TRASFONDO
Julio Zenón Flores
La rara actuación del gobernador Ángel Aguirre Rivero, en sus actividades que
tuvo este martes en Acapulco, tanto en el fugaz banderazo de un fantasmal
programa de bacheo, en la colonia La
Garita (similar a otro que meses antes inauguró junto con el alcalde Luis
Walton en Constituyentes, donde sólo pavimentaron unos 10 metros y abandonaron
la obra), como en la inauguración de la Convención Nacional de ANEAS, en el
Foro Mundo Imperial, debiera preocuparnos a los guerrerenses, pues no se veía a
un hombre concentrado en sus actividades, como su función de titular del Poder
Ejecutivo Estatal, demanda.
Daba la impresión de estar cansado, desvelado, distraído,
enfermo o hasta en un estado un tanto de crisis, al grado de que parte de su
cuerpo parecía moverse involuntariamente. Quizás trabaja demasiado, quizás no
duerme lo suficiente, quizás el estress está
afectando su sistema nervioso, no sabemos, porque al respecto no hay una cultura
de Comunicación Social confiable y transparente, que le diga a la gente el
estado de su mandatario, con el argumento falaz de que es una cuestión privada.
En realidad, como escribe la periodista Anabel Hernández, en
su reciente libro ”México en llamas, el
legado de Calderón”, el asunto de la situación de la salud de un gobernante no
es cuestión privada, porque en sus manos y en su cerebro, en su lengua, están
los destinos de millones de personas, de un territorio determinado, de la
actividad económica, de un estado o país.
La periodista, que estuvo en Acapulco, en el marco de la
Feria Internacional del Libro, donde presentó su obra en una entrevista con un
servidor, en el Centro Internacional de Convenciones, llama la atención sobre
el alcoholismo del entonces presidente mexicano Felipe Calderón Hinojosa y
relata, citando fuentes confiables, que en ese estado gritaba o gesticulaba con
sus subordinados, tomaba decisiones, que terminaron por afectar al país, a su
partido el PAN y hasta a sus cercanos, que se le fueron alejando. Queda claro
en esa obra, que el presumible alcoholismo de Calderón tenía un impacto directo
en su forma de gobernar.
Y no es que le podamos dar crédito a la leyenda negra de que
el gobernador de Guerrero va por el mismo camino de Calderón, pese a que él
mismo se ha encargado de ponderar las virtudes de, por ejemplo el mezcal (la
política nos separa, pero el mezcal nos une, dijo en más de una ocasión) que
tiene cierta congruencia con su modo de ser informal, coloquial, cuyos discursos
muchas veces se van de la seriedad del evento al chacoteo y doble sentido de su
hombría y las abundantes madres solteras de Guerrero, pero no hay que olvidar
que la revista Proceso publicó, a propósito de los daños ocasionados por la
tormenta tropical Manuel, un reportaje con el elocuente título de “Llovía y
llovía y el gobernador Aguirre bebía y bebía”, apuntando que no habría estado
al cien por ciento de sus facultades para atender una emergencia que requería
toda la atención para evitar los daños que después costaron miles de millones
de pesos y dejaron desamparados a miles de guerrerenses.
Alguien cercano al gobernador, alguien que lo estime lo
suficiente y que sea escuchado lo suficiente por el mandatario, debía ayudarle
a cuidar al menos la forma, sino es que también el fondo, de un cargo que no es
un lecho de rosas, en un estado que es una olla de presión, de tantos
problemas.
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