Por: Isaías Alanís
En plena emergencia por la pandemia la polarización entre un núcleo de mexicanos que han visto desequilibrados sus deshonestos privilegios, logra cautivar al espejo donde se miran y al reflejar su rostro, y dentro del espejo solo está su ira, entendida como un “sentimiento de enfado muy grande y violento”.
Molestarse por pagar impuestos, licitar obras del estado, colocar en el etiquetado de los productos que se venden y con que porquerías los fabrican, si esto es una asonada contra la libertad, lo otro era un puñetazo a la existencia per se de una república y sus leyes soberanas, donde todo estaba permitido y una complicidad entre empresarios y políticos.
John Steinbeck, en 1939, escrtibió la maravillosa novela tan actual como el Covid19, Las uvas de la ira considerada una novela política dentro de la literatura, yo le agregaría una novela humana, desmoronadora de la sociedad -que pese al tiempo transcurrido desde su escritura- permanece vigente. Lo curioso es que su gestación tiene antedecentes periodísticos. Steinbeck (1902-1968), previo a la novela escribió crónicas sobre la gran depresión en los EEUU. En esta novela plantea la gran disyuntiva que vive una familia. Tom Joad tras cumplir un a condena de cuatro años por asesinar a un hombre con una pala. Se encuentra con el predicador Jim Casy, que le cuenta los actos lujuriosos que realizó siendo reverendo.
En la vieja granja de Joad, todo está en ruinas, los banqueros expulsaron a los granjeros arrendatarios. La economía es un desastre debido a la caída de la Bolsa en 1929, y los dueños desechan la mano de obra al tecnificar la agricultura. Abandonan las casas que habían ocupado durante generaciones y migran hacia California donde se supone hay tierras y trabajo. En las Uvas de la ira, Steinbeck, novela prohibida, quemada públicamente y considerada un manifiesto comunista, difunde los valores de la dignidad humana, sus heroes son laboristas expulsados de su heredad que buscan una casa donde vivir.
Este escenario saca a la luz la intromisión de los dueños del gran capital en la vida de los seres humanos. En EEUU el supremasismo racial, se asemeja al onanismo histérico de los narcisos mexicanos y su arremetida a través de organizaciones empresariales, y núcleos de la derecha contra el presidente. -Se este de acuerdo o no con él-. Esta actitud se ubica en el contexto mexicano, esencialmente con los mismos personajes de la novela que expulsaron a los granjeros de sus tierras.
En tanto la inmovilidad humana, producto de la pandemia, es un ensayo para abrir una senda para cambiar modos de producción y formas de ser y estar, así como de la movilidad humana que tiene que ver con migraciones forzadas, viajes de recreo y de aventura.
Al sábado pasado “los casos acumulados de Covid-19 en México sumaban 113 mil 619, con 3 mil 593 notificados en las últimas 24 horas.
Mientras leemos restas y sumas de muertos por pandemia, no sabemos cuantos mueren por diabetes en México cada año; en tanto, en Jalisco, las marchas contra el asesinato de
Giovani López, un obrero de la construcción ultimado a golpes por policías de Ixtlahuacan de los Membrillos, jovenes manifestantes jaliscienses lo empatan con la muerte de George Floyd a manos de policías de Minneapolis. Dos ejes de una misma rueda y en pancartas que recorrieron las calles de Guadalajara en las cuales se leen los nombres de otros seres asesinados por la brutalidad policiaca, Breonna Taylor de 27 años, que según la revista Roling Stone como lo señala Jamil Smith: “Taylor era una heroína para muchos estadounidenses antes de que ellos lo supieran”, la joven fue asesinada el 13 de marzo en su departamento de Loisville (Kentucky), la joven afroamericana fue ultimada por la policía con ocho impactos de bala, en una supuesta operación antidrogas. Tener la piel negra, le costó la vida por sospechr que participaba en acciones ilícitas, cuando se dedicaba a salvar vidas de blancos y negros por la pandemia del Covid19 y otras afeccciones.
Ejemplos de crímenes en tiempos de pandemia. Dos ejes de la carreta social que no perdona la violencia de estado en contra de ciudadanos, y del mundo dada la velocidad con que fluyen los mensajes no solo en periódicos y en las fugaces y veloces redes sociales, la marcha de los acaeceres cotidianos en automático son vistos, leídos en segundos por millones de personas. Esta velocidad de la comunicación ha cambiado lo que deben de ser los actos de gobierno. Si el presidente da el banderazo al Tren Maya en una vieja máquina sucia y graffiteada, de inmediato es pasado por el tamiz de la crítica en todos los medios, eso es muy sano por el bien de la república y el equipo del presidente lo debe escuchar para futuro actos de esa naturaleza.
Si el gobernador de Jalisco Enrique Alfaro comete un desacato, es visto, leído y censurado o aceptado pese a que intente salvar el pello inculpando a terceros: “Intereses que vienen no sólo desde los sótanos del poder en la Ciudad de México, sino otros que podrían tener infiltrada a la Fiscalía de Jalisco para que policías ministeriales obedezcan instrucciones de la delincuencia organizada, son los responsables de la violencia contra los asistentes a la manifestación y de las privaciones ilegales de la libertad realizadas por funcionarios de la Fiscalía el viernes” (La Jornada/7/junio/2020)
Esta declaración del pasado sábado de Alfaro es por demas elocuente. Vincular al gobierno federal por las marchas y a su policía que recibe ordenes del crimen organizado, es mentir y motivo suficiente para que los jaliscienses lo saquen de la casa de gobierno por no poder gobernar ni a su policía.
En estos tiempos de incertidumbre existencial, recomendado leer Las uvas de la ira y realizar una reflexión paralela entre la gran depresión económica del siglo pasado y la actual gracias al neoloberalismo puesto a secar por un virus que ha modificado la visión que los ciudadanos del mundo teníamos de la vida, hoy hundida en un paraíso de confort virtual e inmóvil más letal que las balas que mataron a una afronorteamericana por sospechar de ella, los golpes que segaron la vida a un albañil por no llevar cubrebocas y el asalto histérico de la derecha para derrocar a un presidente.
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