Por Julio Zenón Flores Salgado
Los eventos
conmemorativos del día internacional de la mujer, en México, marcaron
perfectamente la diferencia entre ser mujer de a pie y ser mujer del poder. De
qué lado del escritorio están una y otras, como se dice en el argot
periodístico: no es lo mismo ser borracho que cantinero.
Las de a pie
estuvieron en la calle, gritando por sus desaparecidas, que son muchas, por sus
asesinadas, que hacen de México un país peligroso para el género femenino; por
justicia ante el acoso sexual, ante la desigualdad de oportunidades que persiste
a pesar de todos los discursos.
Caminaron,
corrieron, gritaron, soltaron bengalas, arrojaron aerosoles para pintar su
coraje en el pavimento y en los monumentos o bardas públicas; pusieron en
cartones, lonas y cartulinas su frustración, sus demandas, su coraje, su
inconformidad en suma.
Sudorosas,
vestidas de negro o de violeta, los rostros cubiertos, temiendo represalias.
Las otras,
las del poder estuvieron bien muy bien vestidas, en el palacio nacional, hicieron
discursos y se tomaron fotos con un hombre del que depende cada gesto y cada
detalle. Sonrientes y hasta benevolentes.
En el caso
de Guerrero, la gobernadora Evelyn Salgado Pineda, producto de la lucha
popular, hija de un hombre indómito que tuvo que rebelarse hasta dentro de
Morena cuando lo querían bajar de candidato, prefirió irse a la ciudad de México,
al lado del presidente López Obrador, y desperdició así la oportunidad de
mostrar su mano solidaria, su carácter de lucha, su lado humano, uniéndose a la
protesta de las de a pie.
Tal vez no
podía ser diferente, finalmente es una mujer que ahora ve las cosas desde el
poder, pero bien pudo descender un día del pedestal, como lo hizo la esposa del
gobernador de Nuevo León, una modelito mediática que no desaprovecha la ocasión
para mostrar que es influencer, pero que se puso a caminar, cartulina en mano,
con las inconformes de su estado y se le vio brincando al sonsonete de: “El que
no brinque es macho! ¡El que no bronque es macho!
Si era mucho
marchar con las de a pie, como hizo su padre Félix Salgado, hasta la ciudad de
México, cuando fue alcalde; al menos habría hecho un discurso fuerte de
hermanamiento con las de la lucha popular; al menos habría estado bien, y aún
es tiempo de hacerlo, anunciar los centros de justicia para la mujer en cada
región del estado, pero no como el de Chilpancingo, que es un elefante blanco
que sirve de muy poco, construido en la época de Marta Elba Garzón, sino como
los de que hay en el estado de México, en Michoacán y en Chihuahua, que tienen
un lugar donde el juez resguarda a las
mujeres víctimas de violencia, una ludoteca para los niños, un espacio para
canalizarlas para que aprendan un oficio y a trabajar y donde se atienda los
diferentes tipos de violencia, sexual, física, psicológica.
Es una
excelente oportunidad para pasar del discurso a las acciones que ofrezcan justicia
real a las mujeres que la demandan, a la sororidad de a deveras, aprovechando
que hay una mujer gobernando el estado y una mujer en la Fiscalía General del
Estado.
0 Comentarios
¿Qué te pareció esta información? ¿Qué nos falta?