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Análisis de la alianza de Morena con el PES y PT

CARTA A CLAUDIO LOMNITZ

                                                      Armando Martínez Verdugo

El tema de la alianza de Morena con el Partido Encuentro Social (PES) y la incorporación al equipo de Andrés Manuel López Obrador de personajes cuyas ideologías, prácticas políticas e intereses no son los propios al pueblo trabajador, se ha hecho un tema recurrente, un tema que atrae más y más la atención. Claudio Lomnitz (cuyo texto "El regreso del camarada Ricardo Flores Magón" bastaría para que México le rindiera homenaje), se ha referido a este asunto, con su brillo y lucidez característicos.

Coincido casi con todas las opiniones vertidas en su artículo. Quiero, sin embargo, poner el acento en aspectos que el autor no enfatiza  de manera suficiente, y señalar una diferencia.

Lomnitz usa la palabra "conciliación" por parte del candidato, cuando la palabra más adecuada, creo, debía ser "alianza", y dentro de ésta cabría hablar de "conciliación" pues toda alianza presupone que las partes ceden algo al aliarse, sin lo cual no puede hablarse de alianza. Aunque ya se realizó el acuerdo, Andrés Manuel López Obrador le debe a la militancia de Morena y al pueblo que le apoya un informe sobre qué fue lo que cedió y qué cedió el PES. Naturalmente, si primara la democracia en ese movimiento, antes de que se firmara el acuerdo, la militancia morenista debió, digamos, no tanto ser informada sino consultada. Ver así el tema, me parece, es importante, pues, de lo contrario, quedaría la impresión de que no se considera la necesidad de las alianzas.  

Las alianzas del movimiento morenista ¿son necesarias o el movimiento que sostiene el pueblo, en el que AMLO aparece como dirigente, puede solo enfrentar al Régimen y derrotarlo? Y aunque pudiera solo, ¿no es más conveniente hacer alianzas para que se recoja una mayor diversidad de intereses sociales y de concepciones? Me parece que hay que decirlo claramente: este movimiento debe llevarlas a cabo. De entrada para que haya ese enriquecimiento social y de posturas. Pero su necesidad se hace más clara si recordamos lo difícil que está resultando expulsar al priismo-panismo y al empresariado entreguista, anti-nacional, de la conducción político-estatal de la sociedad mexicana. No exageran quienes afirman que esta burguesía hegemónica es "un hueso duro de roer". Si consideramos el actual periodo de la confrontación social y de clases en México, que se abre con la crisis de 1982 y el arribo del neoliberalismo a aquella conducción, los seis intentos en elecciones para la Presidencia de la República han terminado en derrotas. Más nos vale, pues, ser precavidos en las condenas o aceptaciones de las "conciliaciones" o alianzas que se lleven a cabo. El problema es complicado. Lomnitz, me da la impresión, no señala esta necesidad, y se limita a criticar la alianza con el PES, con el PT y con la Iglesia católica; no menciona la incorporación del agrupamiento dirigido por René Bejarano y otros de semejante historial.

La necesidad de las alianzas se revela más claramente si recordamos que, frente a la fuerza priista-panista y el empresariado transnacional, ha estado ausente la fuerza popular, de tal manera que se ha ido a las elecciones con esta carencia fundamental; huérfanos de la necesaria fuerza popular. La política de Andrés Manuel López Obrador es errónea, por decir lo menos, porque parece no tener conciencia de esa ausencia y, en consecuencia, pone toda la posibilidad de ganar en su carisma. Es errática porque, si algo intuye sobre esa carencia, no asume que esa fuerza debe construirse en primer lugar y de forma prioritaria  por medio de la articulación (que implica alianzas) de la resistencia político-electoral (que él encabeza) con las otras resistencias del pueblo, que no tienen como espacio de conflictividad a lo político-electoral, pero que pelean en el fondo contra el mismo adversario. Más allá de AMLO como dirigente, y más allá de Morena como institución, lo que actúa y se dispone a derrotar al priismo-panismo el uno de julio del 2018, es una resistencia, que ve a Morena como la institución legal pero no necesariamente milita en sus filas, aunque tiene a AMLO como su preferido. Entonces, para construir la necesaria fuerza popular, la resistencia político-electoral lopezobradorista debe articularse con el o los sectores sociales que resisten a los agravios del Poder contra las condiciones de vida y de trabajo; con los que se mueven ante los agravios a la cultura, al territorio, a las condiciones naturales, digamos, de la producción y protección de la vida; con la resistencia frente a los delitos de lesa humanidad constituida  por el accionar de sectores por las desapariciones forzadas, la tortura, el feminicidio, etc. Es decir, la político-electoral no es la única resistencia.

