Gallery

header ads

Acapulco, el turismo y la percepción de inseguridad



Por Julio Zenón Flores Salgado

El arribo del sexto crucero turístico de la temporada a Acapulco, este miércoles 7 de diciembre, es un eslabón de la evidente recuperación del ramo en este puerto, que ha sumado la actividad tanto de las autoridades estatales como municipales, aunque cada quien ha ido por su lado, a consecuencia de las diferencias políticas entre ambos ámbitos de gobierno; sin embargo, la temporada decembrina enfrenta el grave reto de la percepción de inseguridad derivado de los cruentos resultados de los enfrentamientos entre los dos principales grupos del crimen organizado que operan en esta ciudad.
Los fines de semana, aun aquellos de los llamados meses malos, “septihambre” y “octhambre”, como se les ha conocido, evidentemente estuvieron más concurridos, no solo por diversos factores externos, sino también por el trabajo fino de los titulares de la Sectur en segmentos como el de deportes, antes marginado, y las gestiones en países como Colombia y Estados Unidos, lo cual es de reconocerse; sin embargo, donde se les ve muy lerdos es en el terreno de la construcción de escenarios seguros para poder mantener el afortunado flujo que se está generando en la actividad turística.
La percepción de inseguridad ha crecido en Acapulco, y la percepción de que el municipio hace casi nada mientras el estado hace menos de lo que debería o podría hacer, en tanto que la Federación se ha dedicado a mostrar el músculo, o los dientes, o como se pueda llamar a una fuerza militar compuesta por GN, marinos, y soldados, que recorren ostentosamente las calles, ponen arbitrariamente retenes ilegales, pero no dan resultados en cuanto a la imagen de pacificación de la zona.
Si a eso se suma la falta de avances en el combate a la impunidad, debido a una Fiscalía General de Justicia que parece estar de adorno, pues en general, de los asesinatos a cualquier hora del día en los lugares más inverosímiles, como las playas, los fraccionamientos megaseguros, hoteles y hasta hospitales, no hay detenidos, o los hay muy rara vez, en un bajísimo porcentaje, al extremo de que cualquier auditoría de resultados operativos mostraría que quienes están al frente deberían ser despedidos sin responsabilidad para el patrón… pero el patrón, es decir el Congreso, está atorado en grillas internas y en una dinámica de trabajo, en la que se atiende más lo urgente, que lo importante, y ni siquiera voltea a ver a la inútil Fiscalía.
Mientras tanto, el enfrentamiento entre los llamados Rusos, brazo local del Cártel de Sinaloa en su facción encabezada por el legendario Mayo Zambada, quien se distanció de los hijos del Chapo en 2019 a consecuencia de su no participación en el llamado “culiacanazo” y que, según las divulgaciones de lo hackeado por el grupo Guacamayas, hace unos meses, controla la mayor parte de colonias y zonas de Acapulco, con los remanentes de la otra facción local separada del tronco del mismo cártel, el Cida, que se aferra a diversas zonas, sobre todo en el poniente de la ciudad, deja desafortunados saldos mortales, que a todas luces resultan exagerados por algún tipo de prensa amarillista.
La confrontación por el territorio ha alcanzado a los nuevos destinos turísticos, como Coyuca de Benítez y San Marcos, donde se empiezan a dar encontronazos con los grupos locales, mismos que han llegado incluso a los santuarios de viejos conocidos en ese tema, como los Granados, de la Costa Grande.
El tema se centra en esos dos grandes grupos balconeados por los propios militares a principios de año en correspondencia enviada a sus mandos centrales y hackeada por Guacamayas y evidencia que se trata de dos grupos bien conocidos por las autoridades, tanto locales como federales, pues los Rusos tienen sus santuarios muy lejos de Guerrero, en Sinaloa, Sonora y Mexicali, donde mandos del sistema ciudadano de seguridad pública federal han desarrollado investigaciones más o menos profundas, mientras que el otro grupo, el Cida, es conocido localmente y se ha ido mermando paulatinamente.
Del conocimiento de ambos grupos, que son los que están sembrando la mayor parte de la violencia en Acapulco, debería derivarse una estrategia de seguridad que no se ve por ningún lado, y cuando se habla de estrategia de seguridad no nos referimos necesariamente a enfrentarlos, pues eso podría resultar peor que no hacerlo, dado el escenario turístico en el que se ubican, pero si podrían desarrollarse acciones de contención, de prevención, pues sus lugares de operación y desplazamiento ya son muy públicos.
Quienes se sientan cada mañana a la llamada Mesa de Coordinación para la Paz, sin embargo, en vez de tomar decisiones al respecto, más bien dan la impresión de que se sientan a tomar café y a decidir qué dirán a la prensa, pero sin siquiera contar con especialistas en comunicación para evitar los estallidos en los medios de noticias de impacto amarillista.
Ya es hora de que el tema se atienda, por un lado, en el manejo de medios, para evitar la distorsión o magnificación de hechos de sangre, y por otro, de gestión de una estrategia de prevención y contención de los actos de venganza y “topones” entre los grupos contrarios, que dejan macabros escenarios, como el ocurrido hace unos días en el bar de la Colosio, o lo ocurrido a los polleros en el Mercado Central de Acapulco.
La Federación, sin embargo, en vez de estar mandando corporaciones de ornato, debería ya empezar el equipamiento, la certificación, el adiestramiento y la especialización de las policías locales y buscar cada vez más la proximidad social, para ganar la confianza ciudadana, porque nadie sabe más que los ciudadanos de cómo y donde se ocultan tanto extorsionadores como sicarios.
La policía municipal, que tiene aún en sus filas a viejos comandantes surgidos de la sociedad, bien pude aportar, si no fuerza, dinamismo y juventud, sí conocimiento del terreno y del entorno social, por lo cual se le debería exigir más, pero también apoyar más, en vez de ponerla bajo las órdenes de engreídos capitanes de la Marina, que poco saben de la actividad policiaca.
Diciembre es un buen mes para que se comience a trabajar en la real pacificación de Acapulco, partiendo del lema del presidente López Obrador, de “Abrazos, no balazos”. No hacerlo es demostrar que los jefes policiacos actuales, militares, marinos y guardias nacionales, no hacen más que vacacionar y administrar la pereza, mientras ven cómo el destino turístico se hunde cada vez más en la vorágine de la violencia y ya no solo de la confrontación entre los grandes cárteles, sino también de una delincuencia común que está regresando a viejos niveles.




xxx Portal editado por JULIO ZENÓN FLORES SALGADO.- Comunicólogo, maestrante en ciencia política y, diplomado en MKT digital www.facebook.com/trasfondoinformativo, zenon71@hotmail y por canal 11 de cable USAtelecom

Publicar un comentario

0 Comentarios