobernadora Evelyn Salgado y para la reforma militarizante aprobada por el Senado

Julio Zenón Flores Salgado
Incluso las matanzas entre las bandas criminales no ocurren por casualidad; son planeadas con meticulosidad y no responden a caprichos o estados de ánimo del momento, mucho menos en países como México, donde la cohabitación del gobierno con el crimen organizado es histórica y un secreto a voces. Por lo contrario, responden a intereses y objetivos bien definidos, tanto en tipo de fuego a utilizar, tipo de víctimas, zona geográfica e impacto mediático y político. Bajo esa óptica es que debe analizarse la matanza ocurrida en San Miguel Totolapan, Tierra Caliente (incluso literalmente) de Guerrero.
Sobre la declaración del presidente Andrés Manuel López Obrador, en su conferencia de prensa matutina de este jueves, de que su estrategia de seguridad está funcionando y que, a pesar del suceso, no la cambiará, un ducho periodista de medios políticos comentó, en broma, que sólo faltó que añadiera que le vino “como anillo al dedo”.
Y en realidad, tal vez no para el presidente López Obrador, pero es obvio que el brutal asesinato de 20 personas, entre ellas un alcalde, un ex alcalde, varios funcionarios de gobierno, policías y un menor de edad, sí viene “como anillo al dedo” para arreciar el debate acerca de si la estrategia de lanzar a los soldados a hacer tareas de seguridad pública antes reservada sólo a las policías, comenzada con el presidente Felipe Calderón, seguida por el priista Enrique Peña Nieto y conservada por el actual gobierno, ha sido correcta, a propósito de la aprobación por el Senado de su ampliación de facultades y de plazo hasta el 2028, cuando legalmente debería de terminar en el 2024.
Un dato incontrovertible es que esa estrategia ha generado cientos de miles de muertes, desde Calderón hasta López Obrador; ha conducido al anquilosamiento y al menosprecio de los aparatos de investigación e inteligencia y al creciente convencimiento de la población de la necesidad de que sólo con el endurecimiento de las medidas de autoridad, el aumento de presencia de militares y más desconfianza en los cuerpos policiacos, se enfrentará el terror y la incertidumbre de no saber si los familiares regresarán con bien a casa, o si no regresarán de plano, y de que si el Ejército, bien armado y preparado, no puede, menos podrían las policías, infiltradas, mal armadas, mal adiestradas, desmotivadas por los bajos salarios, no certificadas, envejecidas (en sus corporaciones abundan personas obesas y de edad avanzada) y envilecidas por la corrupción imperante en sus filas.
Si algo puede fortalecer esa  visión, es el horror de una matanza, en una zona de por sí caliente, en donde dos bandas rivales se disputan el control de la plaza y, por tanto, el costo político de las muertes se considera (en los términos fríos de la política del poder) de bajo impacto.
Contrasta, pues, que por un lado se crispen las mandíbulas de indignación por la muerte de 20 personas, mientras por otro lado brinque el dato de que ese lugar ha estado bajo vigilancia y control militar, al menos desde el 2017, hace cinco años, y que en las narices del Ejército se conserven al menos 18 campos de cultivo de amapola, que genera la goma de opio necesaria para producir heroína y metanfetaminas, como indican las filtraciones obtenidas de los datos hackeados a la Sedena por Guacamaya, información que, según el presidente López Obrador, es toda cierta, 
Por otra parte, el suceso puede llevar a pensar de inmediato que se debe de fortalecer la presencia militar en la zona (pues la policía es desconfiable e insuficiente), lo que daría la razón a quienes votaron por la ampliación de facultades y tiempo de permanencia militar en las calles. ¿Ya ven?, se necesita a los soldados. ¿Cómo creen que se deberían de retirar?, dirán con cierto aire de perdonavidas. En este sentido, a ellos también les vendría la matanza "como anillo al dedo". 
La conclusión salta a la vista: la presencia del Ejército no ha inhibido la siembra de amapola, ni desalentado los enfrentamientos armados entre las bandas rivales. Entonces ¿por qué creer que, si se manda más militares, la zona se pacificará? A menos que…
Veamos el otro lado de la pista: si el ataque lo hicieron Los Tequileros, en teoría debilitados tras la muerte de Reibel, el jefe mayor, y tras una persecución feroz durante el gobierno de Astudillo, en lo profundo de un territorio ampliamente controlado por sus rivales el Pez y el Fresa, de La Familia Michoacana, tuvieron que usar cientos de hombres y un arsenal, que no es fácil de transportar por caminos sembrados de retenes militares, por lo cual se puede colegir que tuvieron complicidad o anuencia para moverse, además de información precisa de inteligencia, para poder sorprender a sus rivales y causarles importantes bajas.
De igual manera, si, dado el impacto mediático -que no popular, pues no es lo mismo, porque la consternación social disminuye al considerar que los muertos eran parte del crimen organizado-, se toma la medida de enviar tropas, destruir campos de amapola, instalar cuarteles y retenes y dar una batida contra La Familia Michoacana, podría interpretarse que eso dejaría al grupo contrario, Los Tequileros, el campo libre para, una vez que los milicos se vayan, tomar el control de la plaza. Estaríamos hablando de la conocida narcoestrategia de “calentar la plaza” para afectar al contrario.
Como se ve, las autoridades tendrán que considerar diversos ángulos de la historia para tomar sus decisiones y no dar la impresión de que le está sirviendo a una de las partes.
En ese contexto caótico, algunas voces han comenzado a denostar a la gobernadora de la entidad, Evelyn Salgado Pineda, quien, a decir verdad, ha enfrentado con toda actitud el vendaval y no se escondió, sino que salió a dar la cara, aun con la claridad de que la fuerza estatal carece de la potencia de fuego para enfrentar el arsenal y las complicidades que Los Tequileros emplearon en esa operación, pero sin dejarse vencer.
El haber dado la cara demuestra que hay gobernadora y que, como escribimos el pasado 17 de septiembre, a partir del 16 ha mostrado más  madurez, a pesar de su juventud y de su extracción de la sociedad civil, aunque haya ganado la elección por Morena y por su padre, el colmilludo senador Félix Salgado Macedonio, y no hay duda de que cuando dijo que los crímenes no quedarán impunes lo hizo con la convicción de que luchará hasta el límite de sus fuerzas por que así sea, a sabiendas de que goza del respaldo del gobierno federal y del propio presidente de la República para enfrentar en Totolapan el que constituye todo un reto para su administración, reto por el que, con toda seguridad, sus adversarios se frotan las manos cuando piensan que la joven no podrá superarlo.
En esta columna hay la convicción de que la gobernadora sí tiene con qué hacer frente a la situación y de que quienes esperan errores o que salga corriendo espantada se quedarán con un palmo de narices.
Hoy San Miguel Totolapan, y con él todo Guerrero, necesita más seguridad, pero con inteligencia, y si bien los muchos muertos se han mantenido con la presencia del Ejército en las calles, esta sería una magnífica oportunidad para demostrar que ahora que los militares tienen todas las facultades que querían pueden poner orden, sin violar derechos humanos y sin recurrir al autoritarismo castrense.
¿Ya ven cómo sí puede decirse que la matanza viene como anillo al dedo y que esa sangre puede ser vengada con acciones pacíficas y de pacificación?
Yo digo, pues…

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2 Comentarios

  1. Vaya un análisis de Guerrero para el resto del país, aunque te faltó señalar que la gobernadora y su padre son de esa región y el segundo se ha ufanado de que en su tierra solo sus chicharrones truenan. En la región siempre ha existido la presencia militar pero nunca han sido suficientes, de unos años para acá la población calentaba que son un ejemplo de trabajo vive azorada por la delincuencia y hasta ahora voltean a ver la zona. Tierra de productores de melón con calidad de exportación y tierra del sombrero hecho a mano. Mi tierra y mi gente merecen vivir en paz y que esté crimen no quedé impune porque eso no es culpa de gobiernos anteriores, no dejarlo impune le corresponde a este gobierno

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