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Baby´O Parte 3: El paraíso de los poderosos


Alejandro Basteri, Carlos Slim Domit, Maki, Miguel Díaz y demás amigos. Foto:Cortesía/Archivo Quién®

Este artículo fue publicado en la edición 257 de la revista Quién -Rey Juan Carlos en portada-. Si deseas conocer más de este número puedes adquirirlo en su versión digital en los siguientes links:

Los "hijos de papi" son una creación de los años 80 que el Baby'O mimó y sufrió. El presidencialismo de José López Portillo, Miguel de la Madrid y Carlos Salinas de Gortari bañaba de soberbia a los hijos de la cúpula política, rebeldes ungidos de las canonjías paternas. "Esos hijos de políticos entraban con (metralletas) Uzi quitando cadenas. Me balearon tres veces la entrada -cuenta Carlos García, gerente del Baby en tres distintas décadas-. Alcohol, prepotencia, poder: todo se conjugaba".

Paquito, Yoyo, Chamaco... los motes cándidos con que el Baby recuerda a Francisco Durazo Garza -en los 80 el veinteañero hijo del temible jefe de la Dirección General de Policía y Tránsito, Arturo Durazo- son una ironía que atenúa el terror que sembraba al entrar en la disco. "Se portaba muy mal. Con 20 años y ese poder era imparable", dice el ex gerente Jesús Mondragón Mamey. Nadie olvida un día de los 90, cuando Paquito se peleó con Javier Vázquez -miembro de la familia Vázquez Raña- y sus escoltas. O cuando ordenó a sus guaruras enfrentar a Beto Checa, amigo de los dueños del antro y leyenda del puño limpio en el Baby. "Cuando esos hijos influyentes querían entrar con guaruras y armas, les decía: no, yo te cuido y estás seguro", cuenta García.

Pero, finalmente, el ex gerente descubrió la única manera para meterlos en cintura: "Hacernos sus amigos".

"Seguirá abierto [el Baby] porque Acapulco va a regresar", Lalo Césarman.

La técnica, sin embargo, no era infalible. Mario Moya Palencia empezó como cliente del Baby'O en el ocaso de los 70, tras ser secretario de Gobernación. "Se sentaba con los meseros hasta las 6 am", recuerda Eduardo Césarman, dueño de la disco. Pero se volvió un habitué ya como titular del Fonatur. Y heredó ese gusto a su hijo, Mario Moya Ibáñez. "En Acapulco, al hijo se le tenía miedo, y pesaba. Por eso todos le hacían fiesta", dice Eduardo López, célebre cadenero del puerto. "El Gordo Moya era un nefasto", suelta el ex gerente del Baby Juan Carlos Legarreta.

Roberto Slim y Thalía. Foto:Cortesía/Archivo Quién®

Novio de la conductora británica de TV Samantha Juste , Mario hijo era atendido una noche de hace casi tres décadas por José Luis Tellechea El Puma. De pronto, su guarura de dos metros, El Chiquilín, invitó hot dogs a varios empleados de la disco en un puesto de afuera. Mientras comían, un coche se paró atrás del de Moya. Al Chiquilín le brotaron malos modales. El Puma recuerda la frase que desató la ira: "Váyanse a la chingada. No se pueden parar aquí". Del coche bajó un joven: "Quítame si puedes". "El Chiquilín hizo la finta de que iba a sacar una pistola -recuerda el mesero- pero en ese instante alguien le tiró. Murió, y él tuvo la culpa".

Una persona entró a avisar a Moya que habían asesinado a su guarura: "Moya salió, dijo: ‘Ah, gracias' y volvió a entrar al Baby'O", dice Lalo, el cadenero. Pero varios empleados lo sacaron para llevarlo a su casa. "Recuerdo perfectamente que cuando se iba -añade el gerente Mamey- lo tuve que corretear: no había pagado la cuenta".

DJ CHARAL
El actual DJ, Darío Gómez, fue una apuesta arriesgada. En 1991, apenas contratado, se aferraba a poner house cuando el Baby se regodeaba en el pop. Pero con el punchis punchis el antro se volvió un laboratorio cuyos clientes pasaban a su cabina para mostrarle qué sonaba en clubes de Ibiza o Londres donde acababan de estar.

