Por Julio Zenón Flores | Trasfondo Informativo
La repavimentación de la avenida Ejido, en la colonia Bellavista, fue anunciada como una obra estratégica para Acapulco. Mil 300 metros lineales, cuatro carriles, más de 20 mil 800 metros cuadrados de concreto hidráulico, cinco mil metros cuadrados de banquetas y la renovación de redes de agua potable, drenaje, canalización pluvial, alumbrado y señalización. La inversión: más de 58 millones de pesos.
En el discurso oficial, una intervención integral. En el análisis técnico, una falla anunciada.
La avenida Ejido no es una calle secundaria. Junto con la Vía Rápida, es una de las dos únicas salidas del puerto hacia la Costa Grande de Guerrero y hacia Michoacán, vía el puerto de Lázaro Cárdenas, un corredor clave para el transporte de carga y pasajeros. Por ahí circulan, todos los días, autobuses, camiones y tráilers. Tráfico pesado que no admite improvisaciones.
Sin embargo, de acuerdo con declaraciones del exdirector de CAPAMA, Fermín Alvarado Arroyo, los arquitectos responsables de la obra le informaron que el concreto hidráulico que se está colocando es de solo 20 centímetros de grosor. El dato contrasta de forma brutal con otro hecho: el concreto que se está retirando tenía un espesor de 30 centímetros.
Es decir, se está sustituyendo un pavimento más robusto por uno más delgado, en una vialidad con el mismo —o mayor— nivel de carga.
Un ingeniero con experiencia en obra pública lo explica sin rodeos: lo mínimo recomendable son 25 centímetros para una avenida de estas características. Menos que eso es reducir deliberadamente la vida útil del pavimento. Y las consecuencias no son teóricas. El mismo especialista advierte que ya se han detectado fisuras en una parte del concreto recién colocado, cuando la obra ni siquiera ha concluido.
Aquí aparece el argumento que casi nunca se dice en voz alta: el “ahorro” que sale carísimo.
Reducir el espesor de 25 a 20 centímetros representa, en el papel, un ahorro aproximado de 15 a 20 por ciento en el costo inicial. Pero en la práctica ocurre lo siguiente:
El mantenimiento se multiplica por tres o por cuatro
La rehabilitación total llega en menos de cinco años
El costo del ciclo de vida de la obra se dispara
En obra pública, esa ecuación tiene una traducción conocida:
“Obras nuevas… con aspecto viejo”.
Con una inversión superior a los 58 millones de pesos, el argumento del presupuesto insuficiente se cae por sí solo. El dinero alcanzaba para construir con el espesor adecuado. La decisión de reducirlo no parece técnica; parece administrativa, o peor aún, política.
La avenida Ejido aún no se entrega y ya muestra señales de advertencia. Las fisuras tempranas no son un accidente: son el síntoma de una decisión tomada desde el origen. En Acapulco, ya se ha visto demasiadas veces este patrón: se inaugura, se presume, se desgasta rápido y, poco después, se vuelve a licitar.
Por eso, más que una obra cuestionable, la repavimentación de la avenida Ejido apunta a convertirse en una falla anunciada. Una de esas decisiones que no fallan por sorpresa, sino por diseño. Y que, como siempre, terminan cobrándose con dinero público.

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