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Regidores de Morena en Acapulco ¿Aprendices?

“Caminante no hay camino, se hace camino al andar” (Antonio Machado. poeta español)

Por Julio Zenón Flores Salgado

¿Alguien sabe quién y por cuál método se definió a los regidores de Morena en Acapulco, ahora puestos en la picota por un video en contra del primero de la lista de ellos, Andrés Alaín Rodríguez Serrano?

Lo que se sabe, es que tanto él como los demás regidores de Morena fueron producto de la negociación: mientras él ocupó la primera, la segunda fue para Mayra Reina Martínez, propuesta por el candidato a síndico Javier Solorio Almazán, como consolación por haber cedido la candidatura a la presidencia municipal a la magistrada con licencia, Adela Román Ocampo; la tercera se adjudicó a Hugo Hernández Martínez, propuesto por Pablo Amilcar, la cuarta a Liliana Quijano, propuesta por Inocente Ariza, que cedió en ser candidato a alcalde, la quinta, Javier Morlet, propuesto por Pablo Amílcar, la sexta Patricia Batani, a propuesta de Eloy Cisneros, la séptima, María Azucena Uribe, propuesta por Moisés Reyes Sandoval y la octava para Manuel Cortés, propuesto por Eloy Cisneros.

Se les señala de ser una mayoría que debiera dar rumbo al Cabildo, y de que su falta de operatividad ha inmovilizado y perdido toda autoridad a ese cuerpo edilicio. Mientras, por ejemplo, los miembros del gabinete van y vienen como piezas desechables, sin cuestionar los perfiles, como si fuera sólo responsabilidad de la alcaldesa, que en estricto sentido es una edil más, la primera edil, la edil ejecutiva, pero que debe estar respaldada por su Cabildo y en especial por la mayoría de los ediles de su partido y cuyas acciones debieran sujetarse el Plan Municipal de Desarrollo, el cual aparece como letra muerta.

Salvo los meses recientes en que se justifica algo distinto por la pandemia, si se hiciera un comparativo de lo que hicieron las dependencias municipales el año pasado contra lo que dice el PMD que deben hacer, no se encuentran puntos de concordancia y es por la falta de un Cabildo real.

Tómbola y amistad con los líderes, los pusieron en el Cabildo, pero ninguno de ellos ha aprovechado la oportunidad para labrarse una personalidad política e institucional propia y eso ha impedido que actúen como mayoría y como gobierno, al grado de que han sido señalados, por ser un Cabildo ineficiente.

El calificativo, sin embargo, es osado. Habría que entender lo que ocurre en el marco de una transformación política en la cual arriban al poder personajes que no lo habían ejercido antes, que por lo tanto, carecen de experiencia, pero también de malicia.

Quizás nos deberíamos detener a analizar el viejo dilema de la filosofía sobre si el hombre es el lobo del hombre o si es un ser bueno y es el contexto lo que le vuelve “malo”, dijera Carlos Marx, ese socorrido filósofo alemán del siglo XIX, si el ser social condiciona la conciencia social; pero no hay tiempo para tanto. Lo que sí podemos decir es que, aunque hayan sido producto de la negociación entre los líderes y corrientes, en la práctica son el producto del descontento social para con los que sí tienen experiencia y no han atendido los problemas de la gente.

Para que el presidente Andrés Manuel López Obrador ganara e hiciera ganar a todos los candidatos de Morena (bueno casi todos, pues hubo algunos que ni así ganaron en sus distritos y municipios) hizo falta una explosión social llevada a las urnas, una explosión de inconformidad, de hartazgo, con la vieja clase política, que sí tenía experiencia pero que aunque se había puesto altos salarios, siempre quería más, desde comisiones, canonjías, prestaciones y privilegios hasta mayores espacios de poder, pero que en cuanto llegaban a los cargos se olvidaban de cumplir las promesas de campaña.

Ese hartazgo llevó a la gente a votar por desconocidos, olvidando el adagio de que “más vale malo por conocido que bueno por conocer” y adoptando la idea de dar la oportunidad a otros. “Al menos ese no me ha robado”, fue el razonamiento que hizo a gente como Cuauhtémoc Blanco o Rutilo Escandón, gobernantes en los estados de Morelos y Chiapas, respectivamente y a los mencionados arriba, regidores de Acapulco.

Los ediles tenían que aprender, pero su partido, Morena, no creó una escuela para formar cuadros, para instruir en las nuevas formas de gobierno a sus recientemente electos, tal vez porque también apenas estaban asimilando sus triunfos, y por eso algunos de ellos se estancaron, algunos otros hasta provocaron sonrisas burlonas o comprensivas, como la alcaldesa suplente de Acapulco, Matilde Testa, que apenas ganada la elección fue a la Dirección de La Mujer, a avisar que ella sería la nueva titular ¡porque era la alcaldesa suplente!.

La conducta humana es un misterio. Algunos de los ediles se han esforzado, los hemos visto apurados y hasta desesperados porque su sólo voto no es suficiente para reorientar al Cabildo y sus compañeros no siempre les hacen caso, ocupados a su vez, en descubrir como opera esto del poder.

Las encuestas realizadas estos meses indican que los votantes siguen prefiriendo a los que no saben hacer las cosas, que les está dando tiempo para que aprendan y lo hagan bien, en vez de preferir que regresen los viejos tiempos, los expertos, los de los partidos que ganaban antes.

Eso se llama bono democrático y los de Morena, deberían a entender que tiene un límite y que es hora de empezar a aprender y hacer las cosas bien. Ya es hora de dejar de celebrar el triunfo y ponerse a trabajar.

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Portal editado por JULIO ZENÓN FLORES SALGADO.- Periodista y escritor. Licenciado en ciencias de la comunicación, maestrante en Ciencia Política y diplomado en MKT digital; Columnista en La Jornada Guerrero, Enfoque informativo y en Redes del Sur. www.facebook.com/trasfondoinformativo, Escríbenos a zenon71@hotmail y suscríbete en el canal de youtube trasfondo informativo

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