Por Julio Zenón Flores Salgado
Han circulado versiones en redes sociales acerca de la
molestia que le causó al presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador las
primeras derrotas conocidas para su partido Movimiento de regeneración nacional
(Morena) en los estados de Hidalgo y Coahuila, frente a las altas expectativas
que se construyeron respecto al crecimiento de la ola lopezobradorista en las
elecciones del 2020 y el 2021, para tomar el control de congresos estatales y
aplastar a la oposición, de por sí arrinconada mediáticamente.
Las posturas autocríticas de la dirigencia de Morena han
brillado por su ausencia, como corresponde a la historia y tradición de las
izquierdas mexicanas que siempre le echan la culpa a los otros de las derrotas
propias y nunca se aceptan los errores que se llegan a cometer, a veces errores
garrafales y de párvulos.
Una vista somera arroja cuatro motivos de la derrota de las
elevadas expectativas morenas en esos dos estados:
1.- La división vigente en torno a la elección del dirigente
nacional, que ha llegado hasta la división de los diputados federales y
senadores de ese partido y que ha cruzado tanto lodo entre sí, que han causado
una sensación de desconcierto entre los simpatizantes morenistas. Los votantes
de Morena creían que ese partido era distinto, que no había cargada, que no se
ejercían venganzas personales, que no se compraban preferencias ni votos. La
decepción les hizo por lo menos quedarse en casa y no salir a votar.
2.- La falta de estructura y las malas decisiones en la
definición de candidatos, en la creencia fantoche de que si ponían a una vaca,
esa misma vaca ganaría, en un desprecio evidente a la inteligencia del votante.
Del tema habló apenas el jueves pasado en el programa de TV en vivo de
Trasfondo informativo, el ex representante de Morena ante el Instituto
Electoral de Participación Ciudadana (IEPC), de Guerrero, Sergio Montes
Carrillo, quien advirtió que esa situación había provocado que los personajes
que no quedaron como candidatos o se fueron de partido o se convirtieron en
candidatos de otros partidos políticos.
3.- El presidente AMLO no estuvo en la boleta. Tanto en
Morena como en la oposición está claro que en el 2018 el que arrasó con los 32
millones de votos en la mayoría de los estados mexicanos fue el personaje, es
decir, el presidente López Obrador, no la marca del partido y que si muchos
ganaron fue porque surtió efecto de que para apoyar a AMLO había que cruzar
todas las boletas, bajo la consigna “5 de 5”. Si alguien tenía alguna duda de
ello, el resultado de Hidalgo y Coahuila lo vino a corroborar.
4.- La COVID-19: La pandemia surtió un efecto negativo en el
caudal de votantes hacia Morena. Como la demuestra la mayoría de los estudios,
el apoyo prioritario hacia ese partido está en los beneficiarios de los
programas sociales, especialmente entre las personas de la tercera edad, que
ante el riesgo de contagio por la pandemia y la falta de una adecuada atención
a los enfermos en el sector salud, prefirieron no arriesgarse y no salieron a
votar; el otro sector beneficiado, el de los jóvenes antes llamados “ninis”
ahora construyendo el futuro, no parecen aún estar interesados o ideologizados
para agradecer el apoyo económico que reciben yendo a votar por el partido del
gobierno que se los otorga, debido a la falta de interés que persiste en ese
sector social.
¿Qué le dice ese resultado a la clase política de Guerrero?
Que Morena no es invencible, pese a que tenga muchas cosas a favor, pero que
los resultados electorales difícilmente se pueden repetir, sin que participe en
la elección el propio López Obrador.
A Morena le debe dejar la enseñanza de que no se pueden
imponer candidatos a una militancia ávida de cambios reales, por más cercanos o
amigos que sean del presidente, si no cuentan con un perfil que les genere
aceptación interna y conocimiento entre la ciudadanía y sean capaces de generar
unidad y simpatía. Seguramente eso hará que las dirigencias sean respetuosas de
los resultados reales que arroje la encuesta que defina al candidato a
gobernador y los presidentes municipales y del mecanismo de prelación para los
cargos de representación proporcional, para evitar deserciones y disgustos que
terminen como en Hidalgo y Coahuila.
A la oposición le debe quedar claro, sin embargo, que
Guerrero no es Hidalgo ni Coahuila, que el sur y el sureste son abiertamente
lopezobradoristas y que a diferencia de aquellos estados donde ganó el PRI,
aquí el partido tricolor se nota poco articulado y el gobernador guerrerense
Héctor Astudillo prácticamente ajeno a las cuestiones partidistas y de candidaturas.
Pese a todo, tanto el PRI como el PRD tienen estructura en todo el estado, a
diferencia de Morena, y junto con el PAN y MC gobiernan la mayoría de los
municipios guerrerenses.
En pocas palabras, pese al fuerte lopezobradorismo de
Guerrero, se puede dar el mismo fenómeno si Morena no resuelve sus diferencias,
si no elige candidatos competitivos, si no se da prisa en construir estructuras
territoriales y …si la pandemia sigue hasta junio del año que viene provocando
abstención en las urnas, lo que de por sí ocurre en las elecciones intermedias.
Finalmente diremos que si algo aprenden los políticos de
Guerrero, de los resultados del domingo pasado en esos dos estados, la
selección de candidatos y las alianzas, deberá tomar un nuevo rumbo desde ahora
hacia el 2021.
PD: El PRD que no tenía nada en Coahuila, por primera vez tendrá un diputado en el congreso local
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