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Mentiras ¿piadosas?


Joel Solís Vargas

Podría ser muy esclarecedor preguntarse qué específicamente quiso decir el presidente López Obrador cuando dijo (recién en una de sus mañaneras) que la manipulación de las clases medias alemanas abrió la puerta del poder a Hitler. Para 1933, cuando Hitler asciende al poder, las clases medias de su país estaban exangües, sumamente debilitadas por la crisis económica trasnacional que comenzó con la gran depresión de 1929 en Estados Unidos, pero también por las consecuencias del Tratado de Versalles, que imponía condiciones draconianas al país como castigo por haber comenzado la Primera Guerra Mundial.

Las clases que habían sido medias antes de la conflagración anhelaban recuperar su posición social, es decir volver a ser clase media, por la vía de recuperar sus ingresos y su renta.

Para ser precisos, Hitler le hablaba a las clases que habían sido medias, pero ya no lo eran; les ofrecía la promesa de recuperar una posición digna en la sociedad, bajo un nuevo régimen que se haría cargo de cuidar ese y todos los otros aspectos de la vida en la nueva Alemania, un régimen que, además, ofrecía orgullo nacional, perfeccionamiento continuo, supremacía sobre las demás naciones y los demás pueblos del mundo, progreso sin pausa y la aniquilación de todos los enemigos del pueblo germano.

¿Esto era manipulación? Es algo chocante el término, porque implica que una parte miente y la otra parte se cree la mentira. Es verdad que Hitler mentía mucho (sobre los judíos, sobre los comunistas, sobre los ingleses, sobre los bolcheviques…). Pero quienes tuvieron reacciones más favorables a sus planes fueron los alemanes pobres, y al Führer debió bastarle con eso.

Las clases medias (o los individuos que han sido de clase media), más instruidas, más leídas, más educadas, más reflexivas, siempre han sido más reacias a caer en el engaño oficial.

El hecho es que los alemanes que conspiraron para asesinar a Hitler eran, en general, de clase media (de seguro eran aspiracionistas, como los de México). Desde un principio se habían dado cuenta de que Alemania perdería la guerra, veían aproximarse el desastre y preferían el mal menor: el asesinato del líder. Si bien algunos lo hacían sólo por darle su merecido, otros lo hacían para evitar lo peor de una previsible derrota militar.

Las masas pobres lo siguieron hasta el final: empuñaron las armas y fueron a los campos a regarlos con su sangre por su causa.

Pero es falso que la manipulación de las clases medias alemanas haya posibilitado el ascenso de Hitler al poder. Primero, porque casi no había clases medias; segundo, porque las clases medias son más difíciles de engatusar que las clases pobres (sólo hay que ver en qué delegaciones de la Ciudad de México perdió Morena en la pasada elección), y tercero, porque Hitler ascendió al poder por elección popular, por la vía del voto mayoritario. Y los votos de los alemanes pobres eran mucho más numerosos que los de las clases medias.

El hecho de que el presidente exprese esta gran imprecisión le da otro cariz a la mentira, la politiza. Pretende asociar a las clases medias mexicanas con la ultraderecha, con el racismo, con el supremacismo, con la brutalidad. Es propaganda barata que busca acompañar y justificar el debilitamiento de las clases medias mexicanas, presentarlas como el enemigo a combatir, como dicta el credo de la 4T, que es el credo del lopezobradorismo.

Otra mentira del régimen tiene que ver con las anfetaminas. Es una mentira inocente, de esas que se dicen a los niños para su tranquilidad; pero es mentira al fin, y los mexicanos a los que va dirigida no son niños. Según cierta publicidad oficial del gobierno federal, dirigida contra las adicciones, los nazis inventaron las anfetaminas para dar a sus soldados resistencia y más brutalidad en el combate.

Pero no es así: las fuerzas armadas alemanas decidieron emplear las anfetaminas cuando éstas tenían muchos años en el mercado, pues entonces eran de venta libre.

La sustancia fue sintetizada por primera vez en 1887 por el químico rumano Lazar Edeleanu. Así que, cuando en 1940 el ejército alemán se convierte en el primero en echar mano de la sustancia, esta tenía más de 50 años en el mercado.

Casi todos los regímenes mienten, en mayor o en menor medida. Y el actual régimen mexicano no es la excepción. Saben que los ciudadanos que se instruyen y se documentan son una minoría, casi todos de clase media.

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