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Adela, Cuarta Transformación: ¿Y los medios?

Miguel Ángel Arrieta

Si el equipo de la alcaldesa electa de Acapulco mantiene como pieza central de su discurso la pretensión de apegarse al modelo de renovación propuesto por López Obrador, en la práctica lo que han hecho hasta ahora es enviar un mensaje contrario al estilo lopezobradorista: reflejan desinterés por establecer una agenda de transición con objetivos concretos y no han difundido adelantos de acciones precisas para cambiar el modelo fracasado de la administración municipal.
En política, los mensajes no escritos son determinantes para disminuir los espacios de incertidumbre. Andrés Manuel se apropió de la agenda nacional desde el día siguiente a su triunfo electoral. Orilló mediáticamente a los funcionarios del gobierno federal saliente a entregar con anticipación nunca antes observada, espacios de influencia política y operación administrativa aun cuando constitucionalmente todavía no tienen facultades para participar en la vida pública.
El estilo del presidente electo no es casual: tiene un simbolismo de poder pero con el propósito específico de proyectar un nuevo sistema de comunicación entre estructuras de gobierno y sociedad.
En el fondo, pretende avanzar gradualmente en el rompimiento del modelo informativo construido durante décadas por el presidencialismo mexicano y los emporios de comunicación impresos y electrónicos, sustentado en la tradicional sentencia lopezportillista: -te pago para que no me pegues.
De hecho, por lo menos en el análisis de este tema y la definición de cuál será su relación con los medios de comunicación, el gobierno electo de Acapulco ya estuviera generando la percepción sobre el tamaño de la decisión que proyecta para sanear la administración municipal que recibirá el 30 de septiembre.
Para convencer a quienes confiaron en la propuesta de Morena para gobernar Acapulco, la restauración anunciada por Adela Román inevitablemente pasará por la relación ayuntamiento-medios de comunicación. Después de todo no nada más se trata de cambiar la carrocería y dejar el viejo motor.
Por lo pronto, si los gobiernos estatales y municipales electos de Morena replican la disposición de López Obrador para reducir el aparato de comunicación social del Ejecutivo federal significativamente, y recortar el gasto a este rubro en un cincuenta por ciento, en Acapulco Adela Román disminuirá los poco más de 51 millones de pesos anuales con los que opera la Dirección municipal de Comunicación Social, en un aproximado de 25 millones de pesos.
Aunque en realidad según el presupuesto de egresos del ayuntamiento de Acapulco, ese es el presupuesto total de la dependencia que incluye pago de insumos, gastos administrativos y salarios, conceptos que absorben un aproximado de 15 millones de pesos; lo que ocupa el gasto más gravoso en el presupuesto destinado a a este renglón, es el concepto "Difusión por radio, televisión y otros medios, de mensajes sobre programas y actividades gubernamentales", el cual es de 36 millones 863 mil pesos.
La mitad de esa cantidad es un poco más de 18 millones de pesos, insuficientes para cubrir las desproporcionadas facturas de los diarios de mayor circulación, empresas radiofónicas, televisoras y programas informativos en medios electrónicos.
Bajo un criterio de reordenamiento y austeridad real, lo que más conviene al equipo de Adela Román es desarrollar un diagnóstico de comunicación social con visión estratégica separada de riesgos de politización y objetivos controladores.
Sin la lógica de las circunstancias de renovación que abrió la denominada Cuarta Transformación, emprender una transformación de naturaleza tan radical en el ejercicio poder-medios, representaría un intento de suicidio político para cualquier gobernante.
Desde la creación de los denominados convenios de publicidad durante el trienio de Rogelio de la O Almazán, cada intento emprendido por alcaldes para ajustar a la baja el gasto de comunicación social, y consecuentemente reducir el pago de facturas a medios, representa el rompimiento de lanzas para que las empresas afectadas en sus ingresos desarrollen campañas agresivas permanentes contra la autoridad en turno.
Lo más significativo de proponer un nuevo entendimiento con los medios se sustenta en dos contundentes elementos:
1.- El 50 por ciento de los treinta millones de votos otorgados a Morena para ganar la presidencia de México, fueron de jóvenes con edad promedio de 18 a 29 años. 15 millones de votos de una población que se ha formado durante la era digital y se entrelazan globalmente por redes sociales y sitios web. Lo que establece las condiciones de reorientar ahora más que nunca las asignaciones publicitarias oficiales. Estos jóvenes ni leen periódicos ni ven noticieros de televisión.
2.- La implantación global de mecanismos tecnológicos de evaluación precisos para determinar el impacto y público específico al que llega cada medio de comunicación, permite valorar en términos de productividad y profesionalismo a las empresas periodísticas, y no establecer convenios por complicidad política o compadrazgos.
En el pasado, y todavía, ciertos editores se jactaban de servir a intereses políticos bajo la premisa –el que paga manda.
Parece que desde el primero de julio, esa perspectiva ha variado.
Enviado desde mi Huawei de Telcel.

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