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BAJO FUEGO Palos de ciego



José Antonio Rivera Rosales


Los recientes acontecimientos ocurridos en el puerto de Acapulco precisamente en días previos a la transición municipal, cuando Adela Román Ocampo asumirá el poder en la ciudad más poblada de Guerrero, nos ofrecen lecturas que resultan de comentario obligado.
En principio, el operativo de intervención conjunto de las fuerzas federales y estatales en la Secretaría de Seguridad Pública de Acapulco causó expectación entre la ciudadanía, pero dista mucho de ofrecer resultados efectivos.
Es obvio que se trató de un operativo surgido de una planeación meticulosa, pero con bases endebles de información que pudieran garantizar resultados más sustanciosos para el saneamiento de esa dependencia, tan necesaria para el mantenimiento de la ley y el orden.
Tan raquítica era la información previa, que el resultado inmediato de la operación fue la aprehensión de dos mandos municipales con antecedentes penales por la comisión de homicidio calificado que datan de 2009. Eso fue todo.
Tan magros resultados devienen de la carencia de un aparato de inteligencia que, con el tiempo debido, debió recolectar información sensible para detectar con mayor precisión a las personas supuestamente ligadas al crimen organizado. Si se hubiera procedido de esa manera, al menos una veintena de mandos, oficiales y tropa de la Policía Preventiva Municipal hubieran sido detenidos por los federales.
Claro que las instituciones armadas cuentan con un servicio de inteligencia que se desplaza en un amplio radio de acción, pero por lo regular los objetivos de esas investigaciones se encuentran en segmentos civiles, como pudieran ser precisamente las personas dedicadas a actividades delictivas. Es poco común que la inteligencia militar o la inteligencia naval investiguen a los mandos policiacos.
Por otra parte, el gobierno del estado -desde donde partió la decisión de intervenir a la policía de Acapulco- carece por completo de un aparato de inteligencia que le permita identificar riesgos para la gobernabilidad del estado. Sólo cuenta con una Dirección de Gobernación que, hay que decirlo, dista mucho de ser un verdadero aparato de generación y análisis de inteligencia.
Tras el arqueo que se practicó a la SSP, los responsables tanto militares como de la Fiscalía General del Estado (FGE) encontraron algunas anomalías significativas, como el faltante de 200 armas y un número similar de agentes que ya no se presentaron a laborar, además de pequeñas cantidades de droga. Pero frente al objetivo superior de sanear a la dependencia, eso es poca cosa.
Según todos los indicios, pareciera que el objetivo de cimbrar a la SSP era más bien político que táctico, es decir, entregarle la casa barrida a la nueva alcaldesa con el objetivo de que tenga mejores condiciones para gobernar pero, sobre todo, para las labores propias de prevención del delito.
De paso, exhibieron de cuerpo entero al repudiado exalcalde Evodio Velázquez: como un simulador que jamás hizo nada de utilidad por la ciudadanía, que permitió la pudrición del cuerpo policiaco y que, además, fingió la capacitación de poco más de un mil agentes en una escuela patito estacionada en Monterrey, que ni siquiera cuenta con un Reconocimiento de Validez Oficial de Estudios (RVOE). Todo un fraude.
Mientras tanto la vigilancia de las calles correrá a cargo del personal de la Policía del Estado con apoyo de algunas patrullas de la Infantería de Marina. Sin embargo, por experiencia sabemos que la normalización de actividades en la SSP municipal tardará algunos meses y, al final, entregarán la dependencia sin mayores cambios, como si nada hubiera ocurrido.
Si Adela quiere mejorar sustancialmente las cosas, deberá proceder a disolver la Secretaría de Seguridad Pública, depurar las filas de la corporación, meter a la cárcel a quienes han cometido usufructo con los recursos de la dependencia, y modernizar el equipamiento táctico de los operadores. Es decir, proceder a una refundación total de esa dependencia.
De otro modo, todo seguirá igual porque esa secretaría es parte del problema de la violencia, no es parte de la solución. El gobierno de Adela tendrá que identificar y apartar las manzanas podridas, lo cual se antoja bastante difícil.
En cuanto al grave problema de la criminalidad, es lamentable decir que los homicidas seguirán en las calles hasta que se implemente un plan que permita encontrarle salida a las extorsiones, que constituyen una de las principales fuentes generadoras de atentados y homicidios.
El fenómeno de la violencia tiene raíces profundas que no serán arrancadas con golpes de mano y medidas cosméticas, como fue este operativo espectacular pero carente de substancia.
Para combatirlo, hay que conocer cómo surgió la criminalidad en el puerto de Acapulco, cómo es que evolucionó y cómo habría de hacerle frente, no sólo a partir de políticas públicas ni, como propone López Obrador, mediante amnistías.
Hacen falta una serie de medidas más complejas, duras si es posible, que permitan desalentar las inercias criminales y poner fuera de circulación a los grupos más violentos que son los que han aterrorizado a la ciudadanía. A buen entendedor…xxx Trasfondo informativo. También en www.facebook.com/trasfondoinformativo y en @trasfondoin

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