Staff de TI
Guerrero vive una auténtica guerra no declarada, donde hay
más muertos que otras partes del mundo que ocupan las primeras planas de
diversos medios de comunicación, a diferencia de la sufrida entidad suriana que
apenas si merece una que otra mención.
Por solo poner un ejemplo, en Venezuela, donde las voces de
los opinadores más conocidos casi piden a gritos golpe de estado, ha habido
unos 40 muertos desde que empezó el conflicto con el ascenso de la lucha
callejera de la oposición al régimen, en tanto, en Guerrero, sólo entre este fin de semana se rebasó ese
número: 50, hasta una hora antes de cerrar el domingo.
Cinco incidentes de los últimos cuatro días, reflejan lo que
ocurre en la entidad guerrerense: En Tierra Caliente, la delincuencia organizada
tomó violentamente los accesos de 7 de los nueve municipios; uso 160 vehículos
para bloquear y la lenta respuesta del Estado se vio entorpecida debido a que
ni las grúas ni las gasolineras de la zona les prestaron sus servicios. Ahí
mismo, el secuestro y amenazas a un grupo de audaces periodistas que se
adentraron a la región buscando información de primera mano de lo que ahí
ocurría, sirvió de testimonio de la falta de control del Estado en una de las
regiones más importantes de la entidad.
En Acapulco, quemaron más de 80 locales de un mercado
adyacente a la Central de Abastos y asesinaron a tres jóvenes en la zona
Diamante.
En Chilapa aparecieron cuatro personas decapitadas más en lo
que parece ser ya algo cotidiano en ese municipio, donde es evidente la falta
de gobierno y menos de gobernanza.
En Tierra Colorada, se enfrentan las dos agrupaciones de
autodefensas: FUSDEG y UPOEG, por el control del territorio, sin mediar causa
inmediata aparente. Solo un aviso de éstos últimos de que están cerca y que van
a la cabecera municipal.
Los hechos reflejan que en una buena parte de la entidad, al
menos Tierra Caliente, Zona Norte y Zona Centro, carecen de un verdadero
control del estado, en donde el problema de la inseguridad no es más que sólo
la prueba más burda de que el gobierno no manda ahí, no gobierna pues. Mientras
que en dos regiones más, Acapulco y Costa Grande, lo hace con mucha dificultad.
La situación es tan grave que debería de obligar a los
actores políticos a unirse para buscar soluciones, pero resulta que la reacción
de buena parte de éstos en vez de ello recurren a las acusaciones, a la
búsqueda de culpables en lo más cercano, en el del partido de enfrente, sin
entender que la división en este momento puede significar la muerte no sólo
política sino física.
Solo una clase política mediocre y carroñera puede creer que
en este momento la solución a la explosiva situación de inseguridad y violencia
sea la salida del gobernador Héctor Astudillo Flores, uno de los políticos más
sensatos provenientes del priismo, sobre todo si se le compara con la mano
represiva de los que de ese partido han gobernador antaño y han sido
responsables de cientos de desaparecidos en una irresuelta guerra sucia; o
bien, caer en la estupidez de culpar al gobierno que se fue, sea del partido
que sea, de ser los responsables de lo que se vive, como si eso quitara
responsabilidad al que gobierna actualmente.
Señores de la clase política de Guerrero, es hora de unidad
real, en torno a este problema, aunque
luego sigan compitiendo por el poder. En este momento se debe hacer una tregua,
pero real, sentarse a una mesa todas las expresiones políticas y exigir no solo
al gabinete de seguridad estatal o a las casi indefensas policías municipales,
sino a la federación, la aplicación de toda la fuerza del estado en Guerrero,
en un vasto operativo de desarme, dejando de lado por el momento otros
problemas, como el propio trasiego o cultivo de drogas, que es histórico en la
entidad y que por cierto no tiene partido político, para atender únicamente el
problema de seguridad.
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