Pero, López Obrador no voltea hacia estas resistencias; o está convencido que, por no sé qué milagros, tiene asegurado el apoyo de éstas, o, lo más seguro, cree que nadie ve ni posee otra alternativa que la que él encabeza. Uno de sus mayores pasos de "acercamiento" fue decir al magisterio organizado en la CNTE, "apóyenme" y les prometo que cuando gane abrogaré la ley de educación (y parece que ahora, ni eso), es decir, una posición muy priista, clientelar. AMLO hoy está concentrado en "atender" a sectores burgueses, a sectores con ideologías que sustentan un rechazo a ciertas demandas populares, con personalidades de pasado político condenable. Pues los viajes y sus contactos con sus seguidores en todo el país, no pueden considerarse práctica de concertación política con los sectores del pueblo activos en la resistencia al Régimen. Todo mundo sabe que las distintas resistencias tienen sus propias direcciones políticas e ideológicas. Pues con éstas debe conversarse, organizarse y realizarse una alianza, en primer lugar. Esto no invalida la posibilidad y la necesidad de construir alianzas con sectores empresariales agraviados por el Régimen. El problema es la prioridad, y la calidad de la atención que se preste.

Si esta premisa se diera, es decir, si el mayor abanico de sectores de pueblo se articularan, la alianza con sectores del empresariado, con políticos que formaron parte del Régimen y cometieron actos políticos tan inaceptables como lo de la "caída del sistema", o con sectores de alguna religión como fundamento político, sería una alianza no sólo provechosa sino bien acotada. Estas alianzas tendrían el efecto doble de, por un lado, reducir la base social de apoyo de la burguesía hegemónica y, por otro lado, consecuentemente fortalecer la base social y política anti-régimen. Todo indica que, tácticamente, este paso es necesario si se quieren correr menores riesgos de sufrir otra derrota. Alguien puede cuestionar la trascendencia y el significado de tales incorporaciones. Yo creo, repito, que no estamos para despreciarlas. Pero el efecto "significación" resulta del todo muy positivo pues fortalece la convicción de que se busca la mayor representatividad, de que se recoge una mayor diversidad y riqueza social y de posturas, como lo he dicho. Ahora bien, el problema se agudiza cuando se observa que AMLO, además de no priorizar la alianza con resistencias del pueblo, está abriendo las puertas a agentes del Poder transnacional. Esto es otra cuestión; inaceptable, condenable, desde luego. Pero no debe confundirse con las alianzas que se han realizado.