Y Darío se habituó a que el jet-set se echara palomazos desde su área de trabajo. Ahí arriba han tomado el micrófono Cristian Castro, Paulina Rubio, El Buki, Luis Miguel. Pero el único que puede manejar sus consolas y orientar la noche a placer es Carlos Silm Domit. Su clic con Darío fue doble: ambos enloquecían con las carreras de autos y con la banda australiana AC/DC. Al hijo del hombre más rico de México le enseña mañas como: "Las chavas son quienes empujan tu noche". Es decir, le sugiere ver si bostezan, si golpetean con los pies o no bailan. "Poner una canción de striptease a las 2 am -argumenta Darío- no tiene el mismo efecto que a las 5 am, una hora cachonda".

Miguel Díaz, Carlos Slim Domit y Dano Gómez. El Charal siempre tiene su emsa reservada en el Baby Foto:Cortesía/Archivo Quién®

El mesero Puma jura que hay clientes que no creen lo que descubren.

-¿Ese que pone la música quién es?-, le preguntaron hace poco.

-Carlos Slim, ¿no ves?

-¿Trabaja aquí?

-Sí.

-¿Y cuánto le pagan?

-Imagínate, una fortuna.

Julio Iglesias con un grupo de amigas. Foto:Cortesía/Archivo Quién®

JUDÍOS Y LIBANESES

Los preceptos religiosos no definen al Baby, aunque las diferencias religiosas se sienten. En los 90 había una frontera rígida. Estación 1, frente libanés: los Slim, Nahul, Name, Casis, Hajj, Aboumrad. Estación 2, frente judío: Helfon, Fastlich, Yedid, Farah, Atri. "Era la Franja de Gaza", ríe el gerente Miguel Díaz.

"Yo por eso les decía: ‘Todos somos hijos de Dios, echen desmadre'", exclama Mamey. Lo cierto es que los ricos iban al antro. "Nuestro éxito económico era real", dice el ex gerente García, quien comandó el alumbramiento de los 18 antros hijitos del Baby, entre ellos el Baby Rock Cuernavaca y el Mamy'O DF.

La densidad que impregnaban a la atmósfera empresarios y políticos de diversas geografías, como el ex secretario de Estado Henry Kissinger, se aligeraba con deportistas y artistas. En su era dorada con el Real Madrid, Hugo Sánchez se acordaba de su compadre Manenco López cuando lo entrevistaban en España. El goleador mandaba saludos a su "compadre Manenco", mesero afro, costeño y bravucón, su camarada desde que llegaba al Baby en su Jaguar gris. Lucía Méndez, Emmanuel, Juan Gabriel y otros se movían en el antro como en casa. Para poder divertirse, Verónica Castro dejaba a su hijito Cristian en la cabina de audio, desde donde él fisgoneaba.

Y José José, al concluir su show en La Nao de China se echaba ahí unos J&B para después, en la mañana, ir con El Puma al Mercado Central a comer pancita.

Giovanni Dos Santos con Belinda, cuando aún andaban. Foto:Cortesía/Archivo Quién®

¿ ESTE TIPO DE GENTE?

Cotorreando con amigos, con drink en la mano y frente a chavas desquiciantes como las Spice Girls, Ivanka Trump o Kylie Minogue, los principios ideológicos (si los hay) mueren. "Jorge Emilio González, El Niño Verde; Alfredo del Mazo Maza, todos los políticos jóvenes de cualquier partido en el Baby son cuates y se sientan juntos y brindan juntos", dice Césarman. Y lo mismo los empresarios: Ricardo Salinas Pliego (o sus hijos Ninfa, Benjamín y Hugo) pueden convivir con Emilio Azcárraga Jean.

