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EL HOMBRE QUE VENDÍA STEVIA PARA COMPRAR INSULINA PARA SU ESPOSA


 

Por Julio Zenón Flores Salgado

 

Sus piernas flacas cubiertas por la tela decolorada de un viejo pantalón se mueven con cierta lentitud al empujar la carretilla metálica, que rueda entre chirridos sobre la acera de la avenida Costera Miguel Alemán, justo afuera de Galerías Diana, una plaza comercial donde los clasemedieros llegan a todas horas para tomar café del Starbuck o los guisos mexicanos de La Casa de Los Abuelos, mientras hacen tiempo para entrar al cine VIP o a las tiendas de marca, en donde jovencitas de cabello de colores y teléfonos de la marca de la manzana, dan vueltas y vueltas, aunque no lleven dinero para comprar.

El hombre se detiene, olor a heces fecales, eterno en esa zona de la ciudad, donde baja un canal pluvial que sólo lleva agua en la temporada de lluvias, mientras el resto del año arrastra desechos de los drenajes que la corrupción ha permitido ir a desembocar ahí en vez de conectarse a los viejos colectores de la red de la ciudad.

Ofrece sus plantas por 80 pesos cada una, sabe las bondades de sus hojas y tallos y las explica a quien quiera oírlo: esta es estevia, dice, ante la sorpresa de quienes ignoraban que era algo que venía de una planta y suponían que no era sino un producto químico para sustituir el azúcar; esta otra es la menta, sólo tienes que cortar un trozo de ramita con una hoja y lo echas al agua caliente para hacer un té; pero si prefieres, aquí traigo un habanero…

Su rostro, de un oscuro tueste por el sol, cambia junto con el tono de si voz, cuando se le pregunta de dónde vienen esas plantas.

Las traigo desde Aguacaliente, dice, y señala al oriente de la ciudad, imaginando algún punto en las tierras de los bienes comunales de Cacahuatepec, donde según las estadísticas viven familias en extrema pobreza y con un índice superior al 20 por ciento de analfabetismo.

Alguien le compra dos de sus plantitas y el hombre no tiene forma de darle el cambio de un billete de 200 pesos.

-No traigo nada. No he vendido nada, dice, mientras pide moverse a la sobra para evadir los duros rayos del sol del medio día.

-Quédese con el cambio y espero que pronto venda más más plantas, para que pueda entrar a desayunar algo sabroso a ese restaurante, le dice el marchante señalando el Italianis, donde se acuden los mejor posicionados en la escala clasemediera y que a esa hora está vacío, según se puede apreciar por sus grandes ventanales.

-No puedo, contesta el vendedor, todo lo que vendo es para comprar medicina a mi esposa. Es diabética y tengo que comprar insulina todos los días.

-Pero la insulina es cara, le responde su comprador. Mejor llévela al hospital de El Quemado, ahí el Insabi le ayudará de manera gratuita.

-Ya fui y no me ayudaron.

-¿Cómo que no? Si ahí todo es gratuito…

-Pues me piden un montón de papeles…y yo no se ni leer, no tengo esos papeles que piden, CURP, creo…acta de nacimiento…y no tengo, ni mi esposa…

-Que le ayuden sus hijos con el papeleo…

-NO tenemos hijos. Mis padres se murieron cuando yo era muy chico, ella también creció sin padres. Estamos solos, señor, tengo que trabajar y comprarle cada día la insulina. A mí nadie me ayuda…no puedo llevarla a ningún hospital.

-Qué difícil situación. Pues aquí tiene un poco más de dinero para ayudar a su compra de medicina.

El comprador se alejó, pensando que había cumplido con un acto de caridad, pero apenado por no poder hacer más. Deben ser muchos los habitantes de Cacahuatepec en la misma situación, sin servicio de salud, casi sin dinero para comer, a quienes la burocracia, los requisitos insalvables para darlos de alta en un padrón para lo cual se necesita una CURP o un RFC o una credencial de elector, que les hace ser excluidos de los mejores programas que lance el gobierno federal.

Son los pobres de entre los pobres.

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Portal editado por JULIO ZENÓN FLORES SALGADO.- Periodista, escritor y profesor universitario. Diplomado en MKT digital www.facebook.com/trasfondoinformativo, zenon71@hotmail y por canal 11 de cable USAtelecom

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1 Comentarios

  1. Es la pura realidad. ,Es lo cotidiano que se vive en el hospital del quemado con estos pacientes diabéticos,
    Lo que de debe hacer en este caso , cuando acudió al hospital, trabajo social debió haber conseguido la carta de pobreza que extiende el municipio. Algo así como la identidad . Y ahí en el quemado le dan un targeta que lo hace paciente.para darle el servicio ,se le asigna un médico y le dan su medicamento. Periódicamente.

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