Por Julio Zenón Flores Salgado
En casa Guerrero y en medio de sobrias medidas sanitarias,
con muy pocos invitados, todos muy serios y circunspectos, el gobernador de
Guerrero, Héctor Astudillo Flores, hizo dos cosas en Casa Guerrero: dar su último
informe de gobierno y dirigir un mensaje político, cuyo destinatario debió ser
el congreso de Guerrero en pleno, como representante popular, pero que llegó a
una buena parte de la población que, plural como es, no dejó de hacer saber sus
observaciones correspondientes.
En resumen se puede decir que se hizo todo lo que se puede
esperar de un gobernador que recibió un estado convulsionado, sumido en la
honda pobreza, azotado por un sismo al segundo año del ejercicio y golpeado por
una de las pandemias más mortíferas de la era moderna: evitar que el barco
naufragara.
Desde su partido y general desde la mayor parte de la clase
política guerrerense de seguro se podrán decir loas, así como desde las plumas acostumbradas
a vivir del presupuesto, pero desde la sobriedad de quienes nos jactamos de
ejercer el periodismo libre y crítico (aunque parezca una tautología pues para
ser periodismo a fuerza debe ser crítico) estamos más que obligados a realizar
un análisis frío y equilibrado.
Se hizo lo que se podía hacer, pero se tenía que haber hecho
más, sin duda.
Se puede reconocer sin mayor problema que se administró el
estado, que se cabildearon los problemas sociales que mantenían a la entidad en
vilo y eso es algo muy de destacarse porque hasta para administrar se tenía que
pasar por el ejercicio político del consenso, por, como dijo el propio
gobernador en su mensaje, conseguir acuerdos en los desacuerdos, ya que sin
ellos no se hubiera podido ir a despachar siquiera en las oficinas, sin que se
recurriera en ningún momento a la mano dura, a las fuerzas policiacas que
muchos hubieran deseado que se soltaran para reprimir a los maestros,
estudiantes y campesinos que tenían tomadas las oficinas. Hacerlo fue una
muestra de oficio político de Héctor Astudillo, a quien hace casi seis años
veíamos con escepticismo y no sabíamos como podría apaciguar el incendio que
tenía los edificios en llamas, y no solo de manera literaria, sino literal, en
algunos casos.
Los recursos económicos administrados, se vieron en las
obras de unas mil 800 escuelas de la entidad que recibieron alguna acción de
mantenimiento, reconstrucción o remodelación, en las carreteras que no existían
o que se ampliaron y modernizaron; en los traslados de miles de toneladas de
fertilizante a los sitios rurales más apartados, en los puentes reconstruidos,
en los programas de desarrollo social que mitigaron un tanto la pobreza de los
guerrerenses más desfavorecidos. Hacerlo así, sin que se haya, hasta ahora
destapado ninguna cloaca de corrupción, es una muestra de buen ejercicio
administrativo.
En el terreno de desarrollo económico fue en realidad poco
lo que se pudo percibir, pues la economía, sobre todo la urbana, prácticamente se
cerró ante el arribo de la pandemia del COVID-19, mientras que, en el terreno
de la Salud, la propia pandemia absorbió todos los recursos y aunque se sabe de
hospitales actualizados, equipados y modernizados, su necesaria reconversión a
hospitales COVID, les restó operatividad en los rubros en que Guerrero sigue
siendo una muestra de carencias. Sin embargo, se debe reconocer que, con todas
las carencias, se vio el empeño, no solo del gobernador, como capitán del barco,
sino de su segundo a bordo en el ramo, el doctor Carlos de la Peña Pintos, secretario
de salud, que le mereció reconocimientos a nivel nacional.
En el terreno económico has dos cosas que le describen: la
reducción a la mitad de la deuda que heredó por la construcción de Autopista del
Sol y el pago de toda la deuda de corto plazo. Eso nos deja con comentarios al
respecto, pues hablan por sí solos de un buen manejo financiero.
Con todo y que se puede decir que hubo una buena administración
y un buen manejo político, que le llevó a ser uno de los pocos gobernadores del
PRI que se pudo coordinar sin mayores problemas, y hasta con gestos de agrado,
con el presidente Andrés Manuel López Obrador, un hombre que encabeza la transformación
y cuya tarea ha sido precisamente la de desmontar al viejo régimen neoliberal priista.
Una buena muestra de manejo político de Astudillo, que por cierto le mereció
algunos comentarios en los bajos mundos del priismo que lo consideraron tibio y
hasta entregado, a pesar de que ese “entreguismo” en vez de ser criticado
debería de ser reconocido, pues los políticos, una vez que llegan a los cargos
debieran desprenderse de su camiseta partidista, ya que se les paga del
impuesto de todos, los aliados y los opositores y hasta de los sin partido.
Pero lo que Guerrero necesita, ha necesitado desde hace
tiempo, no es solo un gobernador que sepa consensuar, administrar u operar, como
Astudillo, sino que también le apueste a acciones audaces para combatir la
pobreza, que rompa el viejo molde de administrar los recursos y pase a la tarea
de crear fuentes de empleo, de desarrollo, de riqueza, para salir de la pobreza
y del atraso cultural y educativo.
Habría que ver si Héctor Astudillo fue o no víctima de las
circunstancias -el sismo del 2017, la pandemia, las grandes deudas heredadas,
la carga de corrupción y burocratismo heredados de décadas- pero, lo que si es
verdad, es que Guerrero necesita mucho más de lo que hizo este gobernador.
Tal vez, esa sea la tarea que le deja a Evelyn Salgado
Pineda, joven gobernadora electa, que pese a su inexperiencia administrativa y
política, pues siempre estuvo hasta ahora bajo la autoridad del padre y ni
siquiera ha hecho vida partidaria, se prevé que tenga un rápido aprendizaje y
despegue, tanto por su propia juventud, como por el apoyo del padre y de un
buen equipo político que la rodea.
Esa será la tarea: pasar de la administración al
emprendimiento; hay que cambiar los bajos niveles de consumo de agua potable,
disminuir los pueblos incomunicados y sin luz eléctrica, eliminar el
analfabetismo, conectar mejor a las ciudades y las zonas rurales, reenfocar el
tipo de desarrollo turístico, para incluir a los ejidatarios y comuneros, que
son los dueños de la tierra y hasta sólo se les ve como candidatos a ser
despojados en aras de un mal entendido desarrollo, hacer productivo el campo,
industrializarlo y mecanizarlo; aprovechar los cientos de kilómetros de
litoral, elevar los estándares de vida y de educación.
Poner a Guerrero en la calzada del desarrollo económico, con
una visión incluyente, democrática, respetando a los derechos humanos y la
libertad de expresión, es la tarea pendiente, sin dejar de apoyarse en lo ya
hecho, como dijo Astudillo, sin querer llegar a inventar el hilo negro, sin
caer en apasionamientos políticos, que se conviertan en saltos al pasado.
El informe y el mensaje político de Astudillo, fue o debe
ser, a la vez que una despedida, una plataforma de lanzamiento para el nuevo
Guerrero que aspiramos.
0 Comentarios
¿Qué te pareció esta información? ¿Qué nos falta?