Octavio Augusto Navarrete Gorjón
Las campañas presidenciales han
tomado un giro inesperado. A partir de
los acontecimientos en la Universidad Iberoamerciana, miles de jóvenes están
irrumpiendo en la escena política nacional.
Desde las universidades públicas, privadas y desde la desesperanza del
notrabajo, los jóvenes mexicanos están clamando por un país diferente.
Ocurre lo de siempre que hay una irrupción de las masas; se movilizan
sin un programa determinado previamente, sólo con la convicción de ya no poder
seguir viviendo de la forma y bajo los métodos en que lo hacían hasta
ahora. El cuestionamiento de ahora es
hacia nosotros, hacia los comunicadores que no hemos podido estar a la altura
de las circunstancias de este tiempo mexicano.
Más concreto: hacia las cadenas televisivas que insisten en vendernos un
modelo de sociedad y de comunicación que más bien parece manipulación.
El rumbo que están tomando los acontecimientos nos lleva a pensar que la
elección puede tener uno u otro resultado formal, pero que el país debe cambiar
con una urgencia inusitada, motivada por la formidable irrupción juvenil de
estos días, del hartazgo que la sociedad tiene de todos los partidos políticos
y de la idea-fuerza de que ya nada puede seguir igual.
Es una irrupción, un estallamiento que lleva muchos años incubándose en
la sociedad mexicana y que hoy, bajo el pretexto de las elecciones, ha
encontrado el momento propicio para manifestarse. El tiempo dirá si sólo queda en una
estridencia o si se consolida la visión crítica de la juventud de hoy como un
dato estructural del México del futuro.
Las frases que siguen no son propias.
Son de mi maestro Adolfo Gilly; ellas vienen como anillo al dedo a la
coyuntura mexicana actual, con ellas quiero terminar este artículo.
“Cada vez que el país deja de creer en las palabras y las promesas y
decide tomar por su cuenta el futuro, vuelve la mirada a sus orígenes y repite,
multiplicado, el desmesurado gesto fundador, no construir el porvenir con
obediencia y paciencia, virtudes mexicanas de los tiempos de paz, sino irrumpir
en él, con tumulto y violencia, excesos mexicanos de los días de luz”
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