Claudio Lomnitz acepta las alianzas (las conciliaciones), pero no para ahora sino para después del triunfo. "Lo que pareciera ser un poco menos natural, dice, y no muy juarista tampoco, es que la conciliación se dé antes del triunfo. Y es que no es lo mismo acercar a los Linos Korrodis y Manueles Bartletts, a los evangélicos, a los estalinistas del PT, o a la Iglesia católica desde el triunfo, que asimilarlos para poder triunfar". Esto me parece no del todo correcto. Primero porque, como él de hecho lo asume, el triunfo es de lo más inseguro. El fraude, todo mundo lo dice, está ya en curso y la casta dominante (lo mostró en las últimas elecciones en el Estado de México) está preparada y dispuesta a avasallar a sangre y fuego si es necesario. Hay que hacerse de las mayores incorporaciones, hay que juntar a la mayor cantidad de sectores, de posiciones, de intereses. El seguro golpe fraudulento debe tocar al mayor abanico de sectores sociales; que la burguesía hegemónica aplaste a un frente muy amplio de gente, y no a uno estrechado por la estrechez de miras.  Cuando Claudio Lomnitz señala que la "conciliación" es aceptable después del triunfo, no dice que tiene que darse con sectores y personalidades distintas a las que ahora cuestiona; se entiende que las acepta. El problema para él, entonces, es la temporalidad: no es aceptable en los tiempos de la confrontación para derrotar al adversario, y sí es aceptable una vez consumada ésta y asegurado que la silla sea ocupada por AMLO. Lo primero, asegura, porque "si los acuerdos son parte de un pacto necesario para triunfar, las concesiones que podrían ser indulgencias se vuelven parte orgánica del programa del nuevo gobierno. El guadalupanismo es ya parte constitutiva del morenismo; las demandas "de fondo" del Partido Encuentro Social son ya "iguales" a las de Morena. Y, por eso, AMLO no está ya en situación de prometerle a los gays que, en caso de ganar, luchará por ampliar sus derechos". Peregrinas y arriesgadas estas afirmaciones del maestro Lomnitz. Primero, si eso va a ocurrir en caso de que la "concesión" (yo prefiero hablar de alianza) tenga lugar antes de ganar, está asegurado que se repetirá después del gane, es decir, contra el ejercicio de gobierno, contra las políticas que pretenda implementar el nuevo gobierno. Luego entonces, lo lógico es rechazar estas alianzas antes y después; no llevarlas a cabo. Y así hay que decirlo. Segundo, ¿de dónde saca el maestro Lomnitz que el morenismo ya se hizo guadalupano y que las demandas "de fondo" del PES ya son "iguales" a las de Morena? ¿Ya conoce las mutuas concesiones, indispensables en toda alianza? ¡Evidentemente que no! Los gays que votarán por AMLO en el 18, deben seguir luchando para conocer con toda certeza los compromisos que puedan atañerles, pero sobre todo, deben seguir luchando, y seguro que lo harán, para que sus derechos salgan adelante.

En esto no acierta Lomnitz, pues no considera que deben darse alianzas para derrotar al enemigo y alianzas que ayuden a realizar el plan de gobierno. No se comprende por qué los sectores que resultan inaceptables en una alianza para el momento de la confrontación que permita ganar el gobierno sí se ven aceptables en una alianza para aplicar el plan de gobierno. Siempre hay que tener presente, por lo demás, que toda alianza  se lleva a cabo con sectores, grupos, fuerzas, personalidades no sólo no afines a la propia postura y al propio programa sino incluso con quienes en algún momento fueron del bando enemigo pero se desprendieron de él (por razones muy variadas). No se hace alianza con los propios, sino con los ajenos. Recordar también que una alianza siempre implica y conlleva la realización del principio "yo te doy, tú me das", es decir, mutua concesión o mutua "conciliación". No olvidar que para alcanzar el triunfo hay que asegurar el triunfo, y para hacerlo, repito, hay que sumar la mayor cobertura, la mayor fortaleza. Me gusta recordar, en este punto, la insistencia en su momento de Fidel Castro diciendo al mundo, y sobre todo al imperialismo yanqui, no somos comunistas ni nuestra revolución lo es; y cómo ese histórico líder revolucionario hizo alianzas con sectores de la propia burguesía cubana y trató de hallar apoyos en el mismo empresariado norteamericano. No sólo después, sino antes y después, y siempre, cuando se trató de quitarse de encima el nefasto bloqueo. Fidel y muchos otros revolucionarios son grandes, también por su maestría para las alianzas. No olvido, claro está, que las comparaciones siempre cojean, pero este ejemplo puede servir para entender la necesidad de las alianzas. Pero la grandeza de estos líderes se debe también y sobre todo a que jamás confundieron las alianzas con abrir las puertas al enemigo. "Amigos de ruta" fue el concepto preferido por Lenin cuando habló de aliados. Una alianza no es igual a llevar al caballo de Troya al propio campo de lucha. Hay que separarlos, pues si no, al rechazar al caballo de Troya se corre el riesgo de rechazar también a las alianzas.

Pero quiero insistir en que el problema de problemas, que es referido por Lomnitz aunque creo que no con la suficiente ubicación política, es ¿quién y cómo se deciden las alianzas? Y, sobre todo: ¿quién y cómo vigila y controla que la alianza no dañe al proceso sino que lo beneficie?

