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El silencio de los corderos




Miguel Ángel Arrieta



La movilización realizada por la comunidad médica de Acapulco para protestar contra el asesinato de la doctora Reina Valenzo Pérez, no solo sirvió como escenario de inconformidad de uno de los sectores de profesionistas más vulnerados por la inseguridad, en realidad el principal mensaje que transmitió la marcha  es la certeza de como la sociedad porteña se refugió desde hace tiempo en la indiferencia cómplice, y dejó el paso libre a la delincuencia organizada.

De hecho, el principal simbolismo de la marcha de los trabajadores del sector salud por la Costera Miguel Alemán, es que la denominada sociedad civil dejó solos a los médicos y enfermeras que exigen se detengan los atentados  y extorsión desbordada en su contra.

A diferencia de 1987, cuando miles de acapulqueños marcharon por las calles indignados por el asesinato del veterinario Gómez Lince, reconocido empresario por su calidad humana y su compromiso con causas sociales.

La protesta de la sociedad acapulqueña incluyó un cierre total de comercios.

Pero este domingo no solo no se sumaron los comerciantes; lo peor fue que en la movilización nunca aparecieron los líderes de la Canaco, la Coparmex, la Canacintra, Grupo Aca, Aheta, Canainpa, Cámara de la Construcción y mucho menos transportistas y organizaciones sindicales.

Esos a los les fascina atraer reflectores mediáticos cuando pronuncian discursos contra la inseguridad y sus efectos colaterales.

Y de los partidos políticos ni hablar. Aunque durante la reciente campaña electoral la mayoría de los candidatos mantuvieron entre sus propuestas centrales la lucha contra la inseguridad, en la marcha estos políticos no solo brillaron por su ausencia, tampoco se observó por ahí a los cuadros ciudadanos activistas que nutrían los eventos proselitistas.

Por lo pronto, resulta inverosímil que convoque más ciudadanos, miles, una concentración para recibir a un líder político nacional que una movilización social para protestar contra el problema toral que afecta a Acapulco.

También en 1987 sucedió una de las tragedias de mayor impacto en la historia de Guerrero que colocó el nombre de Acapulco en el primer plano de la nota roja internacional; el secuestro, ultraje y asesinato de la niña Merle Yuridia Mondain Segura.

La manifestación ciudadana por ese crimen está registrada como una de las más tumultuosas de finales del siglo pasado. Todos los sectores productivos, civiles, educativos, populares, políticos se sumaron al clamor generalizado para exigir justicia al entonces gobernador José Francisco Ruiz Massieu.

El cruce de circunstancias entre el asesinato de la doctora Valenzo y los dos hechos señalados tiene un impacto que tal vez difiera en lo cuantitativo pero guarda las mismas proporciones en lo cualitativo: la amenaza que  representa la inseguridad es producto de una crisis de corrupción de instituciones e indiferencia de gran parte de la sociedad agraviada.

Desafortunadamente, las expresiones de los ciudadanos acapulqueños contra la inseguridad solo han quedado en un lamento.

El problema es que la apatía social ha crecido a la par con el debilitamiento del sistema-estado en la función primaria de brindar seguridad a los ciudadanos, lo que induce desde una perspectiva sociológica un creciente temor generalizado entre la población.

Hace tres meses los médicos del hospital Donato G. Alarcón comenzaron a ser extorsionados. Por la mañana al llegar al estacionamiento del nosocomio un joven de aparentes 18 años de edad se acercaba hasta su automóvil y antes de que descendieran les entregaba un pedazo de papel con un número telefónico celular. -Por favor me pide mi patrón que le llame a ese número, les indicaba mientras discretamente  les mostraba el arma que llevaba dentro de una pequeña mochila.

Y les remarcaba: -y no haga ninguna pendejada,  sabemos dónde vive su  familia, a que escuela van sus hijos y donde está su esposa.

La mayoría de ellos fue víctima de los delincuentes.

En 1990, el norteamericano Thomas Harris escribió El Silencio de los corderos, una novela policiaca en la que el eje temático se sostenía en la relación psicodependiente  entre una agente del FBI y un asesino serial cuya capacidad psiquiátrica sorprendió sobremanera a millones de espectadores cuando la obra fue trasladada al cine por Jonathan Demme. El título se desprendía de un episodio en el  que la investigadora expone el trauma que para ella significó en su vida quedar huérfana y atestiguar en la granja de un pariente, el sacrificio de corderos que inocentemente se dejaban conducir al matadero sin oponer resistencia alguna.

A 28 años de haberse exhibido la que en México se conoció como El Silencio de los inocentes, el argumento recobra similitud en el Acapulco actual, en el que parece que la mayoría camina rumbo al sacrificio sin oponer resistencia alguna.xxx Trasfondo informativo. También en www.facebook.com/trasfondoinformativo y en @trasfondoin

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