Pero el Baby podría dejar de ser pronto el peace and love de los poderosos. La captura de Édgar Valdez La Barbie y la muerte de Arturo Beltrán han aumentado exponencialmente la violencia en Acapulco. Si en un día el antro recibía 800 personas, hoy llora veladas con sólo 50. La mañana del sábado 6 de agosto de 2012, la disco aún vivía la cruda de la noche. A las 11 am, en la calle de atrás, Castillo Brotón, un taxi VW fue baleado y quemado. La Policía Estatal halló un hombre calcinado y tres narcomensajes. Ante la violencia y la escasa clientela, 10 trabajadores ya dejaron el antro para entrar al nuevo bar capitalino Obelisco.


Anahí bailando en el Baby. Foto:Cortesía/Archivo Quién®

¿Puede sobrevivir el Baby'O si mantiene ese espíritu ultra selectivo que dejaba multitudes afuera? "No podemos echar atrás esa visión de negocio de 35 años", dice el gerente Miguel Díaz. Directivos de la disco se han reunido con el gobernador Ángel Aguirre para pensar cómo recuperar al turismo. No será fácil con cabezas, mutilados y cadáveres en la calle. Hace poco, El Puma, el mesero más antiguo del Baby, recibió a un cliente consentido y a su novia. Cuando tomaban la primera copa de champaña y vieron quiénes se divertían en el antro, el comensal dijo: "¿Este tipo de personas van a entrar toda la noche?". "Es lo que hay", respondió el mesero. "Pásame la cuenta. Me voy", dijo el cliente.

En efecto, el Baby'O se vuelve una nueva disco. Hoy la pueblan personas que piden explicación sobre bebidas que desconocen, que se quejan de los precios y exigen quebraditas o reggaetón. "Y hay que dejarlos entrar para que haya gente", cuenta El Puma.

¿Aún es negocio el Baby? "Eso no importa -dice el propietario Césarman-. Si fue negocio 35 años, ¿voy a dejarlo si dos años no lo es? Seguirá abierto porque Acapulco va a regresar".


Arturo Elías Ayub en sus años mozos. Foto:Cortesía/Archivo Quién®


NOSTALGIA
Salvo en puentes, cuando vuelve algún cliente clásico, el Baby se vacía de glamour y poderosos. Fredy Helfon acude acaso una vez al año, El Charal Slim rara vez se aparece, lo mismo que Cristóbal y Emiliano Salinas. Persiste la nostalgia: por las propinas del 100 por ciento del consumo del Pollo José Burnstein, por la visita antediluviana de Rod Stewart, por los días en que Jaimito Camil andaba con Thalía y la hacía de capitán con una carrillera zapatista llena de muppets. Por las entradas triunfales de Julio Iglesias o Julio César Chávez. Por los festivales Acapulco y Acafest y hasta por los promotores de la Costera, que molestos porque el Baby no daba comisión, alejaban a los turistas porque era un antro "de gays".
En su mesa, la 21, el anfitrión y director general Carlos Pietrasanta Gardel se ha ido quedando solo.
Si hace tres años el Baby prescindía de guardias, ahora tiene 12. Siempre de blazer negro, Urbano Zamora Ventura, Zamora, no puede dejar de sonreír aunque debería ser el más malo del antro. Moreno, bajito, de músculos tiesos y pecho prominente, es el jefe de puerta aunque lo suyo es la lucha libre.Quien le estreche la mano estará saludando a Powerman, enmascarado de la Arena Acapulco. Celular, radio y chicharito para comunicarse con Gardel, que desde la cabina decide quién entra en la disco mediante un monitor, Zamora es un titán. Sale de la disco a las 8 am, llega a su casa a las 9, se acuesta a las 11 y a las 2 pm se levanta. Hace pesas, se inyecta Neurobión para aguantar el ritmo y atiende a cinco hijos y su esposa. Combate en la arena a las 6 pm y de ahí se va al Baby. Así desde hace 22 años. Ha armado un cuerpo de seguridad con varios gladiadores. Son guardias Los Hermanos Silver, cuida la "barra de la muerte" Pez Tigre, Mr. Smith controla el cover y Pez Tiburón y Saeta atienden la recepción. Para conocer la clase que posee el jefe de seguridad del Baby, basta un día- logo reciente:

Una chica se molesta porque Zamora no le permite el acceso.

