SIMON DICE
Por Julio Zenón Flores Salgado

El pasmo producto de una errada estrategia electora parece
tenerlos inmovilizados y mientras tanto, en Guerrero los priistas tampoco se
reponen y no han montado una estrategia que les permita cobijar al gobernador
priista Héctor Astudillo Flores para garantizarle gobernabilidad los tres años
que le restan de su mandato, siendo minoría en el congreso local y en el número
de ayuntamientos obtenidos en las urnas.
Las reacciones ante el inminente nombramiento del
coordinador estatal del gobierno federal Pablo Amilcar Sandoval Ballesteros,
han sido tímidas, no se ha visto una operación política que deje en claro si
serán oposición leal o si buscarán el acercamiento para trabajar unidos, al margen
de los intereses partidarios de cada uno, gobierno y coordinador, para
beneficio de los guerrerenses y para que la prometida cuarta transformación de
Morena y Andrés Manuel López Obrador sea aterrizada en proyectos de apoyo a uno
de los estados más pobres del país, que más ayuda necesita del gobierno federal
y no se convierta en una cacería de brujas y un litigio que haga escasear esos
recursos tan necesarios para el desarrollo social.
El PRI tiene que definirse pronto o será engullido por
Morena que si trae una dinámica a todo vapor impulsada por el motor AMLO, en la
idea de consolidarse a futuro y hacer los cambios necesarios para desmantelar
el viejo régimen y fortalecer a Morena como el nuevo partido hegemónico en el
país, cuya primera meta es volver a arrasar electoralmente en el 2021, año en
que se habrá de elegir gobernador en Guerrero.
En vez de definir ya una estrategia de unidad de las tres
corrientes principales del priismo estatal, los tricolores observan impávidos
como la propia tía de su dirigente nacional Claudia Ruiz Massieu, busca
colocación en el gobierno de Morena en Acapulco y en los pasillos se escuchan
tambores de guerra interna. Se buscan traidores, se dice entre ellos, se busca
a los que hicieron perder en particular a la joya de la corona de la entidad:
Acapulco, a donde se había apostado todo, pero con un insuficiente análisis del
impacto de la campaña nacional en los resultados locales.
Hasta ahora solo han visto lo formal, la necesidad de
cambiar a los directivos estatal y municipales del PRI, pero sin antes dejar
atrás lo ocurrido, entender que la derrota de Acapulco no fue producto de la
traición de nadie, sino de la mala estrategia nacional de enfocarse a golpear
al segundo lugar de la contienda (Ricardo Anaya y su coalición) descarrilando
al segundo y con ellos destruyendo la elección de tercios que se esperaba en Acapulco
y sobre la cual se tejió una estrategia para ganar pensando en que Adela Román
crecería solo hasta hacer la elección e ntre tres: Taja, Jacko y Adela.
Al romperse la elección de tres, producto de la mala
estrategia nacional, en el PRD de Acapulco se desinfló y sus votos migraron a
su más cercano ideológicamente hablando, es decir Morena, y los votos
trabajados para Taja quedaron ya en tal minoría que competir con Adela era un
suicidio.
Pero eso no lo han entendido los priistas, siguen buscando
culpables internamente y no han valorado que hoy hay dos hombres que tienen
ascendencia sobre el priismo estatal, Héctor Astudillo Flores y Manuel Añorve
Baños, pero que deben trabajar como uno solo y establecer una alianza
estratégica con el tercero en la cámara de diputados federal, René Juárez
Cisneros.
El activo que representó Ricardo Taja Ramírez, quien pese a
la ola lopezobradorista pudo mantener los 70 mil votos duros del PRI, pese a
los que se fueron con la marejada, gracias a una alianza de amplio espectro, no
está siendo aprovechado. No se dan cuenta que el tiempo está en su contra.
No es fácil ni el futuro es color de rosa para el priismo. Es
una realidad que no solo perdió estruendosamente las elecciones, sino que está
muy dividido, una división que afloró en 1988 con al salida de Cuauhtémoc
Cárdenas que se fue a fundar el PRD y cuyos compañeros vinieron después s
fundar Morena, una división que tuvo otro latigazo en el gobierno de Ernesto
Zedillo persiguiendo a los salinistas y a los colosistas, minimizando además en
Guerrero a los ruizmasiustas y que llegó a la elección del 2018 en una
confrontación entre Luis Videgaray y Miguel Osorio Chong, que terminó con un candidato
externo, José Antonio Meade, acusado de ser el artífice de las desastrosa
política económica mexicana y que ahora ha recibido un reconocimiento público
de su adversario López Obrador y que arrastró al PRI a su peor derrota, sin
menospreciar el crecimiento propio de AMLO, pero los regímenes solo pueden
cambiar cuando además del descontento popular, la clase dominante se divide, y
eso fue lo que ocurrió.
Los priistas de base hoy no saben qué hacer, los cuadros
medios tienen miedo de decir lo que piensan, esperan que los cambios de
dirigencia municipal y estatal sean el arranque de un nuevo PRI, que trabaje en
una estrategia común con el gobernador, para fortalecerlo y fortalecerse, para
revertir los resultados electorales en un oscuro y ya cercano 2021 a riesgo, de
no hacerlo, de volverse un partido testimonial, como es la idea de Morena.
Ya veremos!
xxx
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