Por Julio Zenón Flores Salgado
En Guerrero, en donde los discursos siempre recurren al
cliché de que toda reforma nacional pasa por su territorio, el avance político
tiene aún muchos frenos, y en Morena se da una lucha desgarradora por las
candidaturas a la gubernatura, centrada, al menos ante la opinión pública -que
por cierto marca también la tendencia machista de la mayoría de los medios de
comunicación- en dos hombres: el carismático hijo del pueblo y el intelectual
con el apoyo del grupo en el poder y su formación académica, casi
invisibilizando a las mujeres que han tenido que luchar doble o hasta triple,
para entrar a la disputa para ser consideradas en esa lucha por gobernar la
entidad.
Aún no se sabe cómo terminará el combate entre ambos machos
alfa, pero el perfil del partido, que es de avanzada, y el discurso de equidad
de género de su guía moral y político -AMLO-, puede abrir la oportunidad y dar
un paso en el reconocimiento de la fuerza del movimiento feminista, que en el
primer trimestre de este año le dio dolores de cabeza al presidente López
Obrador y hoy le da la oportunidad de mostrar que, también en equidad de género,
es un hombre de avanzada y revolucionario.
La declinación de la senadora Nestora Salgado García, es una
muestra del peso del tradicionalismo, pese a que ella había roto los atavismos
al encabezar grupos de autodefensa ciudadana en la región de la Montaña, donde
el machismo es más recalcitrante, pero optó por retirarse de la contienda
interna sumándose a un varón.
Su sorpresivo apoyo a un varón deja, sin embargo, la
posibilidad de que las otras mujeres que participan refuercen sus posiciones y
capitalicen el empuje del movimiento feminista mundial, por eso una de ellas,
Adela Román Ocampo, pidió un permiso de 10 días al Cabildo en Acapulco, para
hacer al menos en ese lapso, una precampaña abierta y emparejar los cartones
con quienes llevan ya meses recorriendo el estado y por eso, también, el papel
de Beatriz Mojica Morga, por cierto afrodescendiente que patrocina un museo de
la negritud en Costa Chica, se ha colocado en un papel más preponderante.
De hecho, ambas mujeres que tienen un peso importante por sí
mismas, una, Adela, por encabezar el municipio más grande del estado y ser la
coordinadora de todos los presidentes municipales de Morena y la otra, Beatriz,
por ser la única mujer que desde la izquierda ha participado en dos procesos
electorales estatales donde ha conseguido arriba de 350 mil votos en cada uno y
que cuando tuvo la oportunidad de ser gobernadora interina y fue vetada por los
varones solo por ser mujer, se han tenido que abrir paso en medio de una
estrategia, que parece deliberada, para invisibilizarlas.
Las otras dos, Micaela Cabañas y Soledad Hernández, carecen
por completo de alguna representatividad, pero están ahí abriendo camino
también.
En medio de la ola de destrozos y los daños a la marca
morena que está dejando la confrontación entre los machos morenistas, no es
descabellado que la dirigencia nacional opte por una mujer y pare esa
carnicería que, de seguir así, terminará por dar oportunidad de ganar a una
oposición que ya creían muerta y enterrada.
LA OLA FEMINISTA
Por más que muestren tallas menores, posean menos fuerza
física y aparezcan menos en las reuniones partidarias, las mujeres han dejado
de ser el sexo débil en la mayor parte del mundo, como lo escribió en algún
momento del siglo pasado la española Esther Vilar, en su libro El Varón Domado,
y de unos cinco años a la fecha son protagonistas de un poderoso movimiento
reivindicatorio.
Los partidos emergentes asumen sin dudarlo la reivindicación
de las mujeres. Es el caso del partido Podemos, de España, que ayudó a Jorge
Sánchez, del PSOE, a ser primer ministro, el año pasado cambió su nombre a
Unidas Podemos, en un gran simbolismo en donde por primera vez un partido
político de hombres, encabezado por un hombre, usa en su denominación el género
femenino y no el masculino.
Bien podríamos decir que el siglo XXI es el siglo de las
mujeres y ellas, en su lucha, parecen dispuestas a derrumbar mitos, símbolos,
monumentos y resistencias y lo han demostrado en grandes concentraciones, en
una gran producción de bagaje cultura e ideológico de avanzada, pero también
ascendiendo a espacios de participación política y de gobierno.
Las mujeres están demostrando que su espíritu protector y
maternal no es una valla para expresar su interés en conducir el mundo, a
través de conquistar gobiernos, una vez que han entendido que las cosas del
parlamento y de la gobernanza tienen que ver con los pequeños detalles de la
vida cotidiana como el precio de los jitomates o de las tortillas y el pan, no
sólo con la macroeconomía que tanto ha embobado a los hombres, en especial a
los hombres del neoliberalismo.
Los hombres de avanzada, que empujan los cambios en el mundo
se han sumado a la lucha de género, desde mucho antes, la Glasnost, por
ejemplo, en el derrumbe de la Rusia autoritaria y comunista, incluyó un gran
abanico de espacios libertarios para las mujeres rusas, al igual que la
primavera de Praga de Julius Fusik o el movimiento de Solidaridad con Lech Walesa
en Polonia o Monedero e Iglesias en España, y los gobiernos de avanzada en
Argentina, Chile, Brasil y más recientemente, en Estados Unidos, donde los
electores no sólo nombraron al primer presidente negro, o afroamericano de la
historia, Barack Obama, sino que dieron el siguiente paso y ahora tienen en
Kamala Harris a la primera mujer afrodescendiente como vicepresidenta y viene
empujando fuerte la joven Alexandria Ocasio, que podría ser la segunda
presidenta mujer en Estados Unidos de Norteamérica.
En ese contexto, Morena, como se sabe un movimiento
progresista que recoge gran parte de las banderas históricas de la izquierda,
lucha contra sus inercias masculinas y dentro de su narrativa guía de la 4T no
puede dejar de lado la práctica, más allá del discurso, de una política que
abra espacios a las mujeres.
El ejemplo del presidente mexicano Andrés Manuel López
Obrador, consolidando un gabinete con equidad de género, como lo hizo cuando
fue jefe de gobierno, gana simpatías, no sin resistencias, dentro del partido y
se hace presente en el actual proceso electoral que desembocará en el cambio de
15 gobernaturas y 32 congresos locales, junto con miles de alcaldías y los 500
diputados federales.
Una muestra de que los líderes de Morena retoman la visión
de equidad de AMLO, es el discurso del dirigente nacional Mario Delgado, cuando
afirmó que, si fuera necesario, incluso podrían llegar a brincarse a un hombre
que ganara en la encuesta, para poner a una mujer que estuviera por debajo de
él, para garantizar esa equidad. Suena bien.
El mensaje de AMLO contra el viejo régimen, se empalma con
el combate al machismo y a la marginación a las mujeres que marcó a los
anteriores regímenes y ha quebrado las resistencias, como aquella que surgió
desde el poder legislativo (con mayoría morenista en una extraña coincidencia
con los legisladores del PAN) cuando el INE aprobó que en la elección de los
gobernadores también tendría que aplicar la equidad de género, de tal manera
que al menos siete de los 15 espacios en disputa serían para mujeres.
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