Por JULIO ZENON FLORES SALGADO
La incorporación del gobernador Javier Corral, de Chihuahua,
a la alianza federalista, formada por gobernadores de diversos partidos
políticos que no concuerdan del todo con las acciones y políticas del gobierno
federal, alimenta el escenario en el que la república mexicana parece enfilada
a partirse en dos polos, rumbo a la elección concurrente del 2021.
Antes de la creación de la alianza de gobernadores, surgida
sobre todo a partir del torpe manejo de la pandemia del COVID-19, diputados
federales y senadores habían ya formado bloques para impedir que la mayoría de
Morena aprobara leyes que dieran marcha atrás a temas de avanzada en política
económica y en otros asuntos en los cuales el actual gobierno federal estaba
buscando crear leyes para una forma de gobierno vertical y dependiente, como en
el pasado, de una estructura prioritariamente presidencialista.
El sistema de frentes y alianzas para hacer contrapeso al
presidencialismo a ultranza de López Obrador, ha funcionado. Incluso en
Guerrero, en donde el voto ciudadano le otorgó a Morena una cómoda mayoría.
Por eso se entiende que los opositores a AMLO busquen llegar
aliados a la elección del 2021, con la idea de cambiar la correlación de
fuerzas en la cámara de diputados federal, mantener los congresos locales y las
gubernaturas y, si se puede, ganar nuevos espacios que equilibren la toma de
decisiones nacionales.
De hecho, las alianzas no son cosa nueva. Fueron éstas las
que hicieron ganar aplastantemente las elecciones del 2018 al hoy presidente de
la república, Andrés Manuel López Obrador, quien pactó con el Partido Encuentro
Social (Hoy transformado en Partido Encuentro Solidario, aún sin registro) y
con el Partido del Trabajo, además de incorporar al torrente lopezobradorista a
liderazgos locales y nacionales tanto del PRI, como del PAN y en especial del
PRD, sin los cuales AMLO no sería hoy presidente. La alianza lograda por el
lopezobradorismo demostró que sí se pueden juntar exitosamente el agua y el
aceite. Desde los revolucionarios cheguevaristas hasta simpatizantes del Opus
Dei, para desplazar a la élite dominante.
En Guerrero, las alianzas funcionaron en más de una ocasión,
en especial para hacer ganar la gubernatura al PRD en dos ocasiones, primero a
Carlos Zeferino Torreblanca Galindo, quien no fue ni antes ni después militante
de ese partido y por el contrario los menospreció y los enfrentó; igual ocurrió
con Ángel Aguirre Rivero, del PRI, quien sí correspondió el apoyo perredista y
se quedó a militar en el Sol Azteca, en donde sigue a pesar de los momentos
difíciles por los que atraviesa.
Morena exhibió ya a nivel nacional a sus posibles aliados
para ganar el 2021: el PVEM (partido lejano por completo de la izquierda de
Morena, ya que es una franquicia de juniors millonarios) y el PT (Partido con
influencia maoísta, pero manejado de manera vertical por Alberto Anaya y
crecido a la sombra del PRI), mientras la oposición del PRI, PAN, PRD y MC
parecen encaminarse para ir juntos a la elección, sin embargo, la cosas no
parecen sencillas, para ninguno de los dos frentes. Pese a todo, esa parece ser
la ruta en Guerrero.
Ambas alianzas enfrentarán el mayor escollo en la definición
del candidato a gobernador y del candidato a la presidencia municipal de
Acapulco, Chilpancingo y Taxco.
En el lado de Morena, con la mira puesta en el 2024, fuerzas
nacionales pelean las gubernaturas desde ahora. Por eso ninguno de los aspirantes
a candidatos tiene nada seguro, ni puede depender de su trabajo territorial o
de grupo. Todos los aspirantes serios tienen que ganar simpatías en la entidad,
mientras paralelamente trabajan en la ciudad de México, para asegurar el
respaldo de alguna de las personalidades y corrientes que se sentarán a la mesa
de negociación entre sí y luego con el propio presidente de la república: eso
mantiene una lista llena de incertidumbre: Pablo Amilcar Sandoval Ballesteros y
su hermana Irma Eréndira, del núcleo lopezobradorista, Félix Salgado Macedonio,
del monrealismo, Beatriz Mojica Morga, del marcelismo; Adela Román Ocampo, del
presidente del partido, Alfonso Ramírez Cuellar y Marcial Rodríguez Saldaña, de
Mario Delgado.
El entrecruzamiento en Morena de su contienda interna por
dirigir el partido, con los intereses de quienes pretenden competir para suplir
a AMLO, deja fuera a un personaje que se empeño en meterse de manera externa a base
de repartir dinero y esperanza entre la parte ingenua de los morenistas que
arribaron por casualidad a algún cargo de representación popular: el magnate
Luis Walton Aburto, quien ante la falta de partido -se lanzó al vacío sin
paracaídas por un mal cálculo al dejar MC- quien se quedó colgado de la brocha.
¿Quién de Morena renunciará a fortalecerse internamente para ceder un espacio a
alguien que no es confiable, que ha traicionado al menos tres veces a la
izquierda?
En el otro polo, la constante parece ser la exclusión: los
que deciden en los partidos de la alianza llegarán con un nombre para vetar, en
vez de proponer. Con cualquiera de esta lista, menos fulano de tal, parece ser
el planteamiento predominante y eso puede dejar fuera a los que ahora parecen
favoritos de la lista extraoficial que ya se maneja:
Héctor Apreza Patrón, Manuel Añorve Baños, Mario Moreno
Arcos, Evodio Velázquez Aguirre, Carlos Reyes Torres, Luis Walton Aburto,
Marcos Efrén Parra Gómez y Javier Saldaña Almazán.
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