BAJO FUEGO
José Antonio Rivera Rosales
Hace aproximadamente dos años, quizá un poco más, un personaje del norte del país visitó la sierra de Guerrero, específicamente la parte alta de los municipios de Atoyac y Tlacotepec, donde se entrevistó con decenas de ejidatarios a quienes ofreció armas y dinero a cambio de sembrar plantas de coca.
Esas reuniones se llevaron a cabo durante varios días en los dos municipios ya citados ,
donde la novedosa oferta -que surge en los momentos en que está completamente deprimida la siembra de amapola-, llamó poderosamente la atención de los campesinos guerrerenses, ávidos de un apoyo gubernamental que nunca llega.
Diferentes fuentes coinciden en que dicho personaje es el capo Rafael Caro Quintero, uno de los narcotraficantes históricos que fue recién recapturado hace días como consecuencia de la presión de la Casa Blanca sobre el gobierno mexicano.
De acuerdo con la información disponible, la semana pasada militares adscritos a la Novena Región Militar encontraron un plantío de coca -de donde se extrae la pasta base para fabricar cocaína- en uno de los ejidos de la sierra de Atoyac.
Este sería el plantío número 21 desde que en febrero del año pasado se encontraron los primeros cultivos en esa región, que registra condiciones climáticas parecidas a las de bosques y selvas de Bolivia y Colombia, donde se produce la mayor cantidad de cocaína para ser enviada clandestinamente al mercado norteamericano, el mayor consumidor del mundo.
Es decir, en año y medio los militares han encontrado una profusión cada vez mayor de plantíos de hojas de coca que, por el momento, parecen ser cultivos experimentales con los que buscan asegurar que esa producción pueda generarse en México, lo cual ahorraría cientos de kilómetros de transportación desde Sudamérica hasta la frontera estadunidense. En el último plantío, localizado la semana pasada, ya se encontraron indicios de un sistema de riego así como implementos para producir la pasta de la coca.
Lo cierto es que toda esta inédita situación es una muy mala noticia para México.
Si hacemos tantita memoria, Caro Quintero ha sido entre los narcos el más emprendedor de todos, incluyendo al gran capo de entonces Miguel Angel Félix Gallardo, además de sus socios Ernesto Fonseca y Amado Carrillo. En ese entonces, a principios de la década de los ochenta, Joaquín El Chapo Guzmán ni siquiera figuraba porque era un simple pistolero al servicio de los grandes capos.
En 1984 estalló un escándalo nacional por el descubrimiento de El Búfalo, un rancho en Chihuahua sembrado con cuatro mil hectáreas de marihuana que contaba con sistema de riego y vigilancia militar. Al cuidado de este portentosa producción estaba nada menos que un mando de la milicia.
Quien puso al descubierto dicho rancho fue Enrique Kiki Camarena, agente de la Drug Enforcement Administration (DEA), a quien asesinaron los narcos en medio de brutales torturas.
Muchos años después salió a relucir que fueron mandos de la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés), los que ordenaron la muerte de Camarena que, adicionalmente al rancho El Búfalo, se percató de los acuerdos entre el Cartel de Guadalajara (el grupo delictivo el que partenecía originalmente Caro Quintero) y la operación para transportar armas a la Contra nicaraguense comandada por Edén Pastora, el Comandante Cero.
Ese acuerdo, que permitía a los narcos introducir cocaína a los Estados Unidos a cambio de transportar armas a la contraguerrilla, fue conocido como el escándalo Irán-Contras.
Así, las implicaciones de los tratos entre el narco y el gobierno norteamericano iban más allá de simplemente comerciar droga. Hasta ahora no se ha sabido de alguna sanción a nadie en el gobierno estaunidense por los acuerdos extralegales que se han hecho públicos. Eso da idea de que la corrupción no es endémica de México. Sólo que los norteamericanos han escondido muy bien sus componendas.
El artífice de esos tratos con el gobierno de Estados Unidos fue, señaladamente, Caro Quintero, con la colaboración de altos funcionarios del gobierno mexicano.
El hecho de que, con su patrocinio, comiencen a proliferar cultivos experimentales de coca en Guerrero parece obedecer a un gran proyecto para trasladar esos cultivos de plantas de coca de Sudamérica a territorio mexicano. Si las cosas son así, entonces pronto aparecerán siembras similares en Oaxaca y Chiapas, que tienen condiciones climáticas parecidas a las de Guerrero.
Su reaprehensión de ninguna manera implica que vayan a detenerse estos proyectos ya empezados, en particular porque el grupo delictivo que encabeza, al que han dado en llamar Cártel de Caborca, tiene ya un nuevo jefe que es nada menos que uno de los hombres de confianza de Caro Quintero.
Así, la aparición de cultivos experimentales de coca en realidad constituye una nueva fase en la evolución de los narcos mexicanos.
Eso implicaría sin duda grandes cantidades de inversión para generar una producción de cocaína que les permita suplir los cargamentos provenientes de países sudamericanos, con los cuales todavía siguen nutriendo el mercado mexicano así como el norteamericano.
Esta nueva fase provocará sin duda alguna un recrudecimiento de la violencia criminal en gran parte del país, lo que podría ocurrir antes de que Andrés Manuel López Obrador abandone el poder.
Tal disponibilidad de drogas duras -cocaína y heroína a granel- generará una mayor descomposición social en diferentes estratos sociales de México y, por consecuencia, afectará el desarrollo de una generación completa de mexicanos que encontrarán en el mercado de la droga la oportunidad dorada para vivir en mejores condiciones.
Así las cosas, será muy dificil que ofrezcan resultados los programas oficiales destinados a apartar a los jóvenes de las tentaciones de la vida delictiva.
El gobierno mexicano debiera estar muy preocupado por estos indicios que anuncian un horizonte nada halagueño para los mexicanos.
Esperemos que el tiempo no nos conceda la razón.
0 Comentarios
¿Qué te pareció esta información? ¿Qué nos falta?