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Acapulco, Adela; hasta los cocodrilos vuelan

Textos y claves

Miguel Ángel Arrieta

Antes de continuar con la letanía de alabanzas al presidente de México con motivo de su primer informe de gobierno, la clase gobernante de Morena en Guerrero, -diputados locales, federales, senadores, alcaldes y funcionarios-, deberían revisar que a un año de haberse instalado en el poder, no se ve por ningún lado el amanecer de prosperidad, seguridad y estabilidad que ofertaron en campaña para beneficiar la entidad suriana.
Por lo pronto, en Acapulco no se detectan las muestras del amor que según la alcaldesa Adela Román Ocampo, manifiesta Andrés Manuel López Obrador hacia este puerto. A menos que se trate de lo que denominan amor cavernícola: demostrar cariño a base de golpes.
Para muestra sobran botones; ayer el gobierno federal autorizó incrementos al costo del peaje en la autopista del Sol. En días anteriores, el paquete económico de la administración lopezobradorista exhibió una reducción del 47 por ciento al presupuesto para promocionar los destinos turísticos, lo que obviamente lleva una dedicatoria a Acapulco.
Hasta hoy, la inversión en obra pública federal se mantiene paralizada y se prevé pueda reactivarse hasta marzo del 2020, mientras en el ayuntamiento de Acapulco se retiene la asignación de contratos a empresas constructoras por motivos políticos y la poca que se ha distribuida es tasada con un moche del treinta por ciento por contrato otorgado.
Tal vez Adela Román también tenga otros datos, pero en la Secretaría de Desarrollo Urbano y Obras Públicas municipal prevalece la instrucción de favorecer con la asignación de contratos a constructores que participaron en su campaña electoral, sin importar que estos tengan su domicilio fiscal radicado en otros estados.
El tema de la inseguridad solo se puede explicar por la ausencia de una estrategia congruente con la realidad. El problema es que hasta ahora la única salida de López Obrador radica en copiar a sus antecesores argumentando que los responsables son los gobiernos anteriores.
Lo mismo hicieron Vicente Fox, Felipe Calderón, Enrique Peña Nieto y hoy la nueva edición de esta versión es emitida por la Cuarta Transformación.
Lo grave es que la existencia de territorios dominados por la criminalidad deriva en la descomposición del tejido social, la sustitución del estado mexicano por capos delincuentes, la corrupción de corporaciones y ministerios públicos y la pasividad de un gobierno que busca reducir el problema mediante propuestas de conciliación y perdón a los delincuentes.
A lo largo del primer año de trabajo, la presidenta Román Ocampo quedó rebasada por la inseguridad. Su protección personal a cargo de dos vehículos con elementos de la Armada de México que la acompañan permanentemente, representa un mensaje de la incompetencia que la envuelve para afrontar la criminalidad.
De ahí que al rendir su primer informe de gobierno, lo más obvio sea reconocer que Acapulco se encuentra en una crisis de seguridad, que este municipio esté teniendo dificultades para obtener el apoyo del gabinete federal y que el supuesto cariño lopezobradorista hacia el puerto no aterriza en la convulsa realidad que se vive aquí.
Lo malo no es señalar que se enfrentan severas contrariedades económicas en consecuencia del deprimido presupuesto del ayuntamiento acapulqueño; lo grave es manifestar que todo va muy bien y que el gobierno de la República ha cumplido a los acapulqueños.
El peor escenario para un aparato político de poder se localiza en anteponer su identidad partidista de origen, a la personalidad plural que da vigencia al ejercicio de gobierno: a la clase gobernante de Morena le falta asimilar que su etapa electoral culminó hace un año con el triunfo del primero de julio y hoy son responsables de trabajar para todos.
De hecho, también diputados, senadores, alcaldes y funcionarios se han instaurado como réplicas del priismo y en su afán de postración ante el poder, no calculan la afectación de depender del cordón umbilical partidista y desgastarse en defender lo indefendible.
En el fondo, el fervor lopezobradorista que se profesa desde esta entidad hacia el presidente de México, no ha obtenido una respuesta proporcional del gobierno federal. En su primer informe no hubo ni siquiera un guiño hacia alcaldes que padecen el agobio de adeudos con la Comisión Federal de Electricidad y el Sistema de Administración Tributario, el SAT.
Lo más seguro es que López Obrador no tiene idea de lo que sucede en Acapulco. A menos que los funcionarios de Morena practiquen ante el poder federal aquel añejo ritual cuya oración central consistía en repetir: -todo lo que diga el presidente está bien; hasta cuando afirma que los cocodrilos vuelan.

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