El Día de
Muertos se celebra en México desde mucho antes de la conquista española, de
hecho, tiene más de 3 mil años de antigüedad.
Los
antiguos habitantes del México precolombino en Mesoamérica: aztecas, mayas,
purépechas, nahuas y totonacas, tenían entre sus rituales dos fiestas: la
pequeña y la grande, que durante la época de la Colonia se fusionaron con la
cultura y la religión católica. Los antecedentes más remotos de estas
ceremonias se remontan aproximadamente al año 1800 a .C. como lo indica una
máscara de barro procedente de Tlatilco, Estado de México.
En el
México prehispánico, tras las guerras entre pueblos, era una tradición
conservar los cráneos de los enemigos como trofeos para mostrarlos en rituales
que se relacionaban con la muerte y el renacimiento.
Estas
celebraciones eran presididas por la diosa Mictecacíhuatl , conocida como la
‘Dama de la muerte', y esposa de Mictlantecuhtli, Señor del Mictlán o ‘tierra
de los muertos’.
La fiesta
pequeña, iniciaba 20 días antes que la fiesta grande, la primera era dedicada a
los niños y la segunda a los adultos, como ahora, que se acostumbra que el 1º
de noviembre sea dedicado a los niños difuntos y el 2 a los adultos. El inicio
de la celebración de los muertos adultos o fiesta grande se hizo coincidir con
la festividad católica de los fieles difuntos.
El día de
todos los santos quedaba incluido dentro de los 20 días anteriores a la fiesta
grande donde se encontraban las fiestas de los muertos pequeños. Esta tradición
se adaptó y logró mantenerse viva bajo el yugo español, a pesar de la
evangelización. Aprovechando el interés que los españoles tenían en manipular
las fiestas de los indígenas para convertirlos al catolicismo, los mexicanos se
adecuaron y así lograron que las festividades de muertos no fueran tomadas como
paganas.
Los días
de muertos se han convertido en una verdadera festividad nacional. El dolor, la
tristeza y el llanto por el ser querido que partió al mundo de los muertos, se
entremezclan con el colorido, la fiesta, la alegría que caracteriza al
mexicano, que sabe reírse de su propia tragedia para aligerar su pesar.
La
diferencia esencial entre las ofrendas prehispánicas y las actuales consiste
principalmente en que aquellas eran ofrecidas a los dioses y las actuales, ya
con la influencia católica, las familias mexicanas honran la memoria de sus
muertos mediante ofrendas, altares que se componen de elementos como agua, veladoras,
imágenes de santos, fotografías del difunto y su comida preferida.
Se cree
que durante esos dos días los muertos regresan a casa y degustan los alimentos
colocados en la ofrenda. Como una manera de guiar su camino, el altar se
acompaña de flores de cempasúchil.
Para
complementar esta tradición, las personas comparten calaveras de azúcar o
chocolate y escriben las llamadas calaveritas, que consisten en epitafios
humorísticos dedicados a algún amigo, familiar o personaje público.
Celebrar
el Día de Muertos es una tradición 100% mexicana, su magia, rituales y
tradiciones son tan particulares que la UNESCO lo ha declarado patrimonio
cultural inmaterial de la humanidad. Y nada tiene que ver con el Halloween
estadounidense, que es de origen Celta.
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