-¿Cómo es posible que tengas esta belleza aquí parada y no la dejes pasar? Mira nomás -la joven desliza sus manos sobre la cadera-.

-Me engalanas la puerta.

-Zamora, ¿me vas a dejar pasar o no?

-Ya te enojaste. Te ves mucho más bella así.

Al final admite su ingreso mientras otra chica, igual de linda, lo mira suplicante.

-Puedo enojarme igual que ella, ¿eh?

-Todas son bellas y van a pasar-, contesta él.

Esa noche, la segunda chica también pasó.

"Aníbal, las mujeres son autoritarias", me explica Zamora.

Alejandro Fernández gustaba de ir al Baby. Foto:Cortesía/Archivo Quién®


LA DISCO MÁS INCREÍBLE

Pido a Gardel, cerebro y símbolo de esta discoteca desde hace 34 años, que me nombre la mujer más hermosa que vio ahí. "Geena Davis -dice-, la mujer de mis sueños".

-¿Es cierto que Brooke Shields (que visitó el antro a fines de los 80) moría por ti?-, le digo al director general de la disco.

-No lo califico así.
-¿Cómo fue?

-De La laguna azul la llevé a la Laguna de Coyuca. Cuando llegamos, su guarura le dijo: "Me voy, aquí no te pasará nada: estás con Gardel". Era hermosa, por dentro. Fue un idilio corto y hermoso.

Gardel me pasa su celular: "Con esta luz no veo. ¿Marcas a la señorita Laura? -me pide-. Sí, la que estás pensando".

Marco y habla por el altavoz.

-Mi amor, ¿cómo te va?-, dice él.

-Gardel, mi amor. ¿Vienes mañana a mi fiesta?

-Mi vida, puntual a las 8:30 de la mañana-, añade Gardel.

-¿De la mañana?

-Es broma. Vas a decir, ¡que no pase el desgraciado! A la noche estoy ahí. Te quiero mucho.

Gardel me hace una propuesta:

-Mañana cumple años la señorita Laura y viene. ¿Te quedas?

-Salgo de madrugada -le respondo-. Y ya son las 10 pm.

-¡Vamos! Así juzgarás. Dirás: "Estuve ahí y pasó así".

-Mi artículo no es sobre la señorita Laura.

-Escúchame: te doy una suite en Las Brisas y sos mi invitado al cumpleaños de "¡Que pase el desagraciado!"

Hace 35 años, con amigos futbolistas, entre ellos Osvaldo Castro Pata Bendita, Gardel solía vacacionar en Acapulco. Vendía bolsas de piel al Baby, de su amigo Rafael Villafañe. Tiempo después, el gerente Fernando Álvarez, La Beba, lo invitó a unirse a la disco.

Le pido repasar con la memoria la noche más memorable desde el 77. El hombre de 50 y pico de años resopla abrumado mirando, por el ventanal del restaurante Los Navegantes, la marquesina de su Baby. Ahí dentro ha vivido unas 12 mil noches. "Gardelito -me explica para que no pida milagros-: ya tengo que ver mi licencia cada mañana para saber cómo me llamo...".

Son las 11 pm. Por la puerta del Baby'O, un viernes, no entra nadie. Puerta abierta, escalinatas vacías y el jefe de seguridad, Zamora, callado con sus cadeneros junto a una Costera desolada.
-¿Cómo ves a Acapulco?-, pregunto a Gardel.

-Se exagera: estamos frente a la calle en una vitrina que parece Sears y sin miedo. ¡Aguas, una granada!-, bromea gritando y tapa su cara.

-¿El Baby está en crisis?

-Es real.

-¿Qué sientes?
-Es una vida entera, hermano. Yo aquí me quedo pase lo que pase.

-Hoy El Puma se molestaba de que dejen pasar gente que nunca hubiera entrado-, le digo.

-Tiene razón. Lo que dice es: "¿Ya nos estamos bajando los calzones volviéndonos otra cosa? ¿O cerramos?"

-Bueno, has dirigido la mejor disco de México.

-No. A la disco más increíble del planeta.




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