Por Julio Zenón Flores
En un momento en que la
derecha, representada por el PAN, percibió una supuesta debilidad en el
gobierno de Guerrero y buscó capitalizar el tumulto generado por el asesinato
del normalista Yanqui Khotan Gómez Peralta a manos de policías estatales, la
gobernadora Evelyn Salgado Pineda demostró su determinación y firmeza. Anunció
el inicio del proceso para destituir a la Fiscal General del Estado, teniente
coronel Sandra Luz Valdovinos Salmerón, y aceptó la renuncia del secretario de
Gobierno, Ludwig Marcial Reynoso Núñez, y del secretario de Seguridad Pública,
Rolando Solano Rivera, debido a su notable incompetencia en el manejo del caso.
La gobernadora de Guerrero
se anticipó a los actores políticos que no dudaron en utilizar la tragedia para
fomentar el caos y desestabilizar la paz en Guerrero. Con su firme golpe en la
mesa, les tomó la delantera.
Pero eso no fue todo; la
mandataria evidenció con esta acción no solo su capacidad de liderazgo en
tiempos difíciles, sino también su empatía hacia los compañeros y familiares de
la víctima. Ellos, además de exigir el esclarecimiento total y el castigo por
el crimen, demandaban la destitución inmediata de al menos dos de los
funcionarios (sin incluir a Ludwig).
La dimisión de los
mencionados y la destitución de la Fiscal señalan que el compromiso de la
gobernadora de no obstruir la investigación, sino más bien facilitarla en todo
lo posible y actuar con absoluta transparencia, no es solo retórica, sino una
realidad tangible. Esta es una actitud raramente observada en la clase
política, que generalmente se aferra al poder y prioriza su principio de
autoridad sobre todo lo demás.
Con estas medidas, Evelyn
asumió la responsabilidad frente a la insostenible trayectoria de ineficiencias
y la falta de resultados de la Fiscal General, quien ya debería haber sido
removida hace tiempo y a quien incluso el Congreso de Guerrero parecía temer,
ya que nunca se atrevió a convocarla para rendir cuentas. Esto dejó en
evidencia la aparente pusilanimidad de la comisión de justicia, que permaneció
silente y subordinada ante la ausencia de resultados.
La fiscal se había vuelto
insostenible; no solo por la falta de resultados, sino también por violar los
derechos de los trabajadores de la fiscalía y mermar el rendimiento de las
áreas especializadas en peritajes. Su falta de control sobre la dependencia
facilitó la fuga de uno de los policías implicados en el asesinato del
normalista, abriendo la puerta a un posible montaje en favor de los
responsables.
En cuanto al secretario de
Seguridad, parece que pagó el precio de su inexperiencia al confiar en el
informe de sus subordinados, quienes ya habían cometido un abuso de autoridad
al disparar contra una persona. Esta versión se convirtió en la narrativa inicial
de la autoridad, poniéndola en una posición comprometedora ante la opinión
pública.
Por su parte, Ludwig no
estuvo a la altura de las expectativas de su cargo. Dejó que el secretario de
Seguridad Pública, quien carecía de experiencia en comunicación, divulgara la
primera información sobre el incidente, en lugar de liderar la gestión de la
crisis como responsable del gabinete de política y seguridad de Evelyn Salgado.
Su ciclo terminó con este manejo deficiente de la situación al frente de la
secretaría.
La destitución y las
renuncias no solo reafirman la posición de la gobernadora ante la opinión
pública, enviando el mensaje de que hay una líder al mando y que no tolerará
irregularidades bajo su gobierno, sino que también le brindan la oportunidad de
fortalecer, a mitad de su mandato, áreas gubernamentales críticas que han
dejado mucho que desear en su desempeño.
Nos queda la certeza de que
hay una gobernadora firme y transparente. Esta actitud revitaliza al gobierno
estatal en su segundo trienio.
Veremos qué sigue.
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