BAJO FUEGO
José Antonio Rivera Rosales
Ni duda cabe que Donald Trump cumplirá sus amenazas contra el pueblo mexicano. De hecho, ya comenzó a cumplirlas al obligar a las empresas automotrices a repatriar capitales a la Unión Americana, con excepción de la alemana BMW que no se dejó intimidar.
Resultará por lo menos interesante ver qué hará Trump los próximos meses en tres campos prioritarios: política migratoria, comercio bilateral y política de defensa, cuestiones fundamentales para la vida pública, la economía y la seguridad transfronteriza de México.
Por lo pronto, ya comenzó a darse cuenta de que dentro y fuera de los Estados Unidos núcleos importantes de población le mostraron el puño para dejar en claro el disenso social en temas que lastimaron la dignidad de las personas, especialmente de las mujeres.
Fue sorprendente y motivador observar la Marcha de las Mujeres que congregó a más de medio millón de personas en la capital norteamericana, con un claro mensaje de repudio a las posturas irracionales de esta mala copia de Hitler.
El problema es que este personaje -cuyas posturas serían hilarantes si no fuera el presidente del país más guerrerista del mundo- es una expresión de un amplio sector de la sociedad estadunidense que se caracteriza por sus posturas xenófobas, ignorantes y rabiosas. Ese es el verdadero problema, la sociedad conservadora que lo respalda.
En principio, la postura oficial de Trump y de su gobierno es por la cancelación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), una decisión que tendría graves repercusiones tanto para la economía mexicana como para un sector de la economía de ese país, que tendría pérdidas multimillonarias.
Algunos especialistas en economía ya advirtieron que las políticas anunciadas por el magnate son inviables y contradictorias, lo que le generará un impacto contrario a lo que este sujeto pretende alcanzar.
En materia de política migratoria, ya anunció que probablemente unos tres millones de migrantes que residen en aquel país serían deportados en los primeros meses de su administración, comenzando por quienes tengan antecedentes penales.
El gran enigma serían las decisiones que tomará en materia de defensa, armamentismo, asesoría militar y combate a las drogas. Porque lo que ha anunciado con bufonadas no son más que ademanes propagandísticos. Habrá que ver qué decisiones reales tomará en términos de política de defensa.
Esto es, ¿cuál será el trato para la milicia norteamericana? ¿Proseguirá con sus afanes expansionistas? ¿Cancelará su colaboración militar con México, aunque todo parece indicar que sí? ¿Dará cauce o cancelará el modelo persecutorio contra las drogas? ¿Develará los lazos invisibles entre la industria armamentista y los poderes fácticos, tan corruptos allá como acá? ¿Dará a conocer los tratos que han existido entre los políticos mexicanos y los capos de las drogas? ¿Dará respaldo a las agencias de espionaje como la NSA, CIA, DEA y toda esa zoología fantástica? ¿Intervendrá en otros países?
En todo caso, el gobierno mexicano deberá prepararse para atender nuevas contingencias derivadas de las políticas antiinmigrantes del gobierno de Trump, como deberá hacerlo también para prever un eventual cierre de fronteras, como ocurrió en 1984 cuando los barones de la droga, en aparente colusión con personajes del establishment, dieron muerte a Enrique Camarena, el agente de la DEA asesinado en Guadalajara. Bastó un par de días de que el gobierno norteamericano cerró la frontera con México para hacer tambalear al gobierno de Miguel de la Madrid.
Contrario a la expectativa, la administración de Peña Nieto se ha deshecho en inflexiones ante el poder imperial con la estúpida esperanza de que la élite norteamericana actuará con indulgencia, cuando la historia los ha mostrado tal cual son: una potencia depredadora que no les importa atacar a gobiernos democráticos para alcanzar sus fines, que casi siempre son la expoliación más que la seguridad hemisférica.
Con el arribo de este sujeto a la Casa Blanca, una nueva era se abre ante los mexicanos, que deberán hacer gala de entereza y creatividad para crecer hacia dentro, generando los empleos necesarios para afrontar la crisis que se avecina.
Para el efecto, el gobierno y el Congreso deben dar marcha atrás a las reformas estructurales, especialmente a la energética, que nos despojó del petróleo para entregárselo a las transnacionales, que en realidad son el verdadero enemigo de México.
Una eventual cancelación del TLCAN obligará al gobierno mexicano a tomar medidas para apuntalar la economía desde adentro.
El mercado depredador, no tanto los gobiernos como el norteamericano, constituye la verdadera amenaza para la economía y la salud de la sociedad mexicana, tan lastimada por la banda de apátridas que han estado en el poder los últimos 30 años.
Si fuera posible, las bravuconadas de Trump podrían conducirnos a conocer la verdad de los tratos secretos de las élites mexicanas y estadunidenses, incluidos los poderes fácticos,
tras lo cual los mexicanos tendrán que afrontar su verdadero destino. Que no es el Destino Manifiesto, desde luego.
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