El silencio morenista y la sucesión acapulqueña

Por Julio Zenón Flores

Mientras los reflectores de la política guerrerense apuntan hacia la sucesión en la gubernatura, en Acapulco reina un silencio estratégico entre los aspirantes de Morena a la presidencia municipal. Y es que, como dicta la vieja lógica priista que sobrevive camuflada en la política guinda, "el que se mueve no sale en la foto". La mayoría de los suspirantes prefieren esperar a que el panorama se aclare arriba, antes de lanzar sus cartas sobre la mesa. Es un ajedrez de cálculo fino, donde cada grupo mide fuerzas para no exponerse antes de tiempo.

En este escenario, no es casual que el grupo felixista —alineado con el senador y Félix Salgado Macedonio— concentre sus energías en mantener la gubernatura bajo control, mientras que el grupo de Jacinto González, actual dirigente estatal de Morena, podría reclamar Acapulco como cuota de poder si el equilibrio se mueve. Entre estos dos polos se mueven otros morenistas que, sin grupo definido, podrían aspirar a espacios menores: sindicaturas, regidurías o diputaciones locales, esperando que los astros —o más bien, el centro— alineen sus designaciones.

Pero más allá de las especulaciones, lo cierto es que Morena llega al 2025 debilitado en Acapulco. La feroz campaña interna contra la alcaldesa Abelina López Rodríguez, protagonizada por actores de su propio partido, ha minado la cohesión morenista. Los ataques —muchas veces desproporcionados y con claros tintes misóginos— han dejado heridas que no sanarán fácilmente. Y eso lo saben bien quienes miden el "voto bisagra", ese que no está casado con nadie y define elecciones reñidas.

La más reciente encuesta de Trasfondo Informativo, con metodología presencial y levantamiento en los siete distritos locales de Acapulco, pone a Yoloczin Domínguez Serna, en primer lugar entre los aspirantes morenistas. Le siguen Javier Taja Ramírez, y en empate técnico Marco Tulio Sánchez Alarcón, diputado local con presencia territorial, y el empresario Joaquín Badillo Escamilla, que ha tratado de posicionarse como opción moderna y empresarial.

Pero mientras los morenos se desgastan o se contienen, Yoshio Ávila González, de Movimiento Ciudadano, va avanzando a paso constante. El líder opositor ha logrado una narrativa de cercanía con la gente, sin romper con la estética guinda, e incluso apareciendo al lado de figuras morenistas, con la clara intención de jalar parte del voto de ese sector desencantado. MC ya gobernó Acapulco en la era de Luis Walton y, con su ascenso nacional, podría dar una sorpresa si logra capitalizar el voto de castigo.

En la izquierda tradicional también se mueve Evodio Velázquez Aguirre, exalcalde perredista que busca revivir a un PRD moribundo. Su nueva estrategia lo aleja del PRI y PAN, y apuesta por un PRD independiente y de causas. Su posible postulación —acompañado de jóvenes con narrativa fresca como la nieta del Rey Lopitos— podría conectar con sectores urbanos que buscan una opción no morenista, pero sin renegar de sus causas.

La derecha, por su parte, no tiene muchas cartas. La alianza PRI-PAN parece debilitada, aunque no muerta. Pilar Badillo, diputada local con discurso fuerte y claridad en tribuna, podría encabezar una opción competitiva si logran reagruparse, aunque hoy sus posibilidades se ven limitadas por la dispersión de liderazgos y la falta de estructura.

Morena aún parte como favorito en el puerto, pero el desgaste institucional y la lucha interna pueden costarle muy caro. Si el partido no reconstruye consensos y presenta una candidatura unificadora —no impuesta desde el centro— podría abrirle la puerta a una contienda de tercios: Morena, MC y PRD, cada uno con fortalezas distintas y aspiraciones reales.

En un Acapulco harto de simulaciones, la elección del 2027 no se ganará solo con siglas, sino con candidaturas sólidas, cercanas a la gente y capaces de responder a las múltiples crisis que atraviesa el municipio. Y en eso, hasta ahora, el silencio morenista dice más que mil palabras.

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