Aquí es donde hace más agua la política lopezobradorista, aquí es donde Andrés Manuel López Obrador no actúa con consecuencia, digamos, popular, sino liberal reformadora burguesa. Y aquí es donde está el fundamento de la posible quiebra de este esfuerzo bajo tal dirección, y la necesidad de que el movimiento político-electoral anti-régimen cuente con una dirección que realmente recoja y refleje las necesidades, las determinaciones y los intereses del pueblo, y lo haga con prácticas consecuentemente populares, a las que hemos denominado prácticas de autodeterminación. La necesidad de otro tipo de dirección política e ideológica de este movimiento, que no implica que AMLO deje de ser el candidato, es algo a lo que no se refieren los críticos de López Obrador. Tal vez porque piensan que el planteamiento de otro tipo de dirección es sinónimo de otro candidato, lo cual es erróneo. Pero tal vez también porque se daría por hecho que su caudillaje basta y que sólo hay que limarle deficiencias mediante la crítica. O, quizás, se deba a que se tiene el temor de enturbiar el proceso en curso, y se prefiere callar ante esta significativa deficiencia. Yo no pienso así. Estoy convencido que lo mejor es hablar las cosas con la verdad, con la suficiente claridad y no seguir cargando con derrotas.

Esta cuestión remite a algo fundamental. Para hacer una alianza que beneficie y no dañe al proceso, para que la "conciliación", como dice Claudio Lomnitz no imponga un camino contrario al buscado y no saque adelante intereses totalmente contrarios, sino que se garantice que el proyecto popular siga abriéndose paso, aun con la fase transicional que supusieron las alianzas, debe existir una fuerte y firme columna vertebral política, ideológica, organizativa, capaz de resistir las nuevas embestidas ideológicas, políticas, organizativas y de todo tipo que vendrán de los propios aliados. Y esta columna no la da el dirigente, menos el caudillo; la da el propio movimiento popular y sus direcciones realmente del pueblo.

Todo esto es lo que está ausente en el actual proceso hacia el 18. Esto es lo que hay que poner en mayor relieve, y a la construcción de esto es a lo que hay que abocarse. Por cierto, ante esto, no caben señalamientos como esos de que puesto que no se tienen esas premisas no hay que participar en esta brega político-electoral; no cabe hacerle al adivino de que el fraude está asegurado; tampoco cabe eso de que la cuestión "va más allá del 18", pues como sabemos, todo va más allá del 18, y todo siempre va más allá de lo que se está haciendo en el presente.

Hay que meterse a trabajar con toda la intensidad posible, sabiendo que el actor fundamental de estas escaramuzas es un cúmulo de sectores del pueblo mexicano que está resistiendo y que requiere solidaridad, orientación y fuerza. Lo determinante no está en el dirigente ni en la organización que se ha dado este proceso (MORENA), la cual no arropa ni con mucho a los millones de ciudadanos que ya han decidido emitir su voto por AMLO el uno de julio del próximo año. Lo determinante está en las distintas resistencias del pueblo que hoy cubren el territorio nacional. Si las direcciones políticas e ideológicas de todas y cada una de estas resistencias no lo comprenden y siguen ensimismadas, metidas en su parcelita, la derrota vendrá y no será sólo responsabilidad de los que han asumido como su campo preferente de acción a lo político-electoral. Y es que la acción de los millones que van a votar por AMLO en el 18 están luchando por nosotros; su lucha es y será nuestra lucha. En su desenlace está y estará nuestro granito de arena. Por otro lado, todo lo que se logre construir en este lapso será basen invaluable para el "más allá del 18".

Estas cuestiones no tocan la totalidad de este problema. Habría que debatir, por ejemplo, sobre la llamada vía de la transformación que se busca, o sobre la vía de la revolución, es decir, en el proceso revolucionario de conjunto, ¿qué lugar ocupa el accionar político-electoral del pueblo y qué lugar le corresponde al accionar que yo llamo extra-institucional? Por otro lado, ¿qué alternativa  proponen quienes rechazan participar en esta jornada electoral, o quienes deciden participar en ella pero saboteando el proceso llamado lopezobradorista, o aprovechando la oportunidad para difundir un proyecto y fortalecer las propias filas? Nadie puede negar, sin embargo, que los temas a los que da pie el artículo de Claudio Lomnitz son de indudable importancia. Le agradezco por ello sus reflexiones. No sé si esta carta llegará a sus manos; menos sé si mereceré una respuesta. En todo caso me dirijo a él dirigiéndome a quienes están a la cabeza de las distintas resistencias del pueblo. Uso este recurso de carta al vuelo, porque no soy de los que puede publicar en la Gran Prensa. [am_verdugo50@yahoo.com.mx] (21/12/2017).       

Enviado en pruvadir

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