por Julio Zenon Flores
El nombre de Ricardo Salinas Méndez empezó a asomarse con fuerza como la posible apuesta del felixismo para disputar la presidencia municipal de Acapulco en 2027.
Lo que hace unas semanas parecía una especulación marginal hoy empieza a perfilarse como un movimiento calculado, meticuloso y cargado de señales internas.
Su rápido posicionamiento mediático tiene varias lecturas:
Hasta el tercer trimestre de 2025, las dos figuras que representaban de manera natural la continuidad del grupo dominante eran Yoloczin Domínguez Serna, diputada federal y operadora disciplinada de la corriente, y Joaquín Badillo Escamilla, diputado local que había escalado con habilidad su relevancia desde su incorporación tácita al bloque felixista.
Ambos bien colocados en encuestas, con presencia territorial y trabajo visible.
Sin embargo, Morena en Guerrero —y particularmente la estructura encabezada por Félix Salgado Macedonio y respaldada por la gobernadora Evelyn Salgado Pineda— nunca ha mostrado temor en mover el tablero sin avisar. El surgimiento de Ricardo Salinas Méndez se interpreta justamente así:
un relevo inesperado, bien pensado, y que reordena las piezas sin necesidad de romper nada ni de confrontarse con nadie.
El ascenso mediático y político de Ricardo Salinas no es accidental.
Su presencia en los últimos meses, en los que ha puesto de relevancia que la administración y gestión de recursos no está peleado con la supervisión práctica de la aplicación en el terreno, para evitar desvíos, responde a un patrón ya conocido del felixismo:
colocar un cuadro bajo el reflector para medir su resistencia, evaluar su tracción social y, sobre todo, observar la reacción de los aliados… y de los adversarios internos a la vez que desmiente las versiones circulantes de que no tiene cuadros varones. Vaya que los tiene, y de peso.
La lógica del grupo parece indicar que si Yoloczin y Badillo crecieron, fue porque se les permitió crecer; es decir, el felixismo tiene espacio y libertad para integrantes, a nadie se coarta, aunque algunos, como Sofío, se disparen como en balacera del viejo oeste.
Si ahora se replantea el escenario, es porque la autoridad real del movimiento decidió que puede haber un perfil con menos desgaste, mayor control y mejor narrativa para un Acapulco que llega fracturado, inseguro y con exigencias de reconstrucción política, en donde se cultiva un fuerte electorado que exige caras nuevas y no se casa con un solo partido político.
El mensaje político de Félix Salgado, al impulsar o al menos avalar a Ricardo Salinas (Porque Salinas tiene su propia tracción) es también una demostración de fuerza, parte del reconocimiento de que en Guerrero, Morena compite más contra sí mismo que contra la oposición.
En este sentido, el acto de sacar una nueva carta no es un simple ajuste:
es una advertencia interna, una demostración de que FSM sigue teniendo la capacidad de elegir, mover, descartar y reposicionar, sin que ninguna otra corriente pueda imponerle condiciones.
En este periodo previo al 2027, todavía no formalmente electoral, el mensaje está dirigido a varios destinatarios:
A los aspirantes internos: el que piense que la carrera está cerrada, se equivoca.
A las otras corrientes morenistas: el felixismo no solo controla el aparato, sino también la narrativa y los tiempos.
A los actores federales: Acapulco no es territorio arrebatado a los felixistas, y la decisión sobre su sucesión no se negociará fácilmente.
La eventual postulación de Salinas Méndez refleja un felixismo revitalizado, confiado en su capacidad de reordenar la baraja y de imponer una candidatura sin fracturar el bloque, por lo menos hasta este momento.
Aunque eso está por verse, pues la realidad es que ni Yoloczin Domínguez Serna ni Joaquin Jacko Badillo han perdido empuje en su trabajo territorial y mediático, por lo que la nueva figura felixista no merma sino suma variables.
Lo que viene será un juego de lealtades, exhibiciones públicas, mediciones internas y, como es tradición en la casa, decisiones tomadas desde un círculo muy pequeño donde solo caben Félix, Evelyn y unos cuantos operadores más a quienes se puede cooptar o avasallar.
Por ahora, el mensaje está enviado:
el felixismo puede cambiar de carta en cualquier momento… y todos tienen que alinearse.
Si Ricardo Salinas Méndez se consolida en los próximos meses, no solo será una candidatura nueva; será la confirmación de que la sucesión en Acapulco pasa —y seguirá pasando— por la mano de Félix Salgado Macedonio.
¿Quién crece? ¿Quién se disciplina? ¿Quién se rebela?
El próximo año lo sabremos y veremos de qué está hecha la oposición.
0 Comentarios