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¡Traidores a la patria!

¡Traidores a la patria!

Por Joel Solís Vargas

Con más de tres años de gobierno de Andrés Manuel López Obrador, por si alguien aún lo dudaba, es tan claro como el agua que la mente simple del Presidente es sólo una apariencia, pues detrás de esa simpleza hay una mente compleja y sinuosa, aficionada a los juegos de varias bandas, como en el billar, como montar una distracción por un lado, para golpear bajo por otro.

Ello, por supuesto, sin olvidar otro aspecto de su personalidad: su ego, que es del tamaño del mundo y en cuya satisfacción es capaz de gastarse el presupuesto de la nación, como quedó demostrado con el ejercicio inútil de revocación de mandato y como lo muestran cada día el nuevo aeropuerto (que no acaba de empezar a operar), el Tren Maya (que sigue adelante a pesar de todas las advertencias de destrucción de la naturaleza a gran escala), Pemex (que después de recibir, durante tres años, carretadas de millones de pesos no es capaz, ni siquiera por las consecuencias de la invasión rusa a Ucrania, de vender petróleo al extranjero) o la refinería de Dos Bocas, que hasta el mismo Presidente acaba de admitir que costará mucho más de lo que prometió.

En el que es quizá el ejemplo más reciente de su afición por la jugada de varias bandas, López Obrador empujó hasta el final su propuesta de contrarreforma constitucional relacionada con la CFE. Desde un principio él sabía que no pasaría, porque no lograría los 50 y tantos votos adicionales que necesitaba para hacer la reforma constitucional, porque no tenía a su disposición tal número de embajadas para ofrecerlas a los diputados de oposición o a sus familiares.

¿Para qué siguió adelante en ese afán si sabía que no lo lograría? ¿Para meter luego una iniciativa de reforma a la Ley Minera (para lo cual no necesita los 50 y tantos votos adicionales) para nacionalizar el litio? ¿O para tener pretexto para atacar a los diputados de la oposición de ser traidores a la patria y excitar a sus huestes, como si de las falanges musolinistas se tratara, para acosarlos y amedrentarlos?

Es obvio que lo del litio es asunto menor, otra cortina de humo, pues ya la Constitución de 1917 establece que los recursos del subsuelo son propiedad de la nación y corresponde al Estado decidir sobre ellos. Lo que hace la reforma lopezobradorista a la Ley Minera es especificar que, en el caso del litio, toda la industria relacionada con este mineral será operada directamente por el gobierno. Si eso dará resultado sin generar pérdidas a México, es un asunto que deberá dilucidarse en otros ámbitos, no en este escrito.

Así que parece que el objetivo del presidente era poner a sus opositores en la picota: acusarlos de traición (acusación nada ligera), exhibirlos ante el mundo y señalarlos para que sus seguidores, los más bravos y radicales, los acosen, los persigan y eventualmente los ataquen. El Presidente no ignora que esto puede ocurrir. Y cuando ocurra quizá lo lamentará en público o quizá dirá que "ellos se lo buscaron por traicionar al pueblo".

Pero esta ruta elegida por López Obrador es sumamente peligrosa: atizar el odio contra los que votaron diferente y lanzar a sus huestes contra ellos, cual falanges fascistas, puede desembocar en tragedias.

Pero no debió hacerlo. No sólo porque en una democracia es válido disentir y expresar en público el desacuerdo, sino porque la Constitución, esa que él juró defender, protege a los legisladores de acosos de este tipo.

El artículo 61 de la Carta Magna estipula que "Los diputados y senadores son inviolables por las opiniones que manifiesten en el desempeño de sus cargos, y jamás podrán ser reconvenidos por ellas. El presidente de cada Cámara velará por el respeto al fuero constitucional de los miembros de la misma y por la inviolabilidad del recinto donde se reúnan a sesionar".

Sus seguidores (legisladores incluidos) cubrieron de insultos, imprecaciones y señalamientos a los diputados de la oposición.

Es curioso, pero parece que ahora quienes piden a gritos Vitacilina (pomada que han hecho famosa los simpatizantes del Presidente, de tanto recomendar su aplicación) son el partido en el poder, sus legisladores y sus simpatizantes.

El efecto de este ataque puede ser el mismo que cuando ataca a la prensa (y vaya que lo hace con ferocidad): cualquier hijo de vecino se siente con suficiente autoridad y autorización para atentar contra periodistas.

En Rusia, a quienes se oponen a la invasión a Ucrania (una decisión del presidente Putin) les llaman "enemigos del Estado"; en México, a quienes se oponen a los designios del Presidente les llaman "traidores a la patria".

El fuero constitucional, en términos estrictos, consiste en la protección que tienen los legisladores por las opiniones y votaciones que emiten durante el desempeño de su encargo. Nuestra Constitución, sin embargo, sólo obliga a que diputados y senadores no sean reconvenidos por las opiniones que emiten.

Pero una breve reflexión sobre el espíritu del artículo 61 lleva por fuerza a la conclusión de que el bien jurídico protegido es el principio de representación, la función del legislador como representante popular, y no su mera libertad de expresión personal.

La Constitución protege sus opiniones y su voto porque, en teoría, son las opiniones y el voto del sector de la población que el legislador representa.

Si alguna reforma urge a la Constitución en este momento de crispación es la que debe hacerse precisamente al artículo 61, para ampliar su protección al legislador no sólo de reconvenciones por sus opiniones (todo fuera como eso), sino también de acusaciones, investigaciones, enjuiciamientos y campañas de linchamiento como la que el mundo está viendo ahora.

Y no sólo por sus opiniones; también por el sentido de sus votos.


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