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ACAPULCO, el agobio de la violencia y la corrupción



TRASFONDOINFORMATIVO

Por JULIO ZENÓN FLORES SALGADO

Acapulco vive sometido por los dos brazos de una pinza poderosa que difícilmente la alcaldesa Adela Román Ocampo podrá evadir si no toma medidas urgentes y de fondo.
No se necesita ser muy inteligente para darse cuenta que una de las tenazas de la pinza es la violencia ejercida por el crimen organizado en cruenta lucha por dominar las calles y espacios no sólo para traficar droga y otros productos ilegales, sino también para ejercer los otros redituables negocios de los delincuentes: la extorsión, conocida coloquialmente como cobro de piso, el secuestro y el robo de automóviles.
En este sentido las condiciones se dieron este fin de semana para una demostración de fuerza de los grupos locales vinculados a Joaquín Guzmán Loera, El Chapo, recientemente condenado a cadena perpetua más 30 años más en una sórdida e impenetrable mazmorra de Estados Unidos, conocida como El Alcatráz (¿alguien recuerda la película Alcatraz, fuga imposible?) de Colorado, donde es prácticamente imposible que pueda repetir su proeza de escaparse como lo hizo en dos ocasiones de las corruptas cárceles federales mexicanas.
Por un lado el nuevo líder del Cártel de Sinaloa, conocido como El Mayo Zambada, estaba obligado a demostrar que ese cártel sigue siendo el más poderoso del país, tal como lo reconoce personal de la DEA, para evitar que la sentencia al Chapo incitara a los otros cárteles a pretender arrebatar alguna plaza bajo su control, como es el caso de Acapulco, en donde el CDS mantiene una sólida alianza con el famoso Capuchino, a quien le han estado propinando pequeños golpes en sus finanzas mediante incursiones nada aparatosas en el interior del mercado Centra de Acapulco.
Por el otro lado los demás grupos que pelean la plaza también consideraron que era el momento de golpear al aliado del CDS mediante una incursión en sus áreas de control, como ocurre en algunos antros de la ciudad, donde llegan a reunirse según diversas denuncias anónimas hechas públicas a través de las redes sociales, donde por cierto se ha mencionado al propio bar Mr Bar.
La demostración de fuerza de uno y otro lado, tenía además el doble propósito de demostrar que la Guardia Nacional, recién desempacada con menos de cien elementos en este puerto, resultaría una herramienta del Estado insuficiente para significar algún riesgo serio para esos cárteles.
De ahí que desde el viernes por la noche y hasta el domingo al medio día, se registraron balaceras por distintos puntos de la ciudad, unos al aire, otros sobre casas y vehículos, y unos más sobre objetivos particulares que sembrarán temor entre los habitantes.
Los ataques de este fin de semana, además de representar la muerte de más de una docena de personas, fueron de tal impacto que ponen en duda los resultados dados a conocer por el INEGI en cuento a la disminución e la percepción de la inseguridad en el Puerto, aunque en realidad, casi nadie se percató de que de por sí esos datos debían tomarse con precaución debido a que se habían cambiado los parámetros de medición al ampliar el número de ciudades incluidos en la encuesta, según lo advirtió el propio INEGI al dar a conocer los resultados, pero que no pareció importar mucho para quienes vieron en esos datos la oportunidad de vanagloriarse de triunfos que están muy lejos de poder presumir.
La otra tenaza de esa pinza es por supuesto la corrupción sobre a cual nunca será demasiado insistir.
Sólo baste ver el resultado de la misma Encuesta de Seguridad Pública Urbana (ESPU), dado a conocer esta semana que terminó, donde Acapulco aparece en el primer lugar de las ciudades donde los ciudadanos han tenido mayor contacto con alguna actividad que implique corrupción de las autoridades policiacas, con un porcentaje superior a los 74 puntos porcentuales.
La corrupción es un tema que deriva en mayor violencia. Es casi un secreto a voces que lo agentes de la policía vial no dejan de acosar a los automovilistas, sobre todo a los turistas, en las salidas y entradas de la ciudad y es muy probable que esos recursos además de la pequeña parte que se queda en el propio agente, en realidad vayan a dar a personajes que les ordenan a les permiten llevar a cabo esas acciones de corrupción.
El tema es que las policías, tanto vial como urbana o rural, están prácticamente al garete, pues el secretario de seguridad pública municipal ha resultado ser más de adorno que eficaz, además de que la propia síndica Leticia Castro le ha exhibido por no haber obtenido aún certificado de confianza.
Entre los policías de la tropa se corre la versión de que el capitán Gerardo Rosas Azamar, casi no va a las oficinas, que despacha desde la Base Naval y se niega totalmente a mantener el contacto con ellos y por ende no puede asumir el control real de la corporación.
Hay incluso versiones más graves aún, respecto al porqué el capitán mostraría cierta apatía hacia las actividades que se han denunciado se llevan a cabo en bares y demás antros que funcionan muy por encima de los horarios establecidos por la autoridad municipal en materia de reglamentos y espectáculos.
En medio de esas dos pinzas, la corrupción y la violencia del crimen organizado, las cosas no pintan nada bien para esta agobiada ciudad, que pese a todo, se ha mantenido en la preferencia del turismo nacional.
¿Quién se atreverá a romper esta pinza?

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