Otra vez el mar sangra. Ayer en Caletilla, una moto acuática embistió a una pareja que nadaba a la orilla, dejando a una mujer con golpes y a un hombre con el brazo fracturado. Apenas un día antes, una adolescente casi pierde la pierna al ser alcanzada por la hélice de una lancha en Playa Condesa. Y aunque suena repetitivo, es necesario decirlo: estos no son accidentes fortuitos, sino consecuencias previsibles de la negligencia estructural que reina en las playas de Acapulco.
Cada temporada vacacional lo confirma: el descontrol es
norma. No hay delimitaciones claras entre zonas de bañistas y de navegación, ni
se respetan velocidades, ni se ven operativos serios que prevengan estas
tragedias. En lugar de un litoral ordenado, lo que tenemos es una zona franca
del caos, donde el mar —literalmente— se convierte en tierra de nadie.
El problema tiene varios rostros: un municipio que no regula
ni supervisa; una Capitanía de Puerto que parece ciega, sorda y muda;
prestadores de servicios náuticos que operan con impunidad; y turistas que no
saben en qué zona pueden nadar seguros. Es un cóctel peligroso que termina en
emergencias médicas, traumatismos y, en el peor de los casos, muertes.
La ausencia de boyas, señalética y vigilancia activa es más
que una omisión: es una irresponsabilidad que raya en la criminalidad
administrativa. En lugar de reaccionar con comunicados tibios o promesas de
operativos tras cada herido, las autoridades deberían haber construido desde
hace años un reglamento funcional para el uso de las playas. Uno que ponga
orden entre lancheros, motos acuáticas, banana boats, paddle boards y bañistas.
Uno que se cumpla, no que duerma el sueño burocrático en un escritorio olvidado.
No basta con que los prestadores de servicios exijan medidas
tras cada percance. Ellos también son parte del problema cuando permiten que
menores sin experiencia conduzcan motos acuáticas, cuando ignoran las zonas de
nado o cuando priorizan el negocio rápido sobre la seguridad. El turismo no
puede ser excusa para tolerar la anarquía.
Acapulco necesita con urgencia un rediseño integral de la
gestión de su franja costera. Y eso incluye desde la instalación de barreras
físicas, hasta una fuerza de vigilancia marítima permanente que sancione a
quien infrinja las reglas. Lo contrario es seguir apostando a la suerte… hasta
que un día ocurra una tragedia irreversible.
Si el mar es el principal atractivo turístico de Acapulco,
¿por qué se administra como si fuera un terreno baldío?

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