Por Julio Zenón Flores Salgado
Romper paradigmas en las formas de gobierno es quizás uno de
los mayores desafíos de una clase política emergente, en una coyuntura en donde
la sombra negra que se desprende del lapso en el cual un régimen no acaba de
morir y el otro no acaba de nacer, oculta una serie de monstruos que suelen
hacer pagar altos costos a la sociedad.
Adela Román Ocampo, presidenta municipal de Acapulco desde
el 1 de octubre del 2018, es de esas personas que rompen los paradigmas.
Es la primera mujer electa constitucionalmente como primera
edil, no ha desarrollado una actividad política en continuum, no pertenece a
ningún partido político, no tiene mucha experiencia en cargos de representación
popular y no figuraba entre los personajes de mayores posibilidades de ser
candidata y menos aún con el dinero suficiente para hacer una campaña
electoral, digamos tradicional.
Y sin embargo, gobierna una ciudad de un millón de
habitantes, más un millón de turistas que llegan al año y que contiene los más
altos índices de pobreza del país en sus zonas urbanas, suburbanas y rurales,
donde, por otra parte, unas 50 pandillas, células y cárteles desarrollan
actividades de delincuencia organizada.
La gobierna con un presupuesto prácticamente comprometido
desde antes de recibirlo, con poco margen de maniobra, sin el apoyo del síndico
administrativo (más bien con su oposición) y empezó su gobierno sin policía
municipal, al menos sin capacidad operativa y bajo sospecha.
Al terminar su periodo podrá escribirnos un libro sobre cómo
gobernar el caos y no morir en el intento.
A punto de terminar el año se le puede ver recorrer la
ciudad, yendo desde la zona turística donde se denotan ya los síntomas del
agotamiento de un modelo depredador y poco amable con el medio ambiente y con
los pobladores originales del puerto, hasta la zona rural a donde ha ido casi
con sigilo, pasando por la gestoría de recursos y obras ante el gobierno
federal en la CDMX.
Es posible que duerma pocas horas; son muchas deudas y poco
el dinero; muchas las tareas pendientes y pocas las horas diurnas para
acometerlas.
Y sin embargo, se le ve entera, ha aguantado el trote, ha
buscado, en mucho de manera intuitiva, pero también de modo metodológicamente
científico, la ruta que le permita aprender rápido, contra reloj, y empujar a
su gobierno, un gobierno que en realidad no ha terminado de constituir, en
donde ha habido tantos cambios como intentos de recomponer las cosas desde cero
o desde menos cero.
En medio de esas condiciones de locura, la alcaldesa se
convirtió en líder de cientos de municipios del país y consiguió que la CFE,
junto con Hacienda y la Conagua, revisaran las tarifas que se aplican a
organismos operadores de agua potable de las comunas, cosa inédita, pues sentó
a tres poderosos organismos, entre ellos la CFE del viejo lobo de mar, Manuel
Bartlet, que un día ants había sido felicitado por el presidente López Obrador
por su adecuada conducción del organismo de energía eléctrica.
Dos veces enfrentó –y salió airosa- al poderoso SUSPEG con
sus cinco secciones en el municipio.
Parece empeñada en limpiar la vía pública, aunque ahí se
toquen fuertes intereses y puso el dedo en la llaga para que cientos de ricos
vecinos de la zona Diamante paguen su impuesto predial que no han pagado al
ayuntamiento.
Se metió en tierra de nadie al intentar ordenar los negocios
de la vida nocturna de Acapulco, Incluso dio de baja a su director Isaías Arellano
cuando se enteró que por temor no acató la instrucción de poner horas límites a
un bar donde se dan constantes riñas, una de las cuales llegó a un asesinato en
su interior.
Con todo, no se le ve abrumada, ni con signos de fatiga;
quién sabe cómo se desplomará en algún sillón al llegar a casa después de cada
día de ejercer el cargo, pero públicamente se le ve generalmente fresca y lista
para seguir empujando la carreta.
En términos generales se puede decir que en este año el
municipio mantuvo la gobernabilidad, bajo la rienda de Román Ocampo, la
criminalidad tuvo un ligero descenso –gracias al trabajo coordinado con el
gobernador Héctor Astudillo Flores y los representantes federales de las
fuerzas de seguridad-, no se paralizó administrativamente pese a la adversidad
económica y llega al 2020 en mejores (¿o debe ponerse menos peores?)
condiciones que en el 2018, con al menos la simiente de lo que tendrá que ser
la conformación de un equipo político y administrativo que le permita caminar
en el futuro por la bamboleante cuerda suspendida en la política.
Si no se hundió en el 2018-2019, con las condiciones tan
adversas como gobernó y rebasa a línea de flotación en el 2020, tendremos en
ella en el 2021 a una formidable competidora por nuevos espacios públicos de
representación popular, aunque, en la nueva lógica de la nueva clase política,
sería mucho más sano que no se inscribiera en la disputa por el peldaño superior
–casa Guerrero- que ya le sugieren sus cercanos, sino que terminara y bien
totalmente su periodo administrativo, en el cual hay muchos pendientes que la
gente le reclama en las redes sociales y a veces hasta en sus propios eventos.
Adela ha roto todos los paradigmas políticos, apareció de
pronto en el proyecto del entonces candidato Andrés Manuel López Obrador y se
ha convertido, quizás, en una pieza estratégica del proyecto lopezobradorista,
para empujar desde la periferia la sustitución de la vieja clase política.
xxx Portal editado por JULIO ZENÓN FLORES SALGADO.- Periodista y escritor. Licenciado en ciencias de la comunicación, maestrante en Ciencia Política y diplomado en MKT digital; Columnista en La Jornada Guerrero, Enfoque informativo y en Redes del Sur. www.facebook.com/trasfondoinformativo, Escríbenos a zenon71@hotmail y suscríbete en el canal de youtube trasfondo informativo
1 Comentarios
Aunque no se mucho de política creo tienes razón, ojalá no quiera soltar el timón para compartir la gubernatura, está muy inexperta para ese cargo mejor termine su mandato y así se foguea más en política.
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