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El autobomba en Xaltianguis ¿Narco atentado terrorista?

Por JULIO ZENÓN FLORES SALGADO

El atentado con un coche bomba en la población rural de Xaltianguis, distante 50 kilómetros de la zona turística de Acapulco ha encendido las luces rojas en los más altos niveles de seguridad del país, no solamente de Guerrero, mientras en el municipio parece haber sido tomado con bastante precaución.
Hay que reconocer que las autoridades de todos los niveles actuaron correctamente ante la crisis que pudo haber causado el estallido de los artefactos explosivos a unas horas de la inauguración del más importante evento turístico del país, en este balneario del Pacífico, en donde se reúnen miles de capitanes de negocios del huidizo mundo del turismo. El atentado fue encapsulado a la espera de los resultados de los trabajos de las corporaciones policiacas y de inteligencia.
Mientras tanto, sin embargo, las autoridades federales deben estar trabajando a marchas forzadas para presentar a los responsables y no dar pie a una imagen de impunidad que alimentaría la posibilidad de que los diversos grupos armados que se disputan el territorio en la entidad y en particular en Acapulco, asuman ese hecho como la nueva senda que habrán de tomar los enfrentamientos, es decir, el escalamiento del conflicto que no se ha podido solucionar y que tiene en crisis a Acapulco desde aquel fatídico hecho de sangre en La Garita, colonia de a zona urbana de este puerto.
Y es que la explosión del coche bomba, aunque no dejó –aparentemente- lesionados (aunque se habla de dos heridos que estarían en calidad de detenidos al considerar que están relacionados con el ataque) ni daños mayores pues solo destruyó una barda y media docena de automóviles de las cercanías, preocupa, más que otra cosa, por la intención que tiene y por la posibilidad de marcar el inicio de una nueva etapa, donde esa sea el arma que se utilice para arreglar cuentas tanto entre los carteles del crimen organizado que dominan el escenario local, como entre ellos y las autoridades que están por emprender una operación de gran envergadura a cargo de la recién aprobada Guardia Nacional.
En cuanto a la intencionalidad del atentado es difícil o muy pronto para elucubrar, pero para tener una idea sirve decir que es el primer hecho de esa naturaleza en el estado de Guerrero, pero no el primero en México y que el primero de ellos, ocurrido en julio de 2010 en Ciudad Juárez, Chihuahua, fue adjudicado por el Cartel de Juárez en su lucha contra el cartel de Sinaloa, lo que nos da una pista de que pudiera venir de ese lado.
El mensaje dejado en aquella ocasión establecía claramente la amenaza de que tenían más autos bomba para dirigirlos contra las corporaciones policiacas que apoyaban al Chapo del Cártel de Sinaloa.
En esta ocasión, en la explosión de Xaltianguis, no hubo mensaje escrito, pero sí indicios que se pueden seguir.
Además de recordar que fue ese grupo criminal quien lo utilizó por vez primera en México, se debe tener en cuenta que aquella vez como esta se usaron explosivos detonados por medio de un mecanismo activado por medio de un teléfono celular.
La utilización del teléfono celular para detonar bombas no es nueva en el mundo y es muy usada en España tanto por el ETA como el resto de Europa y Oriente por los grupos terroristas islámicos del EI (Estado Islámico)
Por sólo citar unos casos en noviembre del año 2000, la banda terrorista ETA usó teléfonos móviles para activar sus bombas. En concreto, el 11 de noviembre, los etarras colocaron en las inmediaciones del cuartel de la Guardia Civil de Intxaurrondo (Guipúzcoa) un artefacto adosado a un lanzagranadas que serviría como cebo. Desde otro teléfono móvil los terroristas hicieron una llamada al celular colocado en el lanzagranadas y la frecuencia emitida activó la bomba, que explosionó cuando efectivos de la Ertzaintza, la Guardia Civil y el Cuerpo Nacional de Policía acudieron al lugar para desactivar los explosivos. La explosión alcanzó a los agentes e hirió a diez de ellos, tres de los cuales, guardias civiles, sufrieron lesiones muy graves.

En enero de 2001 ocurrió lo mismo en el cementerio de Zarauz. ETA planeaba liquidar a la cúpula del PP vasco mientras hacían una ofrenda floral al concejal asesinado José Ignacio Iruretagoyena, en el tercer aniversario de su muerte. La bomba estaba escondida en una maceta. Falló el mecanismo, quizá por los inhibidores de frecuencia que portaban los coches de los mandos populares.

El 14 de mayo de 2002, la Policía detuvo en Vallecas a dos miembros del grupo Madrid de ETA. Planeaban atentados con la técnica del teléfono móvil. De hecho, entre el que las fuerzas de seguridad hallaron en un piso usado por la banda en la madrileña calle de Piamonte , se encontraron rudimentarias instrucciones para elaborar este tipo de artefacto. Según la Policía, los terroristas ya habían comenzado a fabricar uno, puesto que en el piso se encontró un receptáculo de cartón rodeado con cinta aislante diseñado para introducir el teléfono móvil, al que además tenían intención de colocarle un sistema eléctrico.
Hacer estallar una bomba mediante un chip de un teléfono celular es relativamente fácil, como lo demostraron estudiantes de la Universidad de Guadalajara en un trabajo escolar en la facultad de computación.
Las investigaciones en Europa, donde han ocurrido más ataques de este tipo se encontró que es el Nokia 105 de Microsoft, un teléfono celular extremadamente económico pues apenas cuesta US$20, el más utilizado en estos atentados, por tratarse de aparatos medianamente resistentes al agua y a prueba de polvo, pero fundamentalmente porque el 105 ha sido fabricado para ser duradero, ya que dura todo un día en uso y hasta 35 días en espera, lo que le ha valido ser el teléfono favorito del autodenominado Estado Islámico.
El grupo extremista, sin embargo, no lo utiliza para hacer llamadas sino en la fabricación de bombas, según se desprende de un reporte publicado por Conflict Armament Research (CAR), un grupo de investigación de armas con sede en Londres.
En el caso de Xaltianguis, según las primeras investigaciones el cochebomba fue explotado desde el poblado del Kilómetro 30, media hora después de haberlo dejado estacionado frente al comedor de la policía comunitaria de la UPOEG, por medio de una llamada telefónica, lo que implica que quien lo hizo sabe de este tipo de ataques terroristas y mientras esté suelto, será un peligro grave sobre la seguridad en Acapulco y en Guerrero.
Convirtiéndose, por lo pronto en la inegable punta de un gran iceberg.

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