Por Julio Zenon| Abril 2025
A las cinco de la mañana, cuando Acapulco apenas empieza a despertar, muchos operadores del transporte público ya están en la calle. Pero este abril, en vez de arrancar motores, varios han optado por cerrar las puertas de sus unidades, encerrarse en casa… y rezar. La razón: las amenazas del crimen organizado.
Durante lo que va de abril, rutas completas como Hospital-Renacimiento y Hospital-Coloso suspendieron sus recorridos. Los choferes no lo hicieron por protesta sindical ni por aumento de tarifas. Lo hicieron por miedo. "Si no pagas, te matan. Y si hablas, también", confiesa uno de ellos bajo anonimato. Así de crudo.
Los grupos delictivos no sólo exigen "cuotas" a operadores, sino que imponen horarios, rutas e incluso amenazan a usuarios. Los asesinatos de taxistas durante la Semana Santa son solo la punta visible del iceberg de violencia que se vive en el transporte público de Acapulco. En solo 48 horas, la ciudad reportó más de una decena de homicidios, varios relacionados con el gremio.
El mensaje es claro: el transporte está secuestrado.
Una respuesta reactiva, no estructural
La respuesta del gobierno ha sido inmediata, pero no suficiente. Los operativos conjuntos entre la Policía Estatal, Guardia Nacional y Sedena han servido para reactivar el 70% del servicio, pero no abordan la raíz del problema: la impunidad, el control territorial de los cárteles y la ausencia de inteligencia criminal enfocada en el sector transporte.
Blindar las rutas durante unos días puede ser útil, pero no es sostenible. Los transportistas lo saben. "Cuando se va el Ejército, vuelven ellos", dice otro operador de combi. Sin una estrategia integral que combine seguridad, tecnología, inteligencia y fortalecimiento de liderazgos comunitarios, la paz será temporal.
La esperanza flota: el Maribús y la diversificación del transporte
En este clima tenso, surge el anuncio del "Maribús", un sistema de transporte marítimo que pretende conectar zonas clave del puerto. El proyecto, presentado por Claudia Sheinbaum, ha sido recibido con entusiasmo, pero también con escepticismo. ¿Podrá un nuevo sistema evitar la corrupción, el abandono o la infiltración del crimen?
Hacia una estrategia real: seguridad con rostro humano
La solución al caos del transporte en Acapulco no llegará sólo con más patrullas. Se necesita una política pública que incluya:
Mapas de riesgo con enfoque territorial.
Protección directa a operadores mediante botones de pánico, cámaras y geolocalización.
Línea directa con fiscalía y fiscalías móviles para denunciar sin represalias.
Apoyo psicológico y económico a víctimas del sector.
Limpieza institucional en concesiones y sindicatos cooptados por el crimen.
El transporte público no puede seguir siendo un terreno de nadie. O se recupera la confianza, o se pierde el control de las calles. Lo que está en juego no es solo la movilidad: es la vida de miles que, cada día, suben a una unidad con más miedo que destino.
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