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El desafío de gobernar o administrar, entre el Covid-19


GOBIERNOS ANTE EL COVID-19: ACTUAR O IR "DE MUERTITO"

Por Julio Zenón Flores

Desde el gobierno, hay dos formas de enfrentar los problemas que aquejan a la población en general, pero en particular los contagios por COVID-19, en donde diariamente muere gente, es más urgente determinarlo. Una es la administración del tema, la otra la contención, mediante políticas públicas que se instituyen para ese efecto.

Cuando se administra, el gobierno se limita a esperar a que llegue el problema, se prepara, toma medidas a lo largo del tiempo, que le permitan afrontarlo sin verse desbordado y sin que le afecte políticamente. Se trata, en realidad, de nadar de "muertito", flotar, sin hundirse, mientras el problema pasa.

Eso es lo que hemos visto en el gobierno en donde las soluciones han tardado en llegar por la forma burocrática en que se toman las decisiones. Todo está centralizado en el poder federal y, aunque se da cierta libertad relativa a los gobiernos, estos actúan temerosos y prefieren esperar la línea del gabinete federal en vez de actuar en base a su propia experiencia, frente a fenómenos similares del pasado como la influenza o el dengue. Nadie quiere arriesgar. Mientras tanto las familias siguen perdiendo a sus seres queridos.

En ese sentido se ha visto, por ejemplo, al gobierno federal que se negó a cerrar fronteras, pese a que supo de la letalidad del COVID-19 desde su surgimiento, con al menos dos meses de antelación y, erróneamente, vendió sus ventiladores a China, donde surgió el problema, sólo para comprarlos varias veces más caros cuando ese mal llegó a México, sin que se hubiera a esa fecha ampliado hospitales, número de camas, designado áreas para atención, o tomado medidas preventivas.

Por el contrario, en vez de cerrar fronteras, como lo hicieron otros países donde los estragos fueron mucho menores (Nueva Zelanda, por ejemplo, con 4 millones de habitantes sólo tuvo 25 personas fallecidas), y países como China y Taiwan, ya pudieron festejar masivamente su año nuevo, incluso sin cubrebocas; y en vez de tomar esa medida preventiva, el gobierno federal mexicano ordenó enviar aviones a traer a mexicanos que se encontraban en la zona de contagio y que bien podrían haberse confinado en aquellos lugares, sin arriesgar a traerlos como vector de contagio a México.

Los antecedentes son importantes, porque con la misma visión laxa se está abordando el tema de las vacunas. Desde las primeras dosis que llegaron a mediados de diciembre, es decir hace un mes, hasta esta semana, México solo ha recibido medio millón de vacunas, cuando lo que se necesita son 260 millones de dosis, pues somos 130 millones de mexicanos y cada uno requiere de dos dosis (se dice que el mínimo necesario es del 80 % de ese cifra).

Sorprendentemente, el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, acaba de declarar que aceptó recibir menos dosis ¡para que otros países también puedan recibir!, en una acción similar a aquella de cuando envió ayuda a los pobres de Centroamérica, pero a los pobres de Oaxaca o Guerrero, no les ha llegado, al menos no lo suficiente, pero que en este caso equivale a dejar que mientras dejan de llegar un número de vacunas, más mexicanos pierdan la vida, porque el ajetreo de la necesidad de salir a buscar ingresos impide que los mexicanos dejen de contagiarse en las calles.

Claro que existe la sospecha que la lentitud que se observa en el manejo de la vacunación así como la monopolización por el gobierno federal y su distribución a través de los Servidores de la Nación, que no son otra cosa más que activistas de Morena con sueldo gubernamental, se deba a un manejo totalmente electoral, pues mientras el gobierno federal está activo repartiendo recursos de los programas de bienestar y las vacunas permiten a sus operadores políticos estar en todos lados y movilizados (promoviendo a Morena con su sola presencia), la oposición se tiene que quedar en sus casas o salir a arriesgarse a contagiar o ser contagiados en eventos aventurados.

Incluso la desafortunada decisión de llevar primero las vacunas a las zonas más alejadas y pobres huele a manejo electoral-sentimental, ya que los focos de contagio están en las grandes ciudades no en los pueblitos alejados y esas se están dejando para el último. Como si las vidas no importaran con tal de ganar las próximas elecciones.

En medio de esa política federal poco eficaz y con tufo electoral, se avecina para Acapulco otra temporada vacacional, la de la semana santa, y se hace necesario que los acapulqueños, en particular los de las áreas consideradas esenciales, así como los prestadores de servicios turísticos, que atenderán a los visitantes, sean vacunados de manera urgente, al igual que los médicos y farmacéuticos de las farmacias que cuentan con servicio de consulta y a donde acuden miles de personas que no tienen seguridad social, que son mayoría en Guerrero, pues no hay que olvidar que aquí el 70 por ciento de la economía es informal, de modo que la gente acude a esas farmacias a buscar ayuda.

Si Guerrero se espera a que le lleguen las vacunas del lento gobierno federal, eso costará muchas vidas y contagios, por eso es necesario que los gobiernos tanto de los municipios turísticos como el estatal, asuman el tema como prioritario y dejen de estar esperando que las soluciones vengan de arriba.

Nadie les criticaría, por ejemplo, si contratan algo de deuda, o destinan algo del presupuesto destinado a turismo, a la compra de lotes de vacunas, directamente a los laboratorios chinos, rusos, argentinos o ingleses, para empezar en febrero a aplicar la primera dosis y la segunda durante marzo, para que haya confianza en poder atender al turismo que vendrá en semana santa.

Sería criminal sentarse a esperar a que lleguen las del gobierno federal y optar por actuar otra vez de a muertito y cerrar playas o restringir negocios, cuando ya la gente no aguanta estar sin trabajar y va a salir de todos modos y va a arriesgar la vida en ello y muchos morirán, sin que nadie señale de negligentes a los funcionarios que siguen actuando con visión electoral y no quieren meterse en problemas, que al fin ya se van, y por eso se niegan a buscar recursos para salvar vidas por medio de las vacunas.

Una autoridad que actúa ya de por sí con mucha permisividad y eso está costando vidas, pérdidas de seres queridos en las familias, como cuando no quieren tomar medidas para frenar la descarada violación de los protocolos sanitarios por parte de las grandes concentraciones de los aspirantes a candidatos de los distintos partidos políticos.

El desafío es sacudirse la modorra y pasar a la historia por actuar, no por nadar de muertito. Recuerden que en cuanto dejen el poder quienes hoy los adulan los comenzarán a culpar de todos los males.

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