TRASFONDO
Por Julio Zenón Flores
El aún
dirigente nacional del PRD, Carlos Navarrete Ruiz, tenía el rostro teñido de
rojo y su expresión era de enojo, cuando colgó el teléfono. Era el jueves al
medio día, apenas unos minutos antes de que en el portal electrónico de Joaquín
López Dóriga se posteara una nota, bastante descuidada en su redacción, que
informaba de la detención del alcalde recién electo de Cocula, Erick Ulises Ramírez Crespo y de una persona
que se había presentado como asesor jurídico de la fracción parlamentaria que
dirige el ex presidente Jesús Zambrano Grijalba, el otro ángulo de la triada
que forman los llamados “Chuchos”, junto a uno de los delincuentes más buscados
de Guerrero, por el cual la PGR ofrecía una cifra millonaria como recompensa,
al ser uno de los máximos jefes del grupo Guerreros Unidos, grupo al que se
responsabiliza de la desaparición y presunto asesinato de los 43 normalistas de
Ayotzinapa, hace más de un año, en Iguala.
Quienes lo vieron manotear, mientras
hablaba, casi a gritos, preguntando que cómo carajos había podido pasar eso,
que si Celestino Cesáreo Guzmán, dirigente estatal del PRD en Guerrero, no
había puesto todo su cuidado en la selección de los candidatos, que si no
habían entregado a la PGR la documentación necesaria para que fuera investigado
antes de ser aprobado como candidato, que sí, carajo, no habían tenido
suficiente con el caso de José Luis Abarca, alcalde perredista de Iguala, ahora
preso en el Altiplano, para recomponer las cosas en Guerrero, donde la
dirigencia nacional había perdido ya casi toda su influencia y ese partido
marchaba casi por completo a la deriva en medio de los pleitos personales de
los principales dirigentes estatales.
Navarrete Ruiz tenía razones para estar furioso.
Con la pérdida de influencia del comité
nacional en el PRD de Guerrero y la dirigencia estatal en manos de una de las
corrientes menos popular y vinculada a políticos de la Costa Grande y de la
zona Norte, con ciertas sombras de duda sobre su conducta (el ex alcalde de la
Unión, y un ex presidente del PRD en el estado, entre ellos), de por sí ese
partido ya se veía bastante debilitado, y más aún con su rompimiento con su
aliado antes natural, el partido Movimiento Ciudadano, cuyo dirigente estatal,
el empresario Luis Walton, ahora se mostraba peligrosamente cercano al PRI del
gobernador Héctor Astudillo, a cambio de dos cargos de primer nivel en el
gabinete del tricolor, ahora, con un golpe más en la credibilidad del sol
azteca, con una evidencia más de su relación con personas del crimen
organizado, parecía no quedar duda de que el abismo era el camino más seguro.
Y si, tras los acontecimientos del jueves en
Cuernavaca, el PRD queda herido de muerte y con MC amarrado al gobierno priista
del estado, la izquierda no tendrá más camino que apostarle a un Morena, con
bastantes problemas internos, lo que augura, pero aún es muy pronto para
festinarlo, larga vida al PRI al frente del gobierno estatal.
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