Por Julio Zenón Flores Salgado
Los analistas locales se han devanado los sesos intentando
descifrar las palabras del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador,
alabando al gobernador de Guerrero, Héctor Astudillo Flores, durante su visita
a Acapulco el pasado 14 de agosto.
Y es que los mensajes entre la clase política no han sido
fáciles de interpretar, porque entre ellos se han creado sus propios códigos,
al igual que lo han hecho otros grupos humanos y para el resto de la gente, los
que no pertenecen a esos nichos no es sencillo interpretar sus crípticos mensajes.
Hay que recordar, por ejemplo al ex gobernador Ángel Aguirre
Rivero, hablando con la hija de la ex gobernadora de Zacatecas, Amalia García
(Una perredista proveniente del comunismo, igual que Pablo Gómez), sorprendidos
hablando de “libros y dulces” para la campaña, que no era otra cosa que dinero,
apoyo en efectivo para mover a los electores a favor del entonces PRD.
Otro recordado por su lenguaje críptico fue Rubén Figueroa Figueroa,
que decía “como los quiero”, para decir que los estaba checando, vigilando, que
tuvieran cuidado con meterse con él.
Hasta la fecha no se tiene claro si, dado que el 90 por
ciento de Morena proviene de la vieja clase política, se mantienen los códigos
o los están cambiando y quien decide, si se cambian o no, es el propio líder
moral de ese gran partido movimiento que se llama Morena, el presidente López
Obrador.
Al respecto, el destacado politólogo de la UAGRO, Gabino
Solano, ha dicho, opinar de la sucesión de gobernador en Guerrero, que seguirá
vigente el presidencialismo, es decir, que el presidente sólo o en compañía,
será quien decida el nombre del próximo gobernador de la entidad, porque “los
cambios de códigos no se dan de la noche a la mañana”.
En ese sentido, es que se los analistas se han enredado en
si sólo se trató de una cortesía política, si fue sarcasmo, si fue para mandar
un mensaje a terceros o si fue un mensaje llano y directo de aprecio hacia una
forma de gobernar por un actor político de un partido distinto al suyo, pero a
quien reconoce sinceramente.
Sin contradecir del todo a mi maestro Gabino Solano, a quien
le guardo un gran respeto, me inclino a pensar que AMLO sí está empujando un
cambio en las formas políticas, entre ellas se incluye el mensaje político,
como se puede apreciar en sus conferencias mañaneras, en donde lo tradicional
era que un presidente no respondía a un medio de comunicación, o a un actor
político de menor rango, cosa que ahora sí se hace. En ese sentido, se puede
apreciar que el presidente no ha cuidado las formas -con excepción de las
referencias hacia el poderoso presidente de Estados Unidos Donald Trump-, les
ha dicho sus verdades a los banqueros, a los del PRIAN, a los del INE, a los de
Derechos Humanos, a las organizaciones civiles, incluso en una mañanera, regaño
a los coordinadores de su partido en el Congreso de la Unión, en vivo y en
trasmisión nacional. ¿Cuándo se había visto eso?
Por eso es que creo que el reconocimiento al gobernador de
Guerrero fue sincero y por eso creo que de esa deferencia se van a derivar
acciones políticas concretas.
Por lo demás, no parece un acto de zalamería o la palmada
hipócrita en la espalda que te daba el político priista que te llamaba compadre
mientras estaba acordando con tu enemigo, sino una conclusión que parte de
cifras frías obtenidas en conjunto federación y estado en materia de seguridad
y del combate al COVID-19, las dos grandes prioridades del momento. Una
disminución notable de la violencia del 2017 al 2020, no atribuible sólo al
nuevo gobierno federal de Morena, ni a las estrategias del viejo gobierno por
terminar del PRI en Guerrero, sino al trabajo conjunto, y coordinado.
Y, si en un país plural como México los partidos políticos
de distinta nomenclatura vana seguir existiendo, lo mejor es seguir ese ejemplo
de coordinación, para que se obtengan esos resultados favorables, y extenderlos
a otros campos, por ejemplo al del ataque a los problemas torales de los
ciudadanos como el agua potable, que se acordó acometer en conjunto en
Acapulco, no sólo con la alcaldesa Adela Román Ocampo, que lo solicitó, sino a
través del gobierno del estado, es decir, a través de Héctor Astudillo y las
dos instancias federales involucradas en el tema SEDATU y CONAGUA.
López Obrador tiene claro que haber improvisado un gran
movimiento para arribar a la presidencia de la república venciendo al monstruo
del fraude, el abrió las puertas a todo tipo de personajes capaces o incapaces,
pero que fueron parte de sus alianzas a las cuales habría que pagar el costo
político, pero no querrá que eso siga pasando hacia el futuro, en especial
hacia el 2021.
Pensando no solo en los diputados, el presidente que trae la
agenda de construir un nuevo sistema político y con ello una nueva clase
política, no querrá que entre los 15 gobernadores a elegir en el 21 se cuelen
más como el de Chiapas, el de Morelos, el de Baja California o como el de
Puebla, sino que querrá uno como Héctor Astudillo, cuya opinión podría ser escuchada
a la hora de designar al candidato que se convierta en el próximo gobernador.
De ahí que los amigos de Astudillo lo vean ya como la piedra angular (local) de
su propia sucesión.
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