Vendedora de la playa tiene que vender ahora en el asfalto. Foto Julio Zenón Flores |
Por Julio Zenón Flores
La cartulina naranja
fosforescente sobresale entre los coches y el reverberante vapor que emana del
asfalto. Es medio día en la desolada zona turística de Acapulco y el mensaje
escrito en la cartulina es un gancho al hígado de cualquier automovilista que
cruza por ahí y no puede evitar leerlo:
“Soy empleada de la playa,
madre soltera, con dos hijos en casa; cómprame algo o regálame una moneda”.
La mujer que muerde la
cartulina, literalmente, mientras también aprieta entre los dientes su dignidad.
Es una morena de no más de
un metro 60 de estatura y se mueve con cierta torpeza, como si estuviera ciega,
entre los coches que se detienen en el semáforo de la costera Miguel Alemán y
la Vía Rápida.
Con una mano sostiene una
charola de plástico que contiene dulces o pulpas –no se puede apreciar entre el
vapor y la bruma que parecen oscurecer el medio día-, envueltos en trozos de
plástico; con la otra mano ofrece algo o la extiende recibir las monedas que de
vez en cuando se asoman de las ventanas medio abiertas por automovilistas
conmovidos por la escena.
Ella es Caro, Gaby o
Patricia, el nombre finalmente es lo de menos. En el siguiente semáforo están
un hombre de unos 40 años y del otro lado un niño de 12, cada uno trae su
cartulina donde explican su situación, aunque la mayoría de los conductores no
las alcanzarán a leer, el común denominador es que se trata de “playeros” como
ellos se autodenominan, es decir, comerciantes independientes, micro entre los
micros, que consiguieron prestado alguna vez o ahorraron algo, o recibieron una
liquidación y compraron su primer mercancía que les convirtió en comerciantes.
La venta independiente en la
playa cambió el estatus de muchas familias en la década de los años 70, 80 y
90; del año 2000 a la fecha la situación fue menos boyante, pero daba para
comer, incluso para enviar a los niños, en algunos casos, a escuelas privadas
no tan caras.
Comerciantes que contaban en
las estadísticas del INEGI como parte del empleo informal y su situación ha ido
empeorando, pero nunca al nivel actual con la llegada de la pandemia del
SARS-COV2 O covid-19, que obligó a las autoridades a cerrar las playas y a
convocar a las personas, que normalmente llegaban cada fin de semana a Acapulco
a abarrotar la zona de arena, a resguardarse en sus casas y a olvidarse de sus
vacaciones, por el momento.
La industria turística que
alimentaba esos empleos que dan de comer a miles de acapulqueños, entró en la
peor época de su historia.
En Acapulco, la rama turística Compuesta por servicios,
comercio y algunas otras actividades de la manufactura, es el eje motor que
impulsa esta rama, ya que tan sólo para 2011 captó un total de 3,903,849
visitantes, los cuales generaron una derrama económica de 1,417.9 millones de
dólares y generaron 112,382 empleados, lo anterior sin dejar de considerar los
empleos indirectos que proporciona.
En el semestre Enero -Junio del 2011, la oferta de cuartos
en la industria hotelera fue de 17,793 habitaciones, con una ocupación promedio
de 43.7 %, de acuerdo con información de la Oficina de Convenciones y
Visitantes, 2013.
La derrama económica del turismo, además de la registrada
en los hoteles y negocios formales, también deja una importante porción en la
informalidad, ahí es donde entran los vendedores que comerciaban en la zona de
arena, donde se les veía siempre jocundos y risueños, como escribió el poeta
Rubén Mora de los costeños, y donde se movían como pez en el agua, ofreciendo
siempre un precio alto por sus productos, esperando que el turista cayera o
bien para poder rebajar ante el regateo. Terminaban cansados pero satisfechos
de poder llevar un buen ingreso a casa.
Según las estadísticas son 7 de cada diez trabajadores en
Acapulco, los que se encuentran en esa informalidad y por lo mismo fuera de los
programas de apoyo del gobierno federal, que decidió apoyar solo a aquellos que
estén trabajando dentro del gobierno, a través del ISSSTE, o bien a aquellos
que tengan al menos un empleado y que estén dados de alta en el IMSS o al
menos, que hayan sido censados por los llamados Servidores de la Nación,
decenas de empleados federales contratados para ir por las casas decidiendo a
quien se debía meter a las listas de apoyos gubernamentales.
Las playas dejaron de ser fuente de riqueza, primero, y
después dejaron de ser fuentes de ingresos.
Ahora, no queda más remedio que caminar entre los autos, a
media calle, en espera de vender algo o de recibir una moneda.
Algunos se han amotinado, han bloqueado calles, han coreado
gritos de protesta clamando por ayuda oficial.
La autoridad municipal ha acudido en la medida de sus
posibilidades, les dio al principio alguna despensa, luego comida preparada, en
28 cocinas comunitarias.
La alcaldesa Adela Román se dio cuenta que el presupuesto
era insuficiente y llamó a la solidaridad y consiguió la aportación tanto de empresarios
como de ediles y de algunos diputados, locales y federales, mientras otros
mezquinamente se negaron a aportar recursos para las actividades coordinadas
por la presidenta municipal prefirieron ir personalmente a entregar despensas o
comida, con la idea de aprovecharlo como propaganda para las campañas políticas
que vienen.
Román Ocampo consiguió que del presupuesto de 3 mil 797
millones de pesos al menos 105 millones se destinaran a ayudar a esa gente que
quedó desprotegida, pero la contingencia se alarga y no hay recurso que
alcance.
Al menos 12 por ciento de su población, de por sí vive en
pobreza extrema y ahora las cifras han empeorado.
Incluso los informales, han pasado del comercio
independiente, prácticamente a la mendicidad.xxx
Portal editado por JULIO ZENÓN FLORES SALGADO.- Periodista y escritor. Licenciado en ciencias de la comunicación, maestrante en Ciencia Política y diplomado en MKT digital; Columnista en La Jornada Guerrero, Enfoque informativo y en Redes del Sur. www.facebook.com/trasfondoinformativo, Escríbenos a zenon71@hotmail y suscríbete en el canal de youtube trasfondo informativo
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