El PRD en Guerrero: ¿resurrección o espejismo?


Por Julio Zenón Flores

Contra todo pronóstico nacional, el PRD sobrevivió en Guerrero. Mientras en el resto del país el sol azteca se extinguía tras las elecciones de 2024, en esta entidad logró conservar registro como partido local, mantener presencia en el Congreso estatal y retener una docena de presidencias municipales, incluida Chilpancingo. Esto no es un dato menor, sino la evidencia de que el perredismo guerrerense aún tiene oxígeno político.

Pero ¿qué tan reales son sus posibilidades en el proceso electoral de 2027, donde estará en juego la gubernatura, el Congreso local, las alcaldías y los escaños federales?

En primer lugar, hay que entender que el PRD local no se aferró a las alianzas que lo llevaron al borde de la irrelevancia. Se deslindó del bloque PRI–PAN y buscó reposicionarse como una izquierda alternativa a Morena. La apuesta es clara: construir una "alianza de izquierdas" con el PT y sectores disidentes de Morena, lo que le permitiría ser factor de negociación en la gubernatura y ganar fuerza en diputaciones y municipios.

El partido cuenta con una base real: más de 157 mil afiliados registrados ante el INE, más del doble que Morena en Guerrero. Tiene estructura territorial, presencia en zonas urbanas y rurales, y cuadros con experiencia. Además, si se concreta la reforma constitucional que prohíbe candidaturas de familiares de funcionarios en funciones, muchas dinastías podrían quedar fuera, abriendo espacio para nuevos liderazgos que el PRD podría capitalizar.

Sin embargo, no todo es optimismo. La violencia política sigue siendo una amenaza latente: la consejera estatal perredista asesinada en 2023 fue solo una de muchas víctimas en Guerrero. También enfrenta el reto de reinventarse sin repetir los errores del pasado: las alianzas antinatura y las candidaturas impuestas que lo alejaron de su base social.

El escenario más favorable para el PRD sería formar parte de una gran coalición de izquierda que le permita conservar y ampliar espacios sin renunciar a su identidad. Pero si decide ir solo, podría al menos aspirar a refrendar su registro y mantener algunas alcaldías y diputaciones, especialmente en zonas donde el descontento con Morena crece por inseguridad, marginación y abandono.

En conclusión, el PRD en Guerrero no está muerto. Tiene una última carta que jugar en 2027. Si la juega bien —con alianzas inteligentes, cuadros renovados y un discurso de cercanía con la gente— puede no solo sobrevivir, sino incidir en el futuro político del estado. De lo contrario, corre el riesgo de convertirse en un espejismo más en el desierto electoral del sol azteca.

Publicar un comentario

0 Comentarios