Por Julio Zenón Flores Salgado
La rendición del 3er informe de la presidenta de Acapulco,
Adela Román Ocampo, es en sí mismo un acto que define de cuerpo entero sus tres
años de gobierno, su concepción de la 4T y su intento de congruencia con ella
misma.
Román Ocampo creyó y sigue creyendo en la 4T como un cambio
real, como un movimiento político, administrativo, económico y social que debe
cambiarlo todo o casi todo de raíz y es definió sus tres años al frente del
gobierno de Acapulco.
Se le pueden hacer muchos señalamientos, pero no se le puede
acusar de no haberlo intentado. Sí tuvo mucha obra pública, sí bajaron índices
de inseguridad, si cambiaron parámetros de corrupción, sí hubo mejorías a la
base trabajadora, si se intentaron soluciones de fondo en materia de turismo y
de agua potable así como en la recaudación de impuestos y en materia de
administrativa y de recursos humanos, pero todo eso se enfrentó a la
circunstancia coyuntural y a la inercia de décadas, por lo cual al final de
cuentas, hace falta quitar mucha hiedra para ver el fruto bueno de su periodo.
Sin buscar justificarla, a su corto periodo de gobierno se
le atravesaron dos cosas: 1.- año y medio de pandemia del COVID 19 que le quitó
dinero y conducción real del proceso municipal y, 2.- El sismo más terrible de
los últimos cien años, afrontarlos requería de una gran capacidad de adaptación
política y administrativa y esas no eran sus principales fortalezas.
Si, hizo muchas obras, -mil 500 en sus tres años- pero
pequeñas y dispersas y hasta perdidas en poblados y colonias, en donde si bien
pueden jugar un papel importante para resolver necesidades del día a día de los
acapulqueños más sencillos, no ayudan mucho en términos de impacto, como los
que la vieja clase política nos tiene acostumbrados.
Las de mayor impacto, el puente elevado de Constituyentes y
la remodelación del parque Papagayo generaron controversias y no alcanzarán a
ser entregadas por ella. Son de su administración, pero le lucirán a su
sucesora, mientras que los costos políticos los tuvo que pagar la actual
edilesa.
En el terreno sindical sin duda se esforzó en cambiar la
relación obrero patronal, pero eso son arenas movedizas, pues los cambios
pasaban por confrontarse con los lideres del SUSPEG y sus parcelas de poder en
el terreno de las plazas, contratos, subvenciones y prestaciones.
A diferencia del
líder moral de este proceso histórico, Andrés Manuel López Obrador, creyó que
le tocaba un momento de revolución no de transición y pensó, un tanto con
ingenuidad, que lo correcto era trastocar las bases de todo lo que había que
cambiar.
En realidad la actitud en una transición, donde lo nuevo no
nace por generación espontánea sino que se va construyendo con lo viejo y lo
viejo no muere súbitamente y desaparece, sino que se va segregando con el paso
del tiempo y con acciones de corto mediano y largo plazo, se está obligado a un
gran esfuerzo de negociación política, es decir a ceder espacios, a caminar con
tiento en un terreno pantanoso en donde el enemigo tiene más experiencia y lo
conoce mejor que quien pretende imponer los cambios.
Román Ocampo aplicó el proyecto de la 4T como pudo o como
las circunstancias se lo permitieron.
Para nadie es un secreto que Adela encontró un Ayuntamiento,
como ella lo citó en varias ocasiones, "jodido", prácticamente en
ruinas o " en quiebra" y que eso ocasionó que se dedicara a pagar las
deudas que dejaron otras administraciones.
En CAPAMA, por ejemplo, encontró una tubería muy vieja, un
equipo totalmente inoperante y con mucha falta de mantenimiento, una nómina
abultada y con el viejo problema de la corrupción, dándose cuenta de que ahí,
como en Saneamiento y en la Secretaría de Seguridad Pública, el problema la rabasaba, lo que le
llevó a buscar ayuda del gabinete federal e incluso internacional; quiso irse
al fondo del problema quitando a los cuadros medios y altos de dirección
pensando que ahí estaba el problema -corrupción y malas prácticas laborales-,
pero eso la llevó a enfrentar la inexperiencia de los nuevos que llegaron, el
rechazo de los trabajadores, sobre todo los sindicalizados, que al menos
conocían a los que fueron echados y con una gran resistencia interna que devino
en el desabasto más grave de los últimos tiempos en materia de agua potable.
¿Qué hizo y que no hizo? Pudiera no definir tanto sus tres
años de gobierno o su capacidad de gobernar, pero lo que si la define es su
carácter, sus deseos de cambiar las cosas, las formas, la política y su
congruencia, aunque no fuera lo políticamente correcto, que le llevó, por
ejemplo, a ser la primera en plantear el cierre de playas con el rechazo
inmediato de los prestadores de servicios, no porque la medida fuera mala, sino
porque no se veía una alternativa viable y un tanto por la forma directa de
plantearlo, como el caso del SUSPEG, donde si bien se pagó más de lo que
administraciones pasadas lo hicieron, no hubo negociación política o al menos
no suficiente, con los liderazgos, y así en las corporaciones policiacas, en
saneamiento básico, y en otras dependencias, donde las malas lenguas dicen que
hasta operan grupos criminales y tienen un ferrero control.
Donde se pudo se avanzó, y al menos de la 4t sólo se
sentaron las bases con la recuperación de espacios públicos que aún se observan
limpios y bonitos; es cierto también que Adela Román recibió muchos aplausos en
la zona rural y colonias marginadas, donde incluso le pidieron que postulara o
buscara la reelección.
Pero la rendición misma del informe final de su
administración dado en medio del temor de la gente por las réplicas del sismo
del 7S, con gente durmiendo aún a la intemperie o recogiendo los pedazos de los
daños sufridos, con el agua potable apenas empezando a correr de nuevo por la
tubería, refleja una intención firme y sana de rendir cuentas, a pesar de que
las condiciones objetivas resultaban adversas.
En ese entorno, destaca que haya sido cobijada por algunos
diputados locales de la LXIII legislatura, como Joaquín Jacko Badillo, Beatriz
Mojica Morga, Perla de la Paz Bernal y Citlali Calixto, entre otras, que
mostraron altura de miras a diferencia de varios de sus antecesores, además de
la presencia de la alcaldesa electa Abelina López Rodríguez, que dio una muestra
de solidaridad con la administración que termina.
La historia seguramente pondrá a Adela Román en el lugar que
le corresponda, pero sería injusto condenarla sin considerar la caída de
ingresos por la pandemia y el cambio radical que eso implicaba, de todo lo que
se hubiera planeado hacer y las condiciones en que recibió la administración
llena de deudas de sus antecesores.
Lo que nos queda al final de cuentas, es una mujer congruente,
que creyó e la 4T, que avanzó con lo que había y que se tuvo confianza y dio su
mejor esfuerzo.
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