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Van por Aguirre

TRASFONDO

Por JULIO ZENON FLORES

Los signos son cada vez más claros, el gobierno federal va por el gobernador Ángel Aguirre Rivero, de inicio bajo señalamientos de omisión y negligencia, pero no se sabe hasta dónde eso pueda derivar en complicidad con gente del crimen organizado, del que ya no hay duda, forma parte el ex edil de Iguala, José Luis Abarca.

El señalamiento del secretario de Gobernación, Miguel Osocio Chong, ayer, fue contundente al decir que le pidió específicamente al entonces gobernador de Guerrero, que no permitiera que se le escapara el ahora prófugo alcalde de Iguala; y la reacción inmediata del presidente de San Lázaro y coordinador de la fracción parlamentaria perredista en ese recinto, Silvano Aureoles, en el sentido de que debe investigarse a su ex compañero de partido, no deja lugar a dudas.

Al respecto hay que recordar que el aún secretario de gobierno en Guerrero, Jesús Martínez Garnelo, sólo atinó a responder a la comisión pluripartidista de la cámara de diputados federal, a la pregunta de por qué Abarca no había sido detenido en el momento en que pidió licencia al Cabildo, si todo mundo sabía dónde estaba y lo que ocurriría en ese sitio, que “no sabía, como había escapado”.
Y es que las consecuencias del feroz asesinato de tres estudiantes de la normal rural de Ayotzinapa, aquella noche del 26 de septiembre en Iguala, así como de otras tres personas, a manos de policías municipales y el secuestro desaparición de otros 43, demanda una justicia que no ha llegado y el movimiento de solidaridad con las víctimas y deudos ha seguido su camino ascendente y amenaza con convertirse en una crisis de mayores de proporciones de carácter nacional, toda vez que está sostenida por una parte del magisterio muy echado para adelante, acostumbrado a muchas formas de protesta y que no es fácil de cansar, así como una juventud estudiantil que estaba aletargada y que está despertando y sumando cada día como en los gloriosos días de las movilizaciones juveniles del 68, de tal modo que parece una ola que, si no es detenida o mediatizada, puede derribar grandes murallas. Para empezar ya pidieron la cabeza del presidente Enrique Peña Nieto, las tres instituciones de educación superior más importantes de la Ciudad de México.
Todo mundo cree que el narco alcalde Iguala no pudo llegar hasta donde estuvo, ni escapar como lo hizo, sin cómplices de alto nivel y uno de los personajes de talla superior, cuya cabeza puede ser dada a la plebe para disminuir el combustible de la protesta, es el gobernador (con licencia) Aguirre.
¿Qué podrá sentir un presidente de la República, que quien fue su gran amigo, le haya puesto la lumbre en los aparejos, por su necedad, por su tardanza en dejar el poder de Guerrero? Un ligero atisbo es el hecho de que Peña no le haya contestado ni las llamadas a Aguirre en el lapso que se mantuvo al frente de la gubernatura, desde que ocurrieron los hechos.
El movimiento de protesta, además de saber lo que pasó con sus desaparecidos y su presentación con vida, quiere justicia lo más arriba posible, y México necesita dar a la comunidad internacional una muestra de que está dispuesto a no permitir la impunidad en el terreno del crimen y de las autoridades corruptas y negligentes, para no seguirse hundiendo en el descrédito. El candidato ideal para ello es Aguirre, así que, insisto, van por él.











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