Por JULIO ZENON FLORES
En política, los cambios de fondo suelen anunciarse sin discursos grandilocuentes, sino con gestos, relevos y movimientos tácticos que, a la vista del observador atento, revelan un nuevo rumbo. Eso es lo que parece estar ocurriendo en Guerrero con la seguridad pública.
En menos de dos semanas, la gobernadora Evelyn Salgado se reunió dos veces con el secretario de Seguridad federal, Omar García Harfuch: primero en la Ciudad de México, luego en Acapulco. Entre ambas citas ocurrió un relevo clave: la salida del coronel Josué Barrón Sevilla y la llegada de Daniel Antonio Ledesma Osuna como nuevo secretario de Seguridad Pública estatal. No es un detalle menor que Ledesma Osuna sea un civil con trayectoria en inteligencia policial y, sobre todo, de la confianza de Harfuch.
Este reacomodo de mandos, sumado a cambios en la Guardia Nacional y en la Marina en Guerrero, dibuja un escenario de mayor centralización de la estrategia, con la federación tomando un papel protagónico. No es descabellado leerlo como un reconocimiento tácito de que la fórmula anterior —con perfil militar y escasa articulación— no estaba funcionando.
Los hechos operativos parecen respaldar el giro. En Acapulco, un golpe mediático: la captura de cinco integrantes de "Los Malportados", célula del Cártel Nuevo Imperio, entre ellos su presunto líder, alias El Malportado. Sin un solo disparo, se aseguró armamento y drogas. En Tierra Caliente, el Ejército desmanteló un narcolaboratorio en Coyuca de Catalán con más de mil 500 litros y medio tonelada de químicos, un golpe económico millonario para las estructuras criminales.
Pero mientras los partes oficiales celebraban avances, la Autopista del Sol en Xaltianguis vivió un bloqueo de horas. Pobladores y comisarios acusaron presuntos nexos de autoridades con grupos armados. La respuesta del subsecretario Francisco Rodríguez Cisneros fue llamativa: calificó el bloqueo como un "exceso" y defendió que las demandas ya habían sido atendidas. Un mensaje que mezcla la intención de diálogo con una línea de límite frente a la protesta.
¿Es todo esto un viraje real en la estrategia de seguridad? Hay indicios. La cercanía con Harfuch, la sustitución de mandos, la coordinación visible con Marina y Ejército, y los golpes a estructuras criminales emergentes apuntan a una operación más integral. Sin embargo, la historia de Guerrero enseña que los cambios de gabinete y los operativos espectaculares no garantizan paz duradera si no se acompañan de transparencia, reformas institucionales y atención a las comunidades que hoy se sienten abandonadas.
La pregunta es si este nuevo esquema logrará romper el ciclo de violencia o si, como tantas veces, quedará en un capítulo más de ajustes tácticos. El reloj corre, y en Guerrero la paciencia social siempre se agota más rápido que las promesas de pacificación.
0 